(Foto: Congreso de la República)
(Foto: Congreso de la República)
Editorial El Comercio

La renuncia de un legislador a la bancada de la organización por la que fue elegido es un evento penoso pero, a veces, inevitable. ¿Qué puede hacer, en efecto, un congresista que llega a la conclusión de que la plataforma política desde la que él y sus compañeros de lista le pidieron el voto a la ciudadanía está siendo traicionada o dejada de lado?

Es a ese fenómeno, sin duda, que el ya famoso pronunciamiento del sobre la regulación de los grupos parlamentarios se refiere al señalar que tales renuncias no están prohibidas “en el supuesto de disidencia por razones de conciencia debidamente justificadas”.

Desde luego que, aun en el contexto de esas precisiones, existe una vasta zona gris en la que las justificaciones para tal decisión han de parecerles a unos absolutamente consistentes y a otros, no tanto. Pero cuando de pronto una renuncia anunciada o hecha efectiva trata de ser revertida o es demorada con la aparente complacencia de quien la presentó en origen, es evidente que estamos ante un trance más bien frívolo.

La reflexión viene a cuento a raíz de las declaraciones del congresista Salvador Heresi sobre sus intenciones de retornar a la bancada de , de la que se alejó hace apenas tres meses aseverando que se trataba de una resolución “irrevocable”. Pero la verdad es que su caso no es el único.

Así como Heresi, que en su momento alegó “discrepancias en la conducción” del grupo parlamentario ppkausa para explicar su partida, allá por setiembre del 2016, a solo un mes y medio de haberse sentado en su curul, la legisladora Yeni Vilcatoma se apartó de la bancada de arguyendo que se la quería someter a un “proceso disciplinario arbitrario” y habló también de arrepentimiento por haber creído en Keiko Fujimori y de una careta caída en lo que concernía a la pretendida determinación del conglomerado naranja de luchar contra la corrupción… Y como Heresi también, se sintió tentada a desandar sus pasos un tiempo después. Concretamente, en julio del año pasado, cuando tuvo que enfrentar la circunstancia ineludible de que, para postular a un cargo en la Mesa Directiva del Legislativo, tenía que pertenecer a una bancada.

Como se sabe, ya instalada en la tercera vicepresidencia de ese poder del Estado, sin embargo, no solo pidió licencia al equipo parlamentario de FP (al igual que el resto de miembros de la mencionada mesa), sino que comenzó a suscitar dudas sobre su permanencia en ella si su colega Úrsula Letona no era expulsada a causa de una conducta que “no ha sido proba”.

En lo que constituye otro episodio de este ciclo de renuncias que parecen tener más de renuencias, entonces, la congresista Letona anunció a fines de noviembre pasado que se alejaba de la bancada de FP para no constituir “un pretexto para que personas en búsqueda del poder puedan generar conflictos” dentro de ella. No obstante, pasados casi tres meses desde que hizo ese pronunciamiento, la renuncia no se ha hecho oficial y, en la práctica, ella se sigue comportando como una de las más disciplinadas de sus integrantes.

Un caso distinto, pero no tanto, es el que tiene por protagonista a la parlamentaria Patricia Donayre. Elegida originalmente en las listas de FP, ella renunció a esa bancada en junio del 2017 y, algunos meses después, se sumó a la de PPK… Pero solo para acabar renunciando también a esta última el 12 de noviembre del año pasado.

Ahora forma parte de la novísima bancada de Unión Republicana y el sabor que deja su periplo es el de que, si bien sus renuncias pueden haber sido muy razonadas, sus afiliaciones no lo fueron tanto.

En general, pues, nos encontramos frente a adhesiones y desvinculaciones a grupos parlamentarios que bajo ninguna circunstancia dan la impresión de responder a las razones de conciencia de las que hablaba el Tribunal Constitucional. Y que dicen mucho de la opinable seriedad con la que estos legisladores y los que eventualmente pudieran seguir sus pasos asumieron sus compromisos con la ciudadanía al postular a la curul que hoy ocupan.