Querido papá:
Te lo digo abiertamente, aunque no me hayas pedido el consejo, ni la carta. Te lo digo abiertamente porque te quiero, como siempre: necesitas relajarte, pa. Aprender a relajarte. Porque bien sabes que no solo eres un cuerpo: también eres como te sientes y como esas emociones te afectan. Eres como piensas, como hablas y como te comportas, todo está unido.
Desde antes de la pandemia percibo que has tenido más momentos de estrés que de relajo completo: primero el susto con tu salud, luego la pandemia, la pérdida de nuestra querida Coca, lo que representó tremendo evento inesperado; el terror que sientes de perder todo lo que has conseguido, el temor de pensar que no hay salida.
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Solo puedo decirte, atrevidamente: calma.
Para ti.
Si hay algo que me has enseñado es que somos más fuertes de lo que pensamos y que el amor es la base. Entonces, te invito a preguntarte: ¿cuánto amor te das a ti mismo, papito?
Si uno está en constante preocupación, lo que sucede en nuestro cerebro es una constante producción de químicos que generan en nuestro cuerpo reacciones que, si se mantienen por mucho tiempo, nos terminan dañando y produciendo dolencias físicas crónicas, enfermedades.
Sabemos que no te gusta enfermarte, ¡a quién sí! Pero recién me doy cuenta de que es porque eres como yo, una persona muy sensible, con un umbral de dolor muy bajo.
Sabemos también que cuesta enfrentarnos a nuestros miedos, ¡pero nunca vamos a dejar de experimentarlos! Y aunque te cuesta lidiar con una araña, tu valentía es la forma en la que te entregas incondicionalmente a quienes quieres. Ahora es el momento de hacerte cargo de ti.
Fuera de las preocupaciones habituales naturales en una circunstancia tan compleja como la que estamos atravesando, por favor ya no reniegues.
¿Sabes lo que me dijo Antonia el otro día? “Ay, mi tata es una persona muy especial”.
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Me resulta conmovedor y me gusta que haya elegido ese palabra: eres especial y te mereces un descanso de todas esas cosas que crees que puedes controlar o manejar y no se puede, pues, papá. No se puede y no vale la pena para nada renegar constantemente por lo que no se puede cambiar, por más palabrotas que se nos escapen de la boca.
Te mereces un momento de verdadera desconexión, donde puedas disfrutar sin que tu mente te lleve a otro escenario que no sea la preocupación habitual.
Mereces dejar salir durante más tiempo a ese niño hermoso que eres: déjalo que se apodere de ti y te permita reírte a carcajadas sin pensar en el mañana. Así como cuando nos ganas en Sequence.
Permítete soltar esa responsabilidad que te autoadjudicas, corazón de león, y sé tú mismo tu principal misión.
Disfruta de la vida, papá, como sabes hacerlo y me has enseñado a hacerlo. Viéndolo todo con tus ojotes maravillosamente azules y saboreando todo como si fuera la primera vez. Poniéndole música, más música a tus días, porque soy testigo de cómo tu carita se transforma cuando escuchas una canción favorita.
Sigue viviendo experiencias que te den energía, felicidad, anécdotas para que puedas compartir de la manera tan divertida como sueles contarnos a todos sobre tu vida.
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Inclusive, ¿sabes qué idea loca se me acaba de ocurrir? Que de una vez por todas estudies cocina y seas el chef que siempre has querido ser.
Pero, por lo pronto, que mañana, que es tu día, no exista la política, no exista el covid, no exista nada que te entristezca, mañana hay que celebrar la vida, papito, esa que pasa por nuestros ojos mientras nos preocupamos del futuro. Te amo. //
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