Evaluación precoz, por Mario Ghibellini
Evaluación precoz, por Mario Ghibellini
Mario Ghibellini

Si evaluar desde fuera a un gobierno que tiene solo 100 días es apresurado, ¿qué se puede esperar de un balance hecho por los propios gobernantes y cuando solo han transcurrido 90 jornadas desde que llegó al poder? Pues que sea una decepcionante combinación de buenos deseos y cifras difíciles de comprobar, cuyo propósito de atarantar a los intonsos se distingue a la legua. Y, sin embargo, eso es precisamente lo que la flamante administración ppkausa nos ha dispensado esta semana.

HÁGALO USTED MISMO

No es que no haya existido en el referido balance dato valioso alguno –como los relacionados con la cantidad de delincuentes detenidos o las obras de agua y saneamiento destrabadas–, pero la precipitación por hacerlo cuando tan poco se había avanzado en la tarea de mejorar las cosas en el país iba a producir necesariamente insatisfacción. Particularmente, en todos aquellos que se habían ilusionado con el presuntuoso jarabe ese del “gabinete de lujo” (que ahora le sirve al fujimorismo para cebar su envidia y escarnecer a quien los derrotó en las elecciones).

De acuerdo con los voceros del Ejecutivo, la premura habría obedecido a una voluntad de evitar la vieja costumbre nacional de “hacer todo a última hora”. Pero eso que se lo crean los reporteros de TV Perú. La verdad es que desde hace tres semanas el gobierno no consigue salir más bien de otro apuro: el desatado por el ‘affaire Moreno’. Y en esa medida, esto tiene todo el aspecto de haber sido un nuevo intento –frustrado– de distraer a la gente con un tema distinto y cambiar la agenda. Con lógica rudimentaria, además, en el oficialismo parecerían haber asumido que si ellos se anticipaban a la oposición y a la prensa practicándose la evaluación a sí mismos, estas perderían ya todo interés en el ejercicio, ahorrándoles el suplicio de repasar, una por una, las metidas de pata del presidente en la crisis de los asesores.

Pero estrenarse de pícaro es una operación que suele estar atravesada de torpezas, y en esta ocasión no hemos asistido a una excepción a tal regla. Como no podía sortear la materia por completo, el mandatario, efectivamente, decidió aludir al problema que lo ha desangrado desde principios de octubre presentándolo casi como uno de los logros de estos primeros 100 días. Según dijo, el turbio episodio detectado en Palacio “ha tenido el resultado de acelerar nuestra lucha contra la corrupción”. De lo que se desprende que serían deseables dos o tres casitos más de ese tipo para coronar triunfalmente esa batalla a la velocidad del rayo.

Después del balance, además –y en conveniente entrevista exclusiva con Canal 7–, el jefe de Estado, sintomáticamente, se refirió también a José Labán y Jorge Villacorta, los otros dos asesores a los que se trajo abajo la onda expansiva del ‘affaire Moreno’, en los siguientes términos: “Han renunciado, pero yo sigo hablando con ellos y estoy seguro [de] que, de una manera u otra, colaboraremos en el futuro”. Sí, claro. Solo le faltó decir que ellos también se fueron porque tenían exceso de trabajo.

Como se ve, entonces, el tema que aparentemente quería dejar atrás terminó enredándolo de nuevo y la evaluación precoz acabó con expectativas frustradas. Pero no importa; en estos casos, habitualmente, las cosas mejoran a la segunda.

Esta columna fue publicada el 29 de octubre del 2016 en la revista Somos.