La nostalgia es esa sensación triste y dulce -al mismo tiempo- que solemos sentir por algo que ya no existe. Puede ser una relación, un período específico de nuestras vidas, un lugar, un objeto, un personaje. Solo se necesita un catalizador para abrir la caja de Pandora. Se sienten nostalgia los domingos en la tarde, cuando el cuerpo pide –exige– una visita a casa de los abuelos que ya no están con nosotros. Se siente nostalgia con el primer sorbo de sopa criolla en una noche fría. Y se siente nostalgia escuchando los primeros acordes de una canción que nos recuerda una juventud que fue breve. Hay quienes han hecho un negocio de la nostalgia, y quienes han construido comunidades enteras alrededor de gustos nostálgicos en común. Desde los apasionados de Candy, Candy hasta los coleccionistas de avisos publicitarios de la segunda mitad del siglo XX. Queda claro que la nostalgia nos reconforta, en todo su agridulce sabor.
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No es necesario pertenecer a un club de fans para caer en esa casilla. No en vano las repeticiones de Pataclaun suelen ser un éxito, cualquiera sea la franja horaria en la que se pongan. El fenómeno se repite en buena parte del mundo y en el 2020 la nostalgia se ha consolidado con una función específica: la de aliviar momentos de crisis. Entre las series más vistas durante la cuarentena en la plataforma estadounidense Hulu, por ejemplo, se encuentran nada menos que Cheers y The Golden Girls. Un musical de Broadway inspirado en The Nanny incluso estaba en marcha poco antes de que los teatros cerrasen, pero ha quedado en pausa hasta nuevo aviso. Las décadas del ochenta y del noventa despiertan el interés de una audiencia ávida por revivir aquellos tiempos pasados que, al menos, parecían ser mejores.
Las redes sociales se han convertido así en un gran punto de encuentro para nostálgicos de toda índole. Es casi inevitable escapar. Sin siquiera buscarlo, Facebook nos recuerda todos los días qué cosa ocurrió en cada fecha del calendario en años diferentes. Incluso la moda nos invita a regresar al pasado una y otra vez, con referencias constantes a los sesentas, setentas, ochentas y -con más notoriedad- los noventas. Esta última década se ha convertido en la inspiración más recurrente en colecciones de centenares de diseñadores y marcas, y la favorita hoy por hoy de los millennials. De todas las tendencias nostalgias, los noventas son sin duda la más popular.
Hace unos años, los hermanos Ross y Matt Duffer, creadores del fenómeno de Netflix Stranger Things atribuyeron parte del éxito de la producción a que la generación que creció a finales de los ochenta e inicios de los noventa hoy tenía más de treinta años y el poder adquisitivo para consumir y pagar por –adivinó– productos que tuviesen que ver con la nostalgia de esas décadas. En 2016, un espectáculo local partió de una idea similar. Para celebrar los 25 años de Nubeluz (acaso el programa infantil más emblemático de la historia de la televisión peruana, con el permiso de Yola, de Karina y de Timoteo) el elenco original se reunió en varios shows en vivo en una gira por distintas ciudades del país. No era un evento para niños, sino para aquellos que fueron niños. Decenas de miles de fans treinañeros (y los hijos de estos, en algunos casos) del Perú y otros países de Sudamérica acudieron al llamado. Gracias a páginas como Youtube, millones de usuarios tienen acceso a material que se creía perdido u olvidado. Y el fandom no ha hecho más que crecer.
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Sube a mi nube
Es curioso: hoy de verdad usamos esa oración en un contexto real. Subimos fotos, videos y otros archivos del celular a una nube invisible donde se almacena todo. Para quienes crecimos a inicios de la década del noventa, sin embargo, resulta inevitable no continuar aquella frase con un automático “...Nubeluz (sususu-sube; sususu-sube)”, aunque sea mentalmente. Ese mismo himno, inmortalizado por las dalinas Almendra Gomelsky y Mónica Santa María, se dejó escuchar a lo largo del continente americano -incluido Estados Unidos- de 1990 a 1997 como apertura a un programa que rompió esquemas para toda una generación: Nubeluz.
Un búsqueda rápida en Instagram con el nombre del famoso show infantil arroja varias decenas de cuentas no oficiales pertenecientes a distintas regiones del mundo (llegó a transmitirse en China, Japón e India, por nombrar algunos países no hispanohablantes), y feeds actualizados con regularidad. Cuando la diseñadora e influencer peruana Antonella Carvajal (@meflipalamoda en Instagram, pero empezó hace diez años a manera de blog) revisó sus estadísticas después de que un video suyo vestida como Mónica Santa María se hiciera viral en redes, ella misma lo confirmó: el efecto Nubeluz desconoce de fronteras. La habían visto desde la ciudad de Guatemala hasta Louisiana.
Lo primero que Antonella (34) quiere dejar en claro es que no busca imitar a Mónica Santa María, ni lo hará de manera profesional. En la configuración de esta estética convergen dos factores clave: su parecido físico, especialmente cuando realiza ciertas poses características de la dalina ‘chiquita'; y su afición por la moda de los noventa, con maquillaje (boca roja y ojos pronunciados son un sello nubelezco) y peinado incluidos.
La similitud entre ambas es algo que viene escuchando desde hace tiempo: hay quienes incluso han llegado a pararla por la calle a preguntarte si son parientes. No lo son. En 2019 un amigo fotógrafo ofreció hacerle una sesión inspirada en la dalina para su cuenta de Instagram, y a partir de entonces se abrió una nueva ventana de contenidos para ella. Una de esas imágenes llegó a los ojos de un productor de televisión, amigo de Luis Carrizales -quien fuera creador de Nubeluz- y actual guardián de muchas prendas originales del elenco. Se pusieron en contacto y el productor ofreció prestarle determinadas piezas cuando las necesitase para fotos. Entre ellas, chalecos y tops pertenecientes a Mónica Santa María.
Lo más peculiar de todo, es que en algún momento de la vida ambas pueden haberse cruzado de verdad: de niña, Antonella y sus hermanas asistieron varias veces al coliseo Amauta para las grabaciones de Nubeluz. Lo que nunca imaginó es que más de veinte años después, un video suyo en un red social llamada Tik Tok se haría viral gracias a unos segundos donde aparece vestida como Mónica. Fue su madre quien la animó a hacerlo, minutos antes de que saliese en vivo por su cuenta de Instagram -como hace todos los miércoles- para conversar con sus seguidores sobre su década favorita: los noventa. A eso se debía el look.
“Yo hago esto con mucho respeto y sin ninguna intención de molestar a nadie, mucho menos a la familia de Mónica”, sostiene Carvajal, quien estudió diseño y estilismo de moda en España. “Esta es una nueva audiencia para mí, sobre todo con nuevos seguidores internacionales. Algunas personas me han escrito para que mande videos saludando, pero no es mi estilo. Entiendo el afán que hay por el parecido, pero no voy a enviar ‘besos a todos los nubecinos de Argentina', por ejemplo”, añade. Lo que sí agradece siempre que puede es el cariño: la mayoría de comentarios han sido alentadores. “La gente se ha emocionado reviviendo conmigo ese tiempo, y de alguna manera se olvida de la coyuntura que estamos pasando”, continúa.
Su intención original era precisamente esa. Y lo sigue siendo.