Gracias a la paz de los tuits, por Federico Salazar
Gracias a la paz de los tuits, por Federico Salazar
Redacción EC

Qué suerte que no había tuits de por medio. El presidente Ollanta Humala pudo reunirse, sin inconveniente alguno, con los líderes de los partidos, a raíz del eventual caso de espionaje a favor de Chile.

Un caso de espionaje es una cuestión de Estado. No tiene la menor relevancia la calidad de la información trajinada. Lo decisivo es saber si el gobierno de otro país pagó para obtener información militar clasificada de su vecino.

En asuntos de Estado lo responsable es mostrar unidad, firmeza y serenidad. ¿Se puede ser firme y sereno al mismo tiempo? No es que se pueda o no: se debe serlo.

La unidad debe constituirse en torno a la defensa de la nación. Me da mucho gusto no tener que criticar a nadie en un caso así.

Ha estado bien el presidente Ollanta Humala al llamar a los líderes de los partidos. Han estado bien los partidos al enviar a sus máximos dirigentes, como Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, y Alan García, del Apra.

Cada uno de ellos tuvo razones para no asistir al llamado “diálogo” con el gobierno luego de la crisis de la ley del empleo juvenil. Pero cada uno de ellos ha sabido diferenciar la situación ocasionada por el caso de eventual espionaje.

El gobierno, por su parte, tuvo el tino de contener, de su lado, el encrespamiento de los tuits. Adicionalmente, y motivado por la crisis de Pichanaki, hizo un cambio de ministros, que alivió las tensiones con la oposición.

Quizá el gobierno sabía que se venía la crisis del eventual caso de espionaje, y por eso aceleró el cambio ministerial. Quizá quiso ofrecer una rama de olivo a los partidos opositores. 

No importan ya los motivos del cambio ministerial. Enfrentamos una situación sumamente delicada frente a Chile, y esta nos encuentra unidos.

La clave está en que el gobierno se conduzca con altura y que los opositores, en asuntos de Estado, depongan sus legítimos intereses a hacer oposición. Este caso debe servir para sacar lecciones.

Tanto la oposición como el gobierno deben saber mantener una reserva de buena disposición. Haber mantenido a Ana Jara como jefa del Gabinete ha rendido frutos muy prontamente.

En el gobierno es probablemente la funcionaria con mejor vocación para el diálogo. No está congestionada con la discusión del día a día.

Ana Jara entiende lo que no quería entender el ex ministro Daniel Urresti. Que el gobierno no debe pisar el palito de la provocación. Que, como en el fútbol, hay que evitar la tarjeta roja, aun cuando el adversario te enerva.

El propio presidente Humala debería adoptar esa línea de conducta. No debe salir de su función de Estado. Si funge de parte deliberante en la política doméstica, pierde manejo en los más altos asuntos de la nación.

No es una crítica, sino una recomendación de aquí en adelante. No hay que esperar una crisis internacional para cambiar de actitud.

Los cambios repentinos de actitud, más bien, pueden ocasionar problemas en situaciones delicadas. La lección está servida. Depende de cada uno sacar sus conclusiones.