Ricardo León

Algunas cosas han cambiado para en estos últimos tiempos. Ya no tiene orden de arresto domiciliario y puede ahora visitar amigos o ir a nadar a un club pero, en cambio, ya no le es posible encerrarse durante horas en su biblioteca debido a los ácaros y las alergias. Por otro lado, ya no tienen que practicarle constantes pruebas de antígeno prostático porque su diagnóstico mejoró pero, al mismo tiempo, disimula mal un Parkinson que avanza. Su corazón está estable, válvulas artificiales de por medio, pero le preocupa que otro invierno limeño destruya sus pulmones. A los casi 85 años –cumple en octubre-, la vida de PPK es un intercambio entre las posibilidades y la realidad.

La entrevista se realizó la tarde del viernes en su casa de San Isidro, un espacio que hervía de política en aquel turbulento 2016, cuando fue elegido presidente, pero donde ahora solo se escuchan los pasos discretos del chofer, la cocinera y una paciente enfermera que lo vigila sin que él lo note.

En una mesa, cerca de donde Kuczynski está sentado, están las pruebas de impresión del libro que acaba de terminar, y que pronto será publicado. Se titula “Tarea interrumpida. Memorias 1938-2023″. Allí figura todo lo que ha vivido, pero no lo más reciente: la acusación fiscal en la que se pide una condena de 35 años para él, como integrante de una organización criminal de lavado de activos.

“No estoy en perfecta salud, pero me defiendo, hago mis deportes, hago natación”, comenta el expresidente. Ya no cumple prisión domiciliaria, pero evita desplazarse grandes distancias. En octubre cumplirá 85 años. (Foto: Alonso Chero / El Comercio)
“No estoy en perfecta salud, pero me defiendo, hago mis deportes, hago natación”, comenta el expresidente. Ya no cumple prisión domiciliaria, pero evita desplazarse grandes distancias. En octubre cumplirá 85 años. (Foto: Alonso Chero / El Comercio)

— Usted y su abogado han usado un adjetivo para calificar la acusación del fiscal José Domingo Pérez: han dicho que es “precipitada”. ¿Por qué creen eso?

Porque la investigación no ha terminado; nosotros teníamos peritos que ya iban a presentar sus conclusiones y no los han querido oír, hemos presentado testigos, y tampoco los han querido oír. La idea de que es una organización criminal en la cual está mi secretaria, con la cual he trabajado desde el año 80, y mi chofer, quien ha trabajado conmigo desde el año 98, es demencial, es delirante.

— La tesis de la fiscalía es bien concreta: que su socio, Gerardo Sepúlveda, hizo consultorías para Odebrecht y otras empresas a las que usted habría favorecido en su condición de ministro.

Tendrían que demostrar que yo tomé una decisión, que traté de influenciar en algo. Han desfilado ya más de 50 testigos, ni uno solo –ni de Odebrecht, ni del Gobierno, ni de ProInversión, ni de ningún lado– ha dicho que yo les pedí algo.

— Coincidentemente, esta misma semana Alejandro Toledo dijo que fue usted quien le presentó a Marcelo Odebrecht. ¿Lo está queriendo acusar de algo?

Ni bien aterrizó Toledo en el Perú, el señor José Domingo Pérez pidió una reunión en Barbadillo con él para ocuparse de mí. Toledo ha sido muy claro en sus declaraciones; no ha dicho nada sobre mí, salvo cuando le preguntan cómo llegó Odebrecht a él. Creo –dijo él, con otras palabras– que fue una reunión organizada por el ministro PPK y el secretario general de Palacio, cuyo nombre no recordaba. ¿Puede ser que yo haya organizado la reunión? Puede ser. Pero no olvidemos que Odebrecht está en el Perú desde el año 79. ¿O sea, cuántos presidentes hemos tenido que han visto a Odebrecht? Odebrecht no es ningún santo, pero tenía inversiones muy grandes aquí.

— ¿Cuándo conoció a Odebrecht?

Yo la única vez que he visto a Marcelo Odebrecht ha sido esa reunión a la cual se refiere el expresidente Toledo, que fue en Palacio.

— ¿Y a Jorge Barata?

He tenido muchas reuniones con él. Lo conozco, claro. No olvidemos que Odebrecht era, de lejos, la constructora más grande que había en el Perú.

— Volviendo a su caso: por cuestiones de edad, es difícil que lo manden otra vez a la cárcel pero ¿de qué manera van a contrarrestar esta acusación?

Es una acusación absolutamente ridícula, descabellada. Es un prevaricato esta acusación. Y vamos a tomar todas las acciones necesarias para defendernos. Iremos al control de acusación, donde esto se va a caer por su propio peso.

— ¿Cuáles son las medidas restrictivas que todavía pesan sobre usted?

Yo ya no tengo impedimento de salida del Perú, pero sí tengo que pedir permiso para salir de Lima.

— O sea, podría viajar a Estados Unidos, ver a Nancy, visitar a su doctor...

Podría, pero yo no voy a viajar a Estados Unidos ahora.

“Quieren colgar una cabeza como trofeo de caza. Ser presidente en el Perú es una profesión suicida”, sostiene PPK. Esta semana, la fiscalía pidió 35 años de cárcel para él por presunto lavado de activos. (Foto: Alonso Chero / El Comercio)
“Quieren colgar una cabeza como trofeo de caza. Ser presidente en el Perú es una profesión suicida”, sostiene PPK. Esta semana, la fiscalía pidió 35 años de cárcel para él por presunto lavado de activos. (Foto: Alonso Chero / El Comercio)

— A sus casi 85 años, y sin ánimo de ofender: ¿cree que le alcance el tiempo para llegar al final de este proceso?

Sí. Esta situación va a motivar que yo viva hasta que se acabe esta persecución loca. Este grupo (del Ministerio Público) quiere colgar una cabeza como un trofeo de caza. Y lo han logrado, por ejemplo, con Alan García, a quien lo acorralaron con una denuncia. Yo estaba en cuidados intensivos cuando las enfermeras me contaron que él se había suicidado. Obviamente, la fiscalía no jaló el gatillo, pero lo pusieron en una posición muy difícil para él. Él acababa de ver lo que me había pasado a mí unos días antes, y dijo: a mí no me va a pasar eso.

— Digamos que no le favorece comparar su caso con el de Alan García; a él lo sindicó hasta su secretario general, Luis Nava.

Yo no me voy a comparar con nadie, pero aquí lo que querían es colgar, como en un pabellón de caza, a Humala, que está en proceso, a Alan, y lo lograron, a mí, que estoy en un proceso, y también a Castillo. Parece que ser presidente del Perú es una profesión suicida.

— ¿Va a pelear el caso, entonces? Puede que no haya pruebas claras, pero también es cierto que un conflicto de intereses en ese momento era perfectamente posible.

Esto es completamente ridículo, malévolo, descabellado. Que quizás había un conflicto de interés, no lo niego. Obviamente hubiera tenido que cuidarme más, ser más ordenado.

— Ya que estamos hablando del pasado: la crisis que ahora padecemos nace en aquel 2016, cuando usted era presidente. ¿Entró usted muy confiado al Gobierno, calculó mal el peso de la oposición?

La oposición ganó 73 escaños, una mayoría arrolladora, y nosotros ganamos la segunda vuelta por un poquito. Hicimos todo lo posible para hablar con la oposición y nos cerraron la puerta desde el primer día. El día en que yo entré al Congreso para juramentar se sentaron todos. Los diplomáticos y presidentes extranjeros que estaban ahí se dieron cuenta de que esto era una cosa terrible. Y claro que hemos cometido errores.

— ¿Acaso le faltó ser más firme frente a la oposición fujimorista?

No tanto firmeza, sino más comunicación. Pero nunca la señora (Keiko Fujimori) me contestó el teléfono. Ellos actuaron de una manera prepotente. Y después me enteré que se oponían también al indulto humanitario a su padre, Alberto Fujimori. Ese es un comportamiento vergonzoso.

— Si pudiéramos retroceder en el tiempo, ¿usted intentaría otra vez dialogar con Keiko Fujimori y sus congresistas, o pelearía las batallas?

Aquí no hay la muerte cruzada que hay en la Constitución de Ecuador. Las armas que tiene un presidente son bien limitadas. Mi sucesor las supo usar por un tiempo y se mantuvo en el puesto, pero al final también el Congreso los sacó a patadas.

— Sigamos jugando a retroceder en el tiempo: ¿fue buena idea indultar a Fujimori en esos momentos y de esa forma?

Yo debí esperar a que terminara la visita del Papa Francisco para que pareciera que él es el que estaba detrás de esto. Fui a Roma a invitar al Papa a venir al Perú, y le hablé de Fujimori. Y me dijo: ‘Soltalo, che’. Y esas palabras, bueno, me animaron. Antes de dar el indulto, consulté a varias personas y me dijeron: Mira, es un buen momento para hacerlo. Me equivoqué. Hubiera sido mejor esperar un mes.

— Me gustaría que hablemos ahora del presente. Hay ciertos paralelos entre el gobierno de Dina Boluarte y el suyo: ella no tiene un partido, no tiene defensores, está muy sola. Ahora, después de los días intensos de la crisis, intenta acercarse a los gobernadores regiones; ellos también fueron aliados en el gobierno suyo, casi los únicos.

El Perú son las provincias, y Lima se olvidó del resto del Perú. Como de chico me crié un tiempo en Iquitos y en Puno, siempre se me ha quedado eso. Yo creo que la crisis política que vivimos ahora es porque la provincias perciben que están siendo ignoradas. Hay que hacer cosas visibles y reales. Por ejemplo, Puno tiene casi 700.000 habitantes que se mueren de frío, que no tienen desagüe, con calles polvorientas, sin pavimento. Hay que hacer el plan Juliaca. Esa sería una muestra de que Lima no se olvidó del Perú y que algo se va a hacer en sitios donde el gobierno no está suficientemente presente. Ahora se va a venir otra crisis en el norte por las lluvias: hay que ir a Piura, hay que hacer un plan Piura.

— ¿Le va a alcanzar el tiempo para tanto?

Teóricamente se queda hasta el 2026.

— Bueno, usted sabe perfectamente que el plazo de los gobiernos en el Perú es bien flexible, digamos. ¿Qué acción inmediata le aconseja a Boluarte?

Yo creo que ella tiene que hacer el Plan Puno.

— ¿Le sorprendió que en el 2016 el sur peruano, puneños incluidos, lo llevaran a la presidencia?

No, porque ellos nunca iban a votar por Keiko.

— Teniendo en cuenta, otra vez, que en aquel año empezó esta tormenta, y viendo la situación en la que ahora está, ¿se arrepiente de esta aventura de ser presidente?

Tuve muy mala suerte y no logré salir del pantano de una oposición acérrima. Este es un país cómico, no es un país serio. Yo no me arrepiento de haber trabajado como ministro de Economía, con mucho éxito, y como ministro de Energía y Minas. Si me hubieran dicho ‘te vas pasar tres años detenido en tu casa, te van a abusar, te van a acusar de cosas que no has hecho’, obviamente no lo debí hacer. Pero, ¿a quién se le ocurre que eso va con la presidencia?

— Usted ha dicho que no va a utilizar su edad para victimizarse pero, aunque se lo ve sano, el tiempo avanza.

Yo tengo casi 85 años y espero vivir unos más, no sé cuántos. No estoy en perfecta salud, pero me defiendo, camino, hago mis deportes, hago natación. Fui a un club a nadar el otro día y alguien sacó una foto, gente mal pensada. Entonces al club ya no voy.

— ¿Pasa mucho tiempo solo? ¿Lo siguen visitando sus ministros?

Vienen amigos todo el tiempo. Estoy solo, pero acompañado.

— ¿Y Nancy? Su esposa lleva varios años en Estados Unidos, vivieron la pandemia y los problemas legales a distancia.

No ha regresado ni quiere regresar. El problema es que no hay confianza en este fiscal que retiene a la gente. El señor Sepúlveda vino a declarar aquí un enero, y lo guardaron en el hotel hasta diciembre. Entonces, si Nancy viene aquí y la retienen, ¿qué pasa con su mamá, que tiene 90 años, y su hermano, que tiene una enfermedad terrible, como la de Bruce Willis (el actor sufre de demencia frontotemporal)? Ya no puede dejarlo solo. Él no sabe qué es un vaso, qué es lo que está dentro del vaso. El otro día se tomó un vaso de gasolina, y tuvo que ir obviamente a emergencias.

— ¿Cómo conversa usted con su esposa?

Por Facetime, la mejor inversión del mundo. Olvídense de la inteligencia artificial, que va a hundir al mundo; por Facetime, una apretada de botón y allí está.

— Aparte de los apuros familiares, están los apuros financieros.

Sí, es terrible, no solo por lo que está incautado, sino lo que está destruido. La casa de Cieneguilla, está destruida, no queda, no queda nada. Pero el terreno está. Yo quiero recuperar las propiedades.

— ¿En qué gasta la pensión de expresidente?

En pagar aquí la comida y a los trabajadores. Y además tengo apoyo económico de algunos amigos, porque hay que pagar las facturas legales.