Mejor sola que mal acompañada, por Diana Seminario
Mejor sola que mal acompañada, por Diana Seminario
Diana Seminario

Pareciera que la vicepresidenta ha hecho suyo el dicho “mejor sola que mal acompañada”, pues su renuncia al Partido Nacionalista la deja sin filiación política formal, pero a la vez la aleja de un entorno en el que quizás estuvo incómoda desde el 29 de julio del 2011.

Marisol Espinoza no es una figura nueva en el nacionalismo. Ya desde el 2006 despuntó en esa agrupación como una de las más notorias opositoras al gobierno de Alan García. No en vano la escogieron para integrar la plancha presidencial en el 2011. 
Nadie espera mucho de los vicepresidentes, pero ella era mucho más que la cara femenina y provinciana que toda fórmula presidencial busca en unas elecciones.

Marisol Espinoza se había ganado a pulso ese lugar y era lógico que aspirara a presidir el Parlamento o ir a algún ministerio. Pero ni lo uno ni lo otro. Ni siquiera ha encabezado comisión alguna en el Congreso.

El 2014 fue la prueba de fuego: un grupo de congresistas la propuso para presidir el Parlamento, pero la pareja presidencial se negó y el desbande no se hizo esperar. Fue la disidencia más numerosa del nacionalismo, pero ella se quedó, y desde entonces ya nada fue igual. No solo había sido apartada del cogollo presidencial, sino que ahora incluso la miraban con desconfianza.

Para nadie ha sido una sorpresa la renuncia de Marisol Espinoza al partido de gobierno. Ella había hecho públicas algunas diferencias con el Ejecutivo, pero marcó distancia definitiva tras la difusión de las agendas que se le atribuyen a Nadine Heredia. Antes de esto, se hizo público el supuesto espionaje del que fue víctima. Para la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), Espinoza era –en la práctica– parte de la oposición, sino ¿por qué la seguían?

¿Y por qué recién? Se preguntan algunos ante la renuncia de Espinoza. Ella no ha ahondado en el tema, solo ha precisado que envió su renuncia a las instancias correspondientes, es decir, a la presidenta del PNP, Nadine Heredia.

Pareciera que Espinoza prefiere no tener ninguna relación política con los gobernantes y que su responsabilidad y relación con el presidente Ollanta Humala y su esposa solo se circunscribe a cumplir el mandato para el cual fue elegida: ser vicepresidenta.

En tiempos de inestabilidad política causada principalmente por las denuncias por indicios de corrupción que pesan sobre Heredia y la ciega defensa de su esposo, la renuncia de Marisol Espinoza podría ser incluso estratégica y hasta aseguraría la continuidad democrática.

Todos aspiramos a que el actual gobierno concluya el periodo para el que fue elegido, y las elecciones se den en un ambiente pacífico y la transición se dé sin sobresaltos, ese es el escenario ideal; pero en el Perú a veces los ideales no se cumplen y es mejor alejarse del fuego para no quemarse. Marisol Espinoza lo sabe.