(Foto: Sepres)
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Fernando Cáceres Freyre

Hay una nueva narrativa política en marcha. estaría gobernando el país siguiendo la misma hoja de ruta de los gobiernos autoritarios, al mismísimo estilo de Alberto Fujimori, y en beneficio de “gente muy corrupta que hasta ahora está saliendo bien librada del y que espera beneficiarse con el control de las instituciones” (Rospigliosi).

El modus operandi de este ‘neofujimorismo’ vizcarrista consistiría en arremeter contra las instituciones desprestigiadas, como el y el , mediante proyectos de ley y referéndums que tendrían el propósito de reformarlas; bajo amenaza de usar la cuestión de confianza para disolver el Parlamento, y así comenzar a perpetuarse en el poder. Todo ello, usando su abrumadora popularidad (66%, Ipsos).

Esta narrativa se asienta en algunos hechos, pero es seguida de un salto lógico inaceptable. Por ejemplo, si Vizcarra propone declarar en emergencia el Ministerio Público, y esta iniciativa es defectuosa en su contenido, entonces él estaría socavando la separación de poderes. Si Vizcarra se declara abiertamente contra la destitución de los fiscales Vela y Pérez, y la fiscalía no tiene avances significativos en los casos PPK, Toledo y Villarán, entonces él estaría buscando dejar libres a sus ‘amigos caviares’ que fueron .

El ritmo cómo vienen avanzando los distintos casos de Lava Jato hace creíble la existencia de motivaciones políticas en los fiscales. Es llamativa la intensidad con la que se ha arremetido contra Fuerza Popular en comparación con quienes sí han sido gobierno. Y el tono y oportunidad de las declaraciones de José Domingo Pérez generan sospechas de tener una agenda política, al punto que no sorprendería que, cual Sergio Moro en Brasil, termine de ministro.

Sin embargo, si bien podemos coincidir en que es absurdo que “la cuestión de confianza puede plantearse sobre lo que se quiera” (Tribunal Constitucional citando a Chirinos Soto), y que Vizcarra haga uso de la cuestión de confianza por ‘quítame estas pajas’, todas sus propuestas se han encauzado mediante vehículos constitucionales. Además, hacer cuestión de confianza para forzar nuevas elecciones congresales no alargaría su mandato y alimentaría el relato de ‘Vizcarra dictador’.

El verdadero riesgo de este gobierno es su apego al aplausómetro, como lo ha denominado Mario Ghibellini, como ha ocurrido con los retrocesos en la ampliación del Impuesto a la Renta a personas naturales, el ISC al diésel, el incremento de tarifas del agua en Moquegua tras una protesta de tan solo ‘300’, sus críticas al acuerdo con Odebrecht, etc. Pero esto no lo convierte en dictador.

En todo caso, bien haría el presidente –para desmarcarse de esta peligrosa retórica– en usar su popularidad para exigir mayor celeridad en las acusaciones contra quienes sí han sido gobierno.