Son tres los locales con el sello de Terminal Pesquero que he conocido en los últimos años, y cada vez que me ha tocado visitarlos siempre me encuentro con sabores distintos en la carta. Hay un poco de sorpresa y otro poco de innovación, sin dejar de lado la bonita tradición de tener en frente —por ejemplo— una generosa jalea de pescado con un par de cervezas heladas y canchita para acompañar.
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En esa variedad está la clave que los ha llevado a cultivar una clientela que está dispuesta a esperar —cuando es necesario, claro— a que se abra un turno para poder pasar a probar de esta experiencia. Y no los culpo: la relación cantidad-precio suele estar bastante balanceada.
El crecimiento de esta marca ha sido abismal en los últimos cinco años, incluso con una pandemia de por medio, y buena parte de eso se debe a su concepto. Comida marina cercana, sin pretensiones, pero con un toque diferencial que los distancia de los formatos más convencionales. El proyecto gastronómico, iniciado por los amigos y socios Diego Vergara y Alejandro Figueroa en 2018, hoy reúne en su menú desde pescados enteros preparados a elección del cliente (fritos y al ajo, sudados, a lo macho, entre otros) hasta los superpopulares dúos que combinan una porción de cebiche con chaufa, chicharrones de pescado o calamar y hasta causa con pulpa de cangrejo.
En el medio, nos encontramos con todo lo que uno espera hallar en un sitio dedicado a los placeres del mar: almejas a la chalaca, tiradito de pejerrey crocante, tortitas de choclo con cebiche de pota, hueveras fritas y hasta chupes y chilcanos para los días en que Lima se torna gris. Terminal Pesquero, sin duda, le pone color a este invierno. //
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