Es solo cuando algunas cosas se pierden que uno aprecia de verdad su valor. Al menos eso ocurre en una buena mayoría de casos. El 2020, y lo que va del 2021, nos confirma aquella antigua regla de oro: lo más importante de la vida no tiene precio. Salir a caminar con calma y libertad; sentarse a comer algo cuando a uno se le antoje; disfrutar del mar; mirar cómo el viento mueve las ramas de los árboles en el parque del barrio. Esa clase de pequeños placeres que hoy, mientras sigamos en cuarentena, resultan un lujo. Hay algunas alternativas que pueden ayudar mientras tanto.
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