Canción de otoño, por Mario Ghibellini
Canción de otoño, por Mario Ghibellini
Mario Ghibellini

Felizmente para Alan García, existe Toledo: un candidato que es tan ex presidente como él pero con un rendimiento aun peor que el suyo en las encuestas. Sondeo tras sondeo, sin embargo, el postulante de Alianza Popular presenta también una performance misia en lo que a preferencias electorales se refiere, y la letanía aquella de que las encuestadoras siempre lo tratan mal pero ya vienen los goles de Cubillas, suena cada vez menos convencida. Y, lo que es peor, menos convincente. Porque si hoy nadie cree que García puede en efecto remontar esta situación, nadie considerará mañana tampoco la posibilidad de redirigir el voto que ahora tiene pensado endosarle a otro candidato hacia él. 

Es verdad que, más por defecto de sus competidores que por virtud suya, no se puede decir que Alan esté liquidado. Pero es igualmente cierto que el líder aprista está en problemas porque todas sus faramallas han fallado hasta el momento. Y la que más clamorosamente lo ha hecho es quizás la de la canción que ha entonado para intentar encandilar a los jóvenes.

Giovinezza

Nada hay más viejo en política que la beatería de la juventud. El siglo pasado, por ejemplo, la cultivaron Mussolini y Mao; y el propio Alan ha quemado ya en otra oportunidad incienso en sus altares. Pero una cosa es tratar de sintonizar con las nuevas generaciones cuando se tiene 36 años y se les ofrece un engañoso ‘futuro diferente’; y otra, cuando se ha pasado ya la edad de la jubilación y se les trata de vender estampitas de un pasado idealizado, por reciente que sea.

Por supuesto que también esta vez tratar de meterse a los jóvenes al bolsillo era una buena idea: después de todo, varios millones de ellos votarán por primera vez el próximo 10 de abril y su entusiasmo es solo comparable a su candor. Pero el García cansino y sin fuego retórico de la presente campaña creyó, al parecer, que con hablarles de skateboards y codearse con Mario Hart y Milett Figueroa sería suficiente. Y cuando se trató de pintarles los paraísos artificiales de ocasión, solo se le ocurrió ofrecerles, entre dos bostezos, un ministerio todito para ellos e incorporarlos a la administración pública (amén de un programa de “impuestos por empleo juvenil” que demuestra que, en lo que concierne al funcionamiento de la economía, sigue siendo tan ilustrado como antes).

Y la verdad es que a los jóvenes, habitualmente tan hambrientos de libertad, se les deben haber parado los pelos de punta de solo imaginar que sus asuntos podrían ser administrados a partir del 28 de julio desde un edificio lúgubre y húmedo, donde los funcionarios caminan sonámbulos con papeles entre las manos. Y, peor todavía, que si se descuidan pueden acabar convertidos en uno de ellos.

Así las cosas, no es de extrañar, pues, que en esta campaña los postulantes que hablan de dinosaurios se la estén llevando fácil (a pesar de los ‘velociraptors’ que merodean sus propios proyectos políticos).


Su turno, compañero

De cualquier forma, ante la evidencia estadística de que los ‘pulpines’ están reacios a comprar el jarabe de lengua de esta temporada, García ha de estar descubriendo que la melodía que viene entonándoles no es el aire alegre que él creía, sino más bien una variante de “la canción de otoño” de la que hablaba Rubén Darío. Y esa, sin duda, es la razón por la que luce tan cuitado en manifestaciones y contactos con la prensa.

Lo que llama la atención, sin embargo, es la enigmática sonrisa que, purificada ya por tantas derrotas, esboza por contraste Lourdes Flores mientras lo acompaña al piano.