“Soy defensora de la vida, pero hay situaciones especiales. Tuve aquí a una niña de 10 años que fue violada por un hombre de 68”, cuenta la ministra. (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
Fernando Vivas

La piropeo, como corresponde a su condición de ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. O sea, no a lo Vexler, sino ponderando su buen perfil para las políticas públicas: ha sido presidenta de la Asociación de Gremios de la Pequeña Empresa Pyme-Perú, lideró el mismo gremio en Arequipa, ha sido pionera de organizaciones de mujeres empresarias y ha hecho un curso de posgrado en igualdad de oportunidades.

“A usted la buscan los políticos, no está para buscarlos”, termino el piropo. “La política me correteaba en los últimos años. Siempre estuve en el sector privado, y eso nos hace acercarnos a las autoridades, porque somos un sector relegado”. Antes de la ‘ppkallamada’, hubo otra: “En el 2001, me llamó a las 3 a.m. Rafael Valencia-Dongo [ligado a Lourdes Flores] para proponerme ir al Congreso. Acepté acompañarla, por un sentido solidario, fue una campaña de aprendizaje. Cuando terminó, dije ‘nunca más’”.

¿Fuerza Popular la llamó? “Nunca, ni ahora ni con su anterior partido”. ¿Y por qué le aceptó a PPK? “Para las elecciones municipales [del 2014] me llamó Gilbert Violeta, por encargo del actual presidente. [PPK] me invitó a conversar y me propuso ser alcaldesa de Arequipa, porque habían hecho encuestas de reconocimiento en regiones y yo aparecía”. le dijo que no, pero deslizó que podría animarse a ser congresista más adelante. Y así pasó.

Pero la llamada más sorpresiva llegó este julio. Jura que no se la esperaba, a pesar de que en la prensa ya habíamos difundido el rumor de que estaba en el bolo ministeriable. ¿Quién la llamó? “El presidente y el primer ministro, ambos”. ¿Y les replicó “por qué yo”? “Mi pregunta fue: ¿Confían en mí, creen que puedo hacer cosas buenas en la cartera?”. Ahora sí, le vuelvo a hacer la pregunta que contestó con titubeos apenas debutó en el MIMP. ¿Es usted feminista? Uhmmm, derrapa unos segundos y agarra pista: “Ahora soy ministra de todos”. ¿De todos y de todas?, la pico. “De todos y de todas, de niños y niñas, voy por la igualdad de oportunidades, tengo un posgrado en eso. Si entendemos hoy por feminismo luchar por obtener el trato igualitario para la mujer, esa es mi lucha y soy feminista”. Bueno, quizá sea mejor una ministra que se esfuerce en llegar al concepto de feminismo que otra que parta fanáticamente de aquel.

—Cuando el sol declina—
Hablar de pymes arroba y arrebata a Ana María, más que su nuevo sector. Aún está adaptándose y no quiero sacarla de ese trance, porque indago por sus recuerdos más remotos: “Nací en una empresa familiar, la fundó mi padre. Él era huérfano, salió de la nada. Yo correteaba entre tubos y planchas, porque era una fábrica metalmecánica. Ahí aprendí lo difícil que es hacer empresa en el país. Por eso defiendo mi sector, es la pasión de mi vida; he pasado embargos, terremotos. Un día antes del ‘fujishock’ [1990], hicimos un contrato con unos curitas. Nos habían pagado y no habíamos comprado los materiales. Pero mi padre había dado su palabra y ese era su capital”.

El padre de Ana María, José Domingo Choquehuanca, es descendiente y homónimo del prócer que se hizo célebre cuando pronunció un inflamado discurso ante Bolívar a su paso por Pucará. Murió hace ocho años y su hija quiere contar algo sobre él: “No había ventas, yo administraba. Entré a su oficina y le dije: ‘Papá, hay que empezar a reducir personal’. [...]. Me dijo: ‘Sabes, hijita, todo lo que ves a tu alrededor no es tuyo, no es mío, es de los trabajadores, no se van, vende lo que tengas que vender. Si no quieres, mamacita, ahí tienes la puerta, me dices qué domingo me visitas’. Ese día fue un golpe duro para mí, aprendí que la valoración de un ser humano es prioritaria”.

Quiero retroceder a 1825 y evocar la arenga del ancestro, para preguntar a Ana María si no le provoca sentimientos encontrados: “Quiso Dios de salvajes formar un gran imperio y creó a Manco Cápac; pecó su raza y lanzó a Pizarro. Después de tres siglos de expiaciones ha tenido piedad de la América y os ha creado a vos”. Grandilocuente, ¿no? ¿No hay un complejo de raza aquí? “Sí, es controversial, pero me quedo con otra parte de la arenga: ‘Crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina’. Me marca porque así va a ser, es la historia de la descendencia del imperio inca de la que me siento orgullosa [...]. Esa identidad que logro afianzar en mi persona es la que me hace llegar a donde usted me ve”.

La ministra no es vulnerable como las poblaciones que defiende su cartera: niños, adultos mayores, personas con discapacidad. E incluye una mesa LGTBI, pues, dice con suavidad, “la discriminación no está” en su horizonte. Por supuesto, le pregunto por la unión civil y me contesta: “Nosotros, en el plan de gobierno, contemplamos la unión civil patrimonial, yo sigo la línea del gobierno”. Sobre la píldora del día siguiente, dice que es un “asunto delicado”, aunque reconoce que el TC ya zanjó que procede su distribución gratuita. Sobre el aborto, no quiere ser concluyente, sino contarme un drama que la ha conmovido: “Soy defensora de la vida, pero hay situaciones muy especiales, hay que contemplarlas. Imagínate, tuve aquí a una niña de 10 años que fue violada por un hombre de 68. Tiene entre siete y ocho meses [de embarazo]”. ¿Las creencias religiosas impiden decidir? “Soy católica, pero eso no da derecho a criticar a otras personas con posiciones diferentes”.

Cuando hablamos de los centros de emergencia Mujer en comisarías (reciben 75% de las denuncias), ahí sí se la siente ‘en cartera’. Es partidaria de la teoría de que la violencia contra la mujer no ha aumentado, sino que se hace más visible gracias a las denuncias. También cree en la teoría subsidiaria de que vivimos en medio de una reacción machista ante el avance de la mujer. Se divierte contando los avances de un taller de ‘hombres de miércoles’, que se reúnen ese día para pensar en las razones por las que no deben maltratar a sus mujeres ni a sus niños.

¿Y la mujer, ministra, qué quiere compartir? “En Lima estoy sola, mi esposo y mi hijo están en Arequipa. Tengo dos hijas y cuatro nietos en el extranjero, que es lo que más extraño porque no los veo crecer. [...] Pero servir al país que va a tener un mejor futuro para mis nietos lo justifica”.

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