Bedoya Reyes: "La crisis moral en la política es una epidemia"
Bedoya Reyes: "La crisis moral en la política es una epidemia"
Pedro Canelo

Casi todos los mediodías, llega puntual a su estudio de abogados, en Miraflores, donde ofrece asesorías, revisa publicaciones y aún espera retomar la escritura de un libro tan urgente como interminable: sus memorias. “El libro pienso titularlo ‘Realidades de una vida’. Las dos primeras líneas dicen: acercándome a los 100 años quiero contarte las realidades de una vida. Si alguien aparece a decirme que no es verdad, me malogró el libro [ríe]”. Estamos en una tarde de casi treinta grados y el fundador del PPC solo se acalora cuando habla de una izquierda que define como “eternamente desunida” y de las últimas denuncias de corrupción a ex presidentes. El ex alcalde de Lima cumple hoy 98 años y ha pedido no festejar en exceso, a pesar de que su entorno político y familiar quieran tratarlo de manera prematura con la solemnidad de un hombre centenario.

— ¿Aún piensa que el PPC es un partido político joven?
Sí, porque tenemos un decano que es el Apra. Ellos llegaron al gobierno después de 60 años de vida. Nosotros recién tenemos 50. Ningún partido ha durado en el Perú, todos han sido caudillistas. Partidos siempre han existido, pero alrededor de una persona.

— ¿Es global esa crisis de partidos políticos?
Los partidos más democráticos, más respetuosos de la militancia, han sufrido por la competencia de la televisión, que para el debate sobre un acontecimiento trascendente coge la opinión de los especialistas. No importa si están acertados o no, pero la polémica ya no se produce entre partidos, sino entre personas.

— ¿Podemos afirmar que el Apra también ha sufrido por eso?
El Apra también está en una etapa crítica. Haya de la Torre no fue el jefe del Apra, fue el monarca. Alan García no alcanzó ese respeto sideral. Muchacho travieso, ha vivido más de las escenas que de las esencias. Además, tuvo un desastroso primer gobierno. Es muy difícil que Alan recupere la vieja autoridad como la tuvo Haya de la Torre.

— Usted tuvo una relación especial con Haya de la Torre. ¿Lo apoyó para que liderara la Asamblea Constituyente por un sentimiento de culpa?
En realidad, tenía vergüenza por algo que dije. La lucha por la Alcaldía de Lima en el 63 fue una lucha muy dura y después se repitió la pugna en el 66. Belaunde se alió con la Democracia Cristiana cuando me designó ministro de Justicia fuera de cuota. Un día me llama y me dice que sabía que había rechazado dos veces ser candidato a la alcaldía. Y en ese tiempo, la alianza del Apra con el odriismo tenía casi la victoria segura. Belaunde quería una derrota por la menor cantidad de votos y me ofreció volver a ser ministro después del proceso electoral. Me dije “qué diablos”, entré a la campaña y gané. Eso nunca me perdonó Haya, porque demostré que no era mayoría ni en Lima ni en el Perú. El Apra me golpeó salvajemente. Yo montaba caballos en Chaclacayo y ellos me denuncian por “desviaciones aristocráticas”. Y mi reacción salvaje fue decir: “Yo sé que monto caballo pero ¿qué monta Haya?”. Casi me mata Andrés Townsend.

— ¿El PPC volvería a establecer una alianza en el corto plazo?
Primero, habría que ver la reconstitución del partido. Y el PPC está sufriendo una pugna interna. Como una operación de salvataje, hay gente que quiere ser los sobrevivientes. Nosotros preferimos que la embarcación se mantenga a flote, nos interesa hacer la travesía. No nos interesa ser sobrevivientes. Los partidos no tienen estructuras todavía.

— ¿Hay una estructura alrededor de Kuczynski?
Pedro Pablo demoró mucho para llegar al poder, no formó un partido político propio donde sea reconocido como el auténtico jefe. Además, el patrimonio que deje será para el próximo candidato. Y allí está la tentación del pecado en todos los partidos: la lucha de los herederos entre quienes quieren ser candidatos a la presidencia. En el proceso anterior hubo gente que compró el derecho de ser candidato. Allí está un factor de por qué la política puede ser corrompida. Hay que poner la lupa en quienes quieren ser candidatos a la presidencia, comprando el título. No hay cosa más inmoral que eso.

— ¿Eso también puede explicar la crisis de corrupción que vivimos con casos como los de Lava Jato y casi todos nuestros ex presidentes expuestos a indicios de corrupción?
Pero no solo en el Perú, todos los presidentes de Sudamérica están en crisis. La crisis moral en la política es una epidemia en Latinoamérica. El Perú es vulnerable en sus sectores dirigenciales a la comisión del delito en beneficio personal.

— ¿Al final solo los gobernantes de Acción Popular (Belaunde y Paniagua) podrán quedar liberados de tantas investigaciones y destapes sobre corrupción?
Estoy perplejo por todo lo que está pasando. Sobre eso que dices, hay una frase genial de Belaunde que toma vigencia: “El Perú como doctrina”, citando los clásicos dichos que como regla moral tenían nuestros indígenas. Porque al final de cuentas, gracias a esos principios, su gente ha sabido mantenerse en el respeto a sus responsabilidades morales.

— ¿Qué posición tiene hoy usted sobre el indulto a Alberto Fujimori?
Es un problema de la ejecución de la pena. Vaya usted a averiguar cuántas veces lo ha intoxicado el bacalao a Fujimori [se ríe]. ¿Quién puede saberlo? Por eso las dudas de la gente tienen fundamento natural y es una lástima al final esto porque el Perú no tiene registrado en la historia reciente el caso de alguien que haya muerto en la cárcel después de haber ejercido el poder.

— ¿Es cierto que pudo ser primer ministro de Alejandro Toledo?
Allí la primera voz que propuso que debía ser su primer ministro fue Jorge del Castillo, y después el cardenal. Felizmente me libré, imagínate cómo estaría ahora. La chacana ya no existe, sino como un sonámbulo extraño que no se sabe por dónde milita.

— ¿Seguiría definiendo a Alan García como un “tipo simpático”?
Dije “simpático” porque es conchudo. Le importa un comino lo que digan de él. Que si es corrupto o que si es mujeriego. Su segundo gobierno fue bueno porque, a Dios gracias, se autodesterró y se pasó diez años en Francia. Allí aprendió el arte de gobernar.

— ¿Cree que el pueblo y la prensa están siendo más duros con Toledo que con Alan?
Es muy difícil medir eso. Pero con Toledo hay una ira que parte desde la sorpresa. Con Alan hay “conocimiento gradual”. Es esa tolerancia gradual de cuando llegas a 40 de fiebre, pero comenzaste en 37,5 y fue avanzando. Pero cuando te encuentras violentamente con 40 grados, sales volando a un hospital. Toledo es 40 de fiebre, porque era desconocido aunque no del todo.

— ¿Es posible pensar que para el bicentenario el Perú pueda tener una presidenta mujer?

Desgraciadamente allí nos tocó ser los primerizos en el ensayo. Una mujer como Lourdes Flores sacó más de tres millones de votos y perdió el pase a la segunda vuelta. ¿A quién le tocará ahora? Seguro alguien va a sugerir que sea una de las ‘madonas’ de la izquierda. Este es un país bien original, dicen “es bien guapetona y va de candidata”.

— ¿Por allí está el perfil entonces de una próxima candidata con opciones...?
No, la izquierda nunca podrá vivir junta. En la Constituyente eran ocho grupos y ahora son un número similar. ¿Y por qué históricamente pasa eso? Porque para ser auténtico de izquierda hay que ser cada vez más rojo, si no no vale la pena.

— Este año se cumplen 50 años de la Vía Expresa.
Ese tipo de aniversarios redondos me hace ver como un viejo que vive de ya no sé de qué. Estoy lúcido, muy tranquilo. Solo tengo una distancia entre la memoria histórica y la memoria presente. La memoria histórica aún fluye.

— ¿No le gusta festejar cumpleaños?
Nunca he festejado mi santo, simplemente porque uno debe ser el centro por naturaleza o no es el centro. El centro postizo no me acomoda, ni que me digan patriarca. Un patriarca está sentado y no habla, díganle así a otro.

— ¿Por qué aún no ha terminado de escribir su libro de memorias?
Como excusa aparente y como realidad triste, puedo alegar que he tenido muy duros los dos últimos años. La pérdida de mi hijo mayor y la pérdida de mi mujer. Además, Odebrecht –mira quién todavía– está expropiando parte de una propiedad que tengo en Chaclacayo para hacer un camino. Siento que es una injusticia, pero así es la vida. A mí me tocó expropiar cuando era alcalde.

— ¿Su rutina es venir de lunes a viernes al estudio?
Todos los días vengo con puntualidad. Mi hora normal es de 12 a 3 de la tarde, atiendo algunas cosas, leo revistas, me gusta venir. Además, ya estoy solo en casa. La historia es así, ya cuando uno estira la pata la cosa será distinta. Ojalá sea sin darme cuenta.

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