Se los decía, campañas atrás, a mis amigos de izquierda, en buena onda: ustedes ya no van a hacer la revolución ni de a vainas. La gente no quiere saber nada de comunismo, quiere consolidar su capitalismo popular informal. Si son congresistas, hagan defensa del consumidor, y al menos, ya que no van a darle vuelta al sistema, así podrán jorobar a grandes corporaciones transnacionales.
Mis amigos se lo tomaban a mal, creyendo que me burlaba de su gran causa. ¡De ninguna manera! Me parecería una magnífica reorientación del cansino e impopular rollo de cambiar la Constitución y dar vuelta a etiquetas que no dicen nada al elector; poner el alma en un activismo legislativo y fiscalizador de la cobertura pública y privada de salud y educación, de los servicios de transporte, de los abusos o concertaciones de precios en los mercados de productos de primera necesidad, vigilar a los bancos, a las empresas telefónicas, a las tiendas de ‘retail’.
Vamos, ¿no sería estupendo que el trabajo de un congresista tenga por resultado una cola menos, el ahorro de unos soles del bolsillo popular, el alivio de un factor de estrés, la desaparición de una empresa o práctica abusiva? O sea, es chambear efectivamente por el bienestar de la gente. Es hacer que la chamba congresal tenga incidencia sobre las demandas cotidianas de los ciudadanos.
Dejo a mis amigos de izquierda con su rollo. Extiendo el consejo y el clamor de la defensa del consumidor a todas las listas, incluso a las más conservadoras que creen que el mercado tiene orejas invisibles que oyen los reclamos y los resuelve solito. No es así, pues, y los conservadores inteligentes bien saben que la regulación del Estado y la fiscalización del Indecopi, más la presión de congresistas especializados en defensa del consumidor, es indispensable.
Cuando hacemos una cola para un trámite que podría eliminarse, cuando esperamos durante minutos a que conteste el ‘call center’ para hacer un reclamo, cuando no nos dan información de un vuelo demorado o no entendemos por qué diablos aumentan las tarifas de servicios básicos a pesar de que crece el número de usuarios (¿no dice la teoría que debiera ser al revés?), nos surge una pica que no tiene color político, nos embarga una furia de ciudadano ofendido tal que agradeceremos a cualquier congresista empático con nuestros reclamos.
He ahí tu nicho, amigo o amiga de la derecha, la izquierda o el centro. Yo votaré por un par de candidatos que me ofrezcan esta política de lo cotidiano; que chambeen para que los ciudadanos seamos menos engañados y más felices. Y el mundo no se va a acabar y las corporaciones no van a quebrar; todo lo contrario, van a mejorar.