Jorge Muñoz se despide de dos décadas como gerente, regidor y alcalde de Miraflores. Hoy jurará el máximo cargo de la capital en una ceremonia en el Circuito Mágico del Agua. (Foto: Rolly Reyna/GEC)
Fernando Vivas

Un hombre constante: 56 años en un mismo distrito, Miraflores; primaria y secundaria en el mismo colegio, Carmelitas; abogado católico casado con Mariela Montagne, madre de sus hijos. ¿La política es lo disruptivo en esta vida constante? “Por no decir aburrida”, me corta , con el buen talante que acompaña nuestra caminata bajo el puente Villena –¿no conocen esa ruta? ¡vayan¡– hasta un lugar tranquilo para conversar.

En el camino, Muñoz acepta todos los selfies, sonríe y abraza a quien lo pide, como si aún fuera candidato. Bien dicen que la política es una campaña permanente. Perdón, ahora yo lo estoy cortando. “Rescato lo que dices. Me gusta correr carreras de largo aliento, eso hace que necesites tener un paso sostenido. En la vida y en la política no gana el que más corre , sino el que tiene el paso constante. Hay otros que dicen que los más creativos son desordenados, disruptivos; pero yo siempre he buscado tener orden y armonía, y sobre esa base, crear. Hice algo inusual cuando seguí una maestría de Gestión Ambiental”. Pero eso fue después de empezar la carrera edilicia en 1995, digo, aferrado a la idea de que la política fue lo disruptivo en su vida. “Correcto, pero estoy seguro de que mis compañeros no hubieran hecho una cosa así, se hubieran quedado litigando en sus estudios”.

Sigo buscando los antecedentes de la disrupción política. El alcalde saliente de Miraflores e inminente de Lima es un hombre deportivo – “he practicado todos los deportes, surfing ya no, pero a veces agarro el corcho y he descubierto el paddle [tabla con remo]”– y tuvo una experiencia religiosa en el Sodalicio. ¿Sorprendido con lo que hoy se sabe u olió algo hace tiempo? “Para mí fue muy sorpresivo. [...] Estuve en un círculo de más afuera y tuve buenas experiencias. Sí pude percibir, y fue una de las razones que me llevó a alejarme, una verticalidad demasiado estricta [...]. Ahora, que se les aplique el máximo de rigor”.

Esa fugaz militancia de laico consagrado no lo ligó con la política. Tampoco lo hizo la PUCP ochentera, donde estudió derecho. Quizá fue un maldito accidente.

—Luces apagadas—
Francisco Muñoz Wells se estrelló en la Panamericana contra un camión con las luces apagadas. “Me hablas de eso y me conmuevo, a pesar de que han pasado más de 20 años. Yo tenía como 33 años y había tenido una vida tranquila, sin sobresaltos. No era una vida fácil o regalada porque mis padres fueron muy luchadores, pero era tranquila. Hasta que muere mi hermano. [...] Eso me generó una preocupación por temas de seguridad vial casi inconsciente”. Muchas vocaciones derivan de una tragedia que no fue del todo un accidente y que algo se debe hacer para evitarlo. “De algún modo ha sido así, pero no fui consciente al principio”.

Jorge pensó que la mejor manera de hacer política era la participación vecinal. Primero en la administración municipal, luego como regidor y alcalde. Dos décadas a paso constante y seguro.

Pregunta difícil, que seguro esquivará, pero igual la haré. ¿Antes del segundo período en Miraflores, ya pensaba en postular a Lima? “Dije: ‘una vez más [a Miraflores] o regreso a mis cuarteles de invierno’. Ya había descubierto la vena política, incluso podía ser el Congreso. Pero nada de eso estuvo en el espectro hasta un tiempo después. En el interín, me quedé sin partido, porque Somos Perú hizo una alianza con la que no estuve de acuerdo [con César Acuña]. Estuve dos años y medio como independiente, conversé con mucha gente y una de esas personas fue Raúl Diez Canseco. Me dijo: ‘¿no te interesaría plasmar esa visión de desarrollo en AP’? Y dije: ‘¿por qué no?’”.

Jorge no había estado cerca de AP pero cuenta que votó por Belaunde en 1980. Y en 1990, ¿ Vargas Llosa o Fujimori? “El voto es secreto, pero sí te puedo decir que me he inspirado en ‘El pez en el agua’ y lo volví a leer para la campaña”. ¿Oyó a la gente hablar barbaridades tras el espejo del focus group, como narra Vargas Llosa? No es lo mismo que la caminata con selfies, ¿no? “Sí, hemos tenido focus y encontrábamos que no había puntos de conexión. Tú puedes creer que tienes una imagen, y no es lo que la gente piensa de ti”. ¿Funcionó ‘Limaflores’? “Buscamos algo disruptivo para que me dé la posibilidad de explicar qué buenas prácticas tuvimos en Miraflores y qué podía repetir en Lima. Algunos decían que era elitista, pero eso me permitía explicar que yo no era alcalde ni de A ni de Z, sino que mi experiencia servía”.

Además, habrá funcionado el que Miraflores sea un distrito amigable al limeño que lo visite. “Eso es algo que hemos construido porque mi antecesor [Manuel Masías] no permitía que la gente pise los parques, que los chicos jueguen. Nosotros hemos cambiado eso. Si viene una persona que no es miraflorina, ¿por qué no puede usar los espacios públicos? Eso es lo que genera al final del día tener a un ciudadano más relajado, más feliz”.

—Limeños en el espacio—
Muñoz ya anunció que su obra prioritaria, en la que trabajará ya mismo, es un teleférico entre la estación San Carlos del metro y la estación Naranjal del Metropolitano. Le pregunto si, más allá de razones de planificación técnica, aquí hay un mensaje de invertir tecnología sofisticada en una población relegada (¡qué distinto a las escaleras con las que empezó Castañeda!). “La vida está hecha de gestos. Hay gestos, sin duda, de preocupación por la gente que más necesita, pero además hay una planificación que tiene que ver con mejorar una zona. Esta obra no viene sola sino acompañada de los 12 km que faltan [de la ampliación del Metropolitano hacia el norte]”. Sin los teleféricos de Medellín y de La Paz, no hablaríamos de esto, ¿verdad? “Me impactó en Medellín encontrar la ‘cultura metro’, una trasmisión de valores internalizada en su gente, que hace que allí donde termina el metro, haya alimentadores y teleférico para las zonas altas. Darles a las personas el medio de transporte adecuado”. Le recuerdo que en La Paz todas las cabinas del teleférico llevan el rostro de Evo Morales y le pregunto, con sorna, si acá algo similar. “No, no , aquí hay que despersonalizar”, y sonríe con malicia, porque intuye a dónde apunto. ¿Qué hará con tanto amarillo? “Es uno de los colores del arco iris”, sigue sonriendo. Quiero ir más allá de su inexorable bronca con Castañeda. ¿Cómo resolver el dilema entre advertir los pasivos y no parecer un quejón? “Tienes que advertir cosas, pero no perder tiempo en advertirlas. A nosotros nos han elegido no para hacer reportes o denunciar fallas o lo que se dejó de hacer; sino para dar a los ciudadanos lo que se merecen”.

Jorge toma aliento y aprovecha mi provocación amarilla para enunciar su afán. “El eje está en el ciudadano y estos cuatro años usaremos lo mejor para que el ciudadano tenga una casa más digna. Mi gran sueño es que Lima tiene que ser una casa, una gran casa que nos permita mirar al futuro, que nos haga sentirnos bien acogidos; y no esa ciudad que cotidianamente nos agrede, con gente que ha tenido que despertar muy temprano para viajar horas, sin servicios de salud, con inseguridad, sin recojo de basura, fruto de la no planificación”.

—ATU y adiós—
No hay alcalde que no admita que sin la ayuda del Gobierno Central, fracasa. El mayor proyecto de la ciudad es el metro, y está en manos del Ejecutivo. Pero este año de sorpresas, el Congreso dio una para la capital: la ley de la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU). ¿Una buena noticia? “Creo que sí, a pesar de que el alcalde va a perder facultades. Va a estar en una sola mano la administración del transporte para Lima y Callao. Hay algo serio que es la fragmentación de 42 actores [distritos], el MTC, la AATE [Autoridad Autónoma del Tren Eléctrico]. Lo más probable es que la gente de la AATE termine manejando la ATU”.

A propósito del transporte moderno, su drama y su postergación para los limeños tiene para mí un símbolo que se lo quiero describir al alcalde, aunque por supuesto que lo conoce: la estación central del Metropolitano. Es neurálgica, es relativamente nueva y es tan poca cosa para esta ciudad que está entre las 30 más grandes del mundo. Y es un horno de poca ventilación, lo que delata la poca estima oficial por el confort ciudadano. Como si el peatón limeño no mereciera un plus de inversión en aire acondicionado. La pregunta es larga, pero mucha gente se asfixia allí y vale el desahogo.“Muchas de las gestiones que han pasado no han tenido al ciudadano como eje y hay que tenerlo como eje para planificar desde y para él. Cuando te pones en los zapatos del ciudadano comienzas a pensar qué es lo que necesita que le des. El mejor ejemplo es pensar en una persona con discapacidad. Te pones en su lugar y cambia tu planificación. Hay muchas obras que se hacen para satisfacer egos o por motivaciones subalternas, eso no va a pasar en esta gestión”. ¿Y si llevamos esa buena lógica a un extremo y recorremos la ciudad en silla de ruedas? “Algo de eso hemos hecho en Miraflores, pero no lo he hecho en Lima. Es un reto muy grande porque tenemos cerros donde viven 3 millones de personas sin cosas elementales, como pistas, veredas, muros de contención”.

No puedo terminar este perfil conversado, sin una pregunta que sé que será evadida, pero se resentirían si no la hago. El alcalde, ya lo saben, está impedido de reelegirse, de modo que la candidatura presidencial es un ‘must’. “Estoy absolutamente focalizado en Lima”. No insisto y, más bien, pregunto, pensando en Castañeda y Susana Villarán, cómo hará para emprender reformas hacia la formalización, qué hará ante tanto taxista y ambulante, sin sembrar vientos de revuelta y exclusión. “Siempre he pensado que en Lima no sobra nadie [...]. Fruto de la desplanificación, de dejar pasar, el péndulo se llevó al extremo. Ahora,que el péndulo vaya regresando al lugar que corresponde, con una inteligencia que permita hacer cosas sin afectaciones a personas que llevan el pan a su familia”. Tremendo reto, lidiar con la informalidad y con reformas formalizadoras.
Jorge Muñoz se acerca al acantilado y, para eso, comete una pequeña trasgresión. No hay cuidado, alcalde, guardaremos el secreto. Los serenos sabrán discernir y mirar a otro lado. Solo hay turistas y peatones felices. Entendemos que busque una manera de decirle adiós a Miraflores.