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El Jorobado. Así se hace llamar en ese espacio público denominado Twitter. Así es como Carlos Meléndez, uno de los politólogos más reconocidos de su generación, hace recordar su paso por la Universidad de Notre Dame. Ahora, convertido en investigador posdoctoral en la Universidad Diego Portales de Chile y socio del grupo de análisis 50+1, analiza el nuevo panorama político peruano, donde Pedro Pablo Kuczynski (PPK) gobernará y tanto Keiko Fujimori como Verónika Mendoza –afirma– se disputarán el liderazgo de la oposición. “Mientras Keiko Fujimori ve informales, Verónika Mendoza ve pueblos indígenas”, asegura.
—El 40%, según Ipsos, señala que el apoyo de Mendoza fue un factor decisivo en el triunfo de PPK.
En el referéndum del año 93, el Sí ganó con 52% y el No tuvo 48%. Y las regiones donde ganó el No de manera avasalladora fueron Puno (80%), Cusco (62%) y Moquegua (59%). Son regiones estructuralmente antifujimoristas. Cuando Alberto Fujimori tenía la mejor imagen, el sur siempre le fue adverso. Esto le resta a la exageración del rol que ha tenido Mendoza en la segunda vuelta. El sur iba a votar de manera antifujimorista con o sin ella.
—En la segunda vuelta se habló mucho de memoria.
Hizo muy bien la izquierda en plantear la elección en términos de memoria. Lo que hemos visto fue una disputa entre dos memorias históricas: la memoria fujimorista, que se propone a sí misma como la única capaz de llevar el Estado a las zonas más alejadas, y la memoria antifujimorista, para la cual el fujimorismo es una mafia delictiva y autoritaria antes que un partido político de masas.
—¿Cuán importante es para Fujimori y Mendoza liderar la oposición?
Nuestros gobiernos normalmente no son populares. La receta que les ha funcionado a muchos es capitalizar el desgaste del gobierno. Keiko Fujimori y Verónika Mendoza van a tratar de ser lideresas de la oposición, pero, paradójicamente, a Verónika Mendoza le puede resultar menos difícil.
—¿Por qué?
PPK es el presidente perfecto para el renacimiento de una izquierda programática, ideologizada, porque representa intereses centralistas, limeños, tecnocráticos, transnacionales. Verónika Mendoza debe estar feliz porque tiene al rival perfecto. A Keiko Fujimori se le dificulta porque tiene que posicionarse como una figura de oposición, pero tendrá que gobernar la rama legislativa. Tiene 73 escaños, pero 73 escaños de un Congreso que es una de las instituciones políticas más desprestigiadas en el país. La victoria del fujimorismo puede ser una victoria pírrica.
—La izquierda tendrá una importante representación legislativa.
Le va a hacer bien al país tener una izquierda orgánica en el Parlamento, porque va a haber una convivencia que es sana para tener una clase política más profesional y alturada. La izquierda tiene que aprender a hacer política con rivales ideológicos, a los que no son capaces de darles la mano. Marisa Glave dice que no se imagina en una Mesa Directiva con el fujimorismo. Lo siento: el pueblo peruano ha dicho que en el Congreso haya tanto fujimoristas como izquierdistas.
—Considerando su poca representación parlamentaria, ¿crees que el de PPK será un gobierno débil?
El gobierno de PPK va a tener que apoyarse en poderes fácticos: en poderes económicos, en sectores de la prensa, empresarios, Iglesia. Pero debemos olvidarnos si vamos a tener un gobierno representativo en los próximos años.
—¿Por qué?
Por la naturaleza propia de esta organización política, que considero más una facción de tecnócratas que un partido político. Lo mínimo que podemos exigir a un partido que sabemos que no va a ser representativo es legitimidad técnica, que forme tecnócratas políticos, profesionales en ingeniería constitucional, reforma del Estado, negociación de conflictos.
—Pero considerando cómo es el Perú, un país geográfica y socialmente dividido, muy extenso, ¿crees que sea posible que el gobierno de PPK tenga legitimidad técnica sin tener legitimidad de masas?
Tiene que. Peruanos por el Kambio quizá es de los partidos menos enraizados y de menor expansión geográfica. Entonces, tiene que atraer y formar a tecnócratas políticos que sean capaces de mediar. Un gobierno de PPK no puede plantearse cómo apagar ‘arequipazos’ y ‘baguazos’, tiene que plantear cómo evitarlos.
—El desgaste de los gobiernos pasados en cuanto a aprobación ha oscilado entre 50 y 55 puntos. PPK ha comenzado con 50%. ¿Hay opción de que este gobierno sea mejor que los últimos?
Los últimos tres presidentes tienen la misma curva. Una luna de miel, que dura un año, un tercer año pésimo, y suben ligeramente en el último año. PPK debe saber que así van a ser los años que se le vienen. Lo mejor que sabe hacer PPK es gestionar la administración pública, y lo que tiene que hacer es eso: es lo único que le puede garantizar un mejor desempeño. El problema es que se está planteando la gobernabilidad como destrabar inversiones, y me parece que eso no es solamente lo que debe hacer un próximo gobierno. El desafío de PPK es generar un Estado funcional. Pero el problema con las gestiones tecnocráticas es que han ninguneado al sector informal.
—¿A qué te refieres?
En el Perú se celebra mucho el ensanchamiento de la clase media. ¿Pero qué sucede con quien pasa de la pobreza a la clase media? Traslada a sus hijos de un colegio estatal a una escuela privada, de pésima calidad, en general; en vez de llevar a sus hijos a un hospital, los lleva a una clínica, y también sabemos cómo son los servicios en algunas de ellas. Conforme yo crezco económicamente, me pongo de espaldas al Estado, me escapo de los servicios que brinda el Estado. Esta es una clase media de sector informal, que implica una ética de rechazo y de espaldas al Estado.
—Entonces, el éxito de PPK pasa por construir una nueva relación entre el Estado y el ciudadano.
Claro. La tecnocracia que ha gobernado al Perú en los últimos 15 años ha generado, a través de sus políticas, este distanciamiento entre el peruano y el Estado. No estoy pidiendo que haya más Estado, sino un Estado eficiente, un Estado atractivo para todos los peruanos, una opción más competitiva. Pero esta clase tecnocrática, que ha convertido al Estado en un ogro y en enemigo público del país, debe ahora generar confianza.
—Tú has mostrado un interés intelectual por comprender al fujimorismo como fenómeno político. Pero hay quienes, como Alan García en una entrevista a El Comercio, dicen que tienes un corazoncito naranja.
Para un analista político, ser objetivo es una quimera. La única manera de ser disciplinado en el ejercicio profesional académico es tratar de resaltar las cosas negativas y positivas de cada proyecto político. Pero en el Perú algunas personas vetan que se resalten aspectos positivos de algunos de ellos. Como en esta campaña el antifujimorismo ha sido la identidad más movilizada y mediatizada, son capaces de estigmatizar a quienes resaltan aspectos positivos del fujimorismo. Pero eso, obviamente, no me hace fujimorista para nada.
—¿Nuestras clases académicas se politizan demasiado?
Es legítimo, pero lo mejor es transparentar. Decir: “Yo soy izquierdista”, “yo socialista”, “yo voy a hacer mis análisis desde esta premisa”. Lamentablemente, ese ejercicio no se hace. Y al final algunos medios te vetan; o hablan mal de ti en algunas universidades. Eso es porque en el fondo no existe el ejercicio de tolerancia académica, de respetar a quien te quiere argumentar, de manera profesional, la naturaleza política de otros fenómenos a los que no te adhieres. También existe otro tipo de analistas que claramente endosan proyectos políticos con intereses personales. Mucha de la opinología en el Perú solo esconde lobistas, operadores políticos, asesores de imagen, que tratan de acercarse a un proyecto político ni siquiera con fines ideológicos, sino mercantiles. Eso ha dañado el ejercicio del análisis político en el Perú.
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— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 26 de junio de 2016