Llegamos al inicio de la recta final de una elección, en la que, increíblemente, la pandemia no es el problema central. (Ilustración: El Comercio)
Llegamos al inicio de la recta final de una elección, en la que, increíblemente, la pandemia no es el problema central. (Ilustración: El Comercio)

La permite encontrar algunas confirmaciones y nuevas evidencias. Al utilizar la metodología de la simulación con cédula y el recálculo sobre los votos válidos, como será el 11 de abril, encontramos cosas interesantes. La nueva evidencia muestra que todo se reduce a la competencia entre Rafael López Aliaga y George Forsyth para saber quién acompaña a Lescano en una segunda vuelta. Eso llevará a los candidatos más que a mostrar propuestas, a mostrar los dientes.

El candidato de Acción Popular se ha consolidado en el primer lugar, ampliando su electorado tanto en Lima como en regiones, así como en los diversos grupos de nivel socioeconómico. Solo un hecho exógeno muy fuerte que lo afecte lo sacaría del ‘ballotage’. Difícil que ocurra. Su partido, donde lo ecléctico no es debilidad sino fortaleza, con una marca conocida y a quien no se le atribuye el rechazable desempeño en el Parlamento, aparece también como el de mayor intención de voto. En una simulación de segunda vuelta, ganaría a todos, y de manera más pronunciada, a Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori.

George Forsyth, de una larga campaña, tiene la desventaja de caer aun cuando menos en el último mes. Su ventaja es que no tiene la resistencia y rechazo de los otros tres. Eso, en una campaña en la que las propuestas parecen no importar mucho, hace que pierda hoy en una simulación de segunda vuelta, solo por una diferencia de 6 puntos frente a Lescano. Es el único que podría ser el más competitivo en segunda vuelta. Ha logrado, eso sí y no poca cosa, arrastrar a su lista parlamentaria, que superaría el umbral.

El caso de Rafael López Aliaga es interesante. Su crecimiento es sostenido, pero muy concentrado en Lima, zona urbana y nivel socioeconómico A/B, lo que produce una sensación de opinión pública mayor que la real. Su crecimiento no es desdeñable. Pero eso, que es su base fuerte, también es su límite. Su electorado es muy conservador, leal a sus ideas y formas, pero, para pasar a la segunda vuelta y ganar, se constituye en su mayor límite. Aquello que dijo en campaña lo vuelve vulnerable a una contracampaña y así poder captar a un electorado más amplio. Perdería largamente con Lescano en segunda vuelta. Ha logrado, eso sí, hacer conocido a su partido, que superaría el umbral electoral.

Keiko Fujimori tiene el electorado más fiel, pero los que la rechazan lo son también. Su zigzagueo entre moderación y radicalismo fujimorista, de elección a elección, y las facturas que tiene que pagar por la responsabilidad de Fuerza Popular en el quinquenio han impedido su crecimiento. Es más fácil que pierda a su electorado más conservador que arrancarle algo a López Aliaga y Hernando de Soto. En una segunda vuelta, todos quisieran enfrentarla, pues no ganaría a ninguno. Sí lograría una bancada significativa.

Verónika Mendoza, al igual que Keiko Fujimori, mantiene sus adhesiones, pero tiene dificultades para crecer. Por el centro tiene a Lescano, que le ha arrebatado el sur, y por su izquierda, ha crecido Pedro Castillo de Perú Libre. Algo parecido le ocurrió en el 2016, por lo que Pedro Castillo puede ser para Verónika Mendoza el Gregorio Santos del 2021. Así llegamos al inicio de la recta final de una elección, en la que, increíblemente, la pandemia no es el problema central.