La historia de los hermanos Fujimori tiene un ligero parecido con el drama de “Los hermanos Karamazov”. (Foto: Archivo El Comercio)
La historia de los hermanos Fujimori tiene un ligero parecido con el drama de “Los hermanos Karamazov”. (Foto: Archivo El Comercio)
Cecilia Valenzuela

El domingo, después de todos los acontecimientos que abrumaron a nuestra reciente y pobre historia política, hizo público un video en el que aparecía amenazando, ingeniosamente, a su hermana . Después de mencionarla sin decir su nombre, pero citando textualmente las palabras con las que Jorge Barata la describió –“fría y distante” –, Kenji dijo: “Me someto a todas las investigaciones, seré testigo en los casos que sea necesario y demostraré quiénes son los corruptos”. Es decir, si te sigues metiendo conmigo, si me desafueras, o se lo haces a mi gente, te reviento: hablo.

Si sus convicciones democráticas y éticas están por encima de ella, ¿por qué no habló antes? Porque no quería perjudicar más a su hermana o porque aprendió de chico a guardar siempre una buena ficha de recambio.

Después de tanta insinuación, la fiscalía lo ha citado a declarar el 6 de abril. Las expectativas son altas, él mismo se ha fijado la valla. Más le vale un testimonio contundente, pero si no sabe nada que tras las investigaciones se pueda probar, habrá conquistado el enojo de los fiscales y le habrá devuelto a su hermana su condición de vencedora, pírrica, es cierto, pero vencedora de este round.

La historia de los hermanos Fujimori tiene un ligero parecido con el drama de “Los hermanos Karamazov”. Claro que Fedor Dostoievski no conoció a Moisés Mamani, y por eso en su magistral relato el autor del crimen que uno de los hermanos silencia para hundir de por vida al otro es un demente, un loco; y no un solapado sinuoso como el parlamentario de Fuerza Popular.

Ahora, tampoco es que Keiko haya hundido para siempre a Kenji ni que el espectáculo que los Fujimori nos ofrecen desde la última Navidad se asome al nivel de una obra maestra. Al contrario, los epítetos que el vocero titular y el vocero alterno de Fuerza Popular, Daniel Salaverry y Héctor Becerril, largaron contra sus ex colegas de bancada Bienvenido Ramírez y Guillermo Bocángel, una vez propalados los ‘mamanivideos’, resultaron delirantes. El mejor fue Becerril, quien los llamó montesinistas.

Al margen de la ironía, unos fujimoristas llamando montesinistas a otros fujimoristas; los representantes del keikismo pretenden que los ciudadanos olvidemos que Ramírez y Bocángel fueron convocados por Keiko Fujimori para postular por Fuerza Popular, que están en el Congreso gracias al impulso, única y exclusivamente, de su partido.

La calaña es tal que ayer el congresista Bocángel declaró: “El desafuero tiene que ser rápido, con esto vamos a terminar. ¿Saben por qué tiene que ser rápido el desafuero? Porque me da tiempo de presentarme al Gobierno Regional de Huánuco”.

Según Ipsos, la aprobación del Congreso cayó 12 puntos, de 26% a 14%, entre diciembre y marzo, y esto antes de conocerse las negociaciones entre Mamani y los ‘Avengers’.

Es evidente que la responsabilidad del desprestigio del Congreso y el debilitamiento de esa institución fundamental la tiene Fuerza Popular. Si van a hacer oídos sordos al hartazgo de la gente y a utilizar su mayoría para quedarse, tendrán que dejar la rencilla y la violencia que los ha caracterizado y apoyar las medidas que decida tomar el presidente Martín Vizcarra.

El ring en el que los hermanos Fujimori han convertido el país en su lucha por el poder ya no se puede tolerar.