¿Por qué no deberías dejar que el rechazo te afecte (tanto)?, por Lorena Salmón. ILUSTRACIÓN: Nadia Santos.
¿Por qué no deberías dejar que el rechazo te afecte (tanto)?, por Lorena Salmón. ILUSTRACIÓN: Nadia Santos.
Lorena Salmón

Ejemplo 1
Hace algunos años atrás, trabajaba escribiendo para medios digitales e impresos sobre moda. Había conducido un programa de moda en un canal de cable, que a mí me encantaba hacer pero que solo duró un año en las pantallas. Escribía sobre temas referentes a esa industria para una revista local y quería hacer un libro.

Un libro sobre la moda peruana, década por década.
El sueño era de a cuatro: mi marido era parte del grupo entusiasta en incursionar en el mundo editorial, así como una pareja de amigos, ambos periodistas y escritores.

Nos reuníamos en su casa los viernes por la noche para trabajar en el libro y estábamos decididos a hacerlo.
Tocamos varias puertas, en verdad insistimos, y nos dijeron que no, gracias.
El proyecto en el que habíamos trabajado por meses nunca pudo concretarse.

Ejemplo 2
Ya trabajando en lo que hago actualmente, generando contenido sobre bienestar, se me ocurrió la idea de hacer un libro para colorear. Había visto en varias páginas de tendencias cómo una propuesta de un libro para pintar con malas palabras se había convertido en un éxito de ventas online.

¿Por qué no hacer entonces uno pero que lleve mensajes positivos? Acababa de lanzar mi propia página de bienestar (queseasmuyfeliz.com) y esa intención se alineaba perfectamente con lo que busco: compartir herramientas que nos hagan sentir mejor.
Presenté la idea a una reconocida marca de colores, que me recibió y escuchó, pero dejó pasar la oportunidad para un futuro.

Y así me quedé. Con las ganas.

Ejemplo 3
He sido rechazada por la mayoría de marcas deportivas a las que he ido a buscar. Mi perfil, que yo pensaba que encajaba perfectamente con los mensajes de ellas –manejo una página de bienestar, nado, voy al gimnasio, enseño y practico yoga todos los días de la semana–, no funciona, no los llama, no encaja.
Tantas veces me han dicho que no.
Tantas.
El rechazo nos bajonea. Sin duda.
Nos frustra, nos encoleriza, nos entristece.

Yo siempre he sido de las que se tira al suelo ante el primer no.
Ahora, aunque a veces entre en crisis, intento no tumbarme y entender que solo queda seguir remando hacia adelante (¡un saludo especial a todos los trabajadores independientes que me estén leyendo!).
Aunque duela un poquito.
Porque son las puertas que se cierran las que nos movilizan para seguir tocando otras hasta que encontremos una por la que podamos pasar.

Las puertas que se cierran nos hacen más fuertes, nos ayudan a aprender a lidiar con emociones negativas y nos ayudan a desarrollar más paciencia. Oh, valiosa virtud.

Aquí les cuento un dato curioso: años después del rechazo de nuestra intención de libro de moda, no solo he podido publicar libros con contenido más íntimo, personal y con la intención de ayudar, sino que también, imaginen, hace algunos meses me buscaron de Faber-Castell para invitarme a hacer un libro para colorear con contenido de bienestar, dirigido a la mujer.

Una casualidad magnífica.
Una nueva oportunidad.
O la constatación de que si uno no se cae ante los ‘no’ y aprende a esperar, encuentra lo que busca.
Hagan ustedes mismos el ejercicio: piensen en todo aquello que tuvieron que luchar, insistir, batallar para concretar sus sueños.
Es una y otra vez. De prueba, de errores, de toc, toc, toc.
Claro que se puede. //

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