Nadine en coma, por Mario Ghibellini
Nadine en coma, por Mario Ghibellini
Mario Ghibellini

De todo ha ensayado la señora Heredia para sacudirse de encima la sombra que proyectan sobre ella las famosas agendas. Intentó contagiarles la opinable reputación de quien las hizo llegar a la prensa (el ex congresista ), trató de desdeñarlas con lenguaje casual y despreocupado (‘truchas’, las llamó), procuró cambiar de tema al recordar posibles vínculos del narcotráfico con sus principales enemigos políticos (el Apra y el )… Pero las agendas, ¡ay!, la siguieron acorralando. Y cuando todos suponían que por lo menos ya nada podía empeorar su situación política, un último artificio argumentativo para postular que no dijo lo que sí le dijo a Rosa María Palacios la colocó al borde del colapso.

Palacios versus Palacio

La historia se remonta al 23 de julio, cuando, en una primera comunicación escrita entre la esposa del presidente y la periodista, esta le preguntó a aquella si se le había perdido alguna libreta, como afirmaba un persistente chisme limeño. “Tengo todas mis libretas”, fue la tajante respuesta de la señora Heredia.

En algún momento, sin embargo, tiene que haber empezado a sospechar que la primera dama le había mentido, pues, según ha revelado, de un tiempo a esta parte le venía demandando afrontar “con la verdad” el asunto de si las agendas –ya publicadas para entonces– le pertenecían o no. Una duda ociosa si la señora Heredia hubiera tenido en efecto, como le dijo al principio, todas sus libretas consigo.

Nadine, finalmente, le contestó: “Tranquila quiero que los bogas [abogados] acompañen la estrategia. La verdad es mi letra. Pero no puedo adelantarme pa q saque provecho Fiscalía”. El mensaje era clarísimo: Rosa María –con quien ella había desarrollado una cierta empatía– no debía inquietarse, pues todo formaba parte de una estrategia legal. Y, aunque la letra era suya, no podía adelantarse en admitirlo públicamente porque la Fiscalía podía sacar ventaja de ello.

Pero la periodista, mortificada acaso por el timo original, hizo algo con lo que ella no contaba: divulgó el mensaje. Y la primera dama, entonces, tentó el temerario barajazo. “Cuando digo ‘la verdad es mi letra’ me refiero a que mi escritura, mi letra, es mi defensa y mi verdad”, sostuvo. De donde se desprende que –si se nos permite una pequeña disquisición gramatical– la expresión no sería una oración de sujeto tácito equivalente a: ‘la verdad, aquella letra por la que me preguntas es mi letra’ (en donde ‘la verdad’ sería solo un complemento circunstancial), sino una oración de sujeto expreso en la que ‘la verdad’ sería precisamente aquello de lo que se habla y la identificación de esta con su letra (‘es mi letra’), el predicado. Toda la tesis, además, validada por la inexistencia de una coma que Rosa María había agregado entre la palabras ‘verdad’ y ‘es’ al publicar el mensaje, y que cambiaba por completo la frase. ¡Perfecto! En Palacio se deben haber sentido hasta ingeniosos.

La luminosa formulación, sin embargo, presenta algunos inconvenientes.

Signos vitales

En primer lugar, hay que considerar que el ahorro de signos de puntuación y las abreviaciones son habituales en las comunicaciones en la red (nótese, por ejemplo, el uso de ‘pa q’ en el propio texto de Nadine y, si de comas se trata, la falta de una de vital importancia entre las palabras ‘Tranquila’ y ‘quiero’). En segundo término, la sentencia “La verdad es mi letra”, entendida como ella pretende, parece pronunciada por el mismo autor de “Yo soy el que soy”; esto es, Jehová. Y por mucho que se alucine la señora, suponemos que todavía nota la diferencia.

Por último, es claro que la frase en cuestión no flota en el éter. Está en un contexto, y en este caso el contexto es terminante. En lo gramatical y, como se verá pronto, también en lo político. Punto.