Renato Cisneros

Su nombre es Danny Blanchflower. Es profesor de la norteamericana Universidad de Darthmouth y ex miembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra. Hace un par de años, después de tabular los resultados de una ambiciosa investigación que abarcó a 132 países, arribó a la siguiente conclusión: “Los 47 es la peor edad para ser feliz”.

La historia universal está plagada de ejemplos que podrían sustentar la teoría de Blanchflower. Napoleón Bonaparte tenía 47 años cuando fue desterrado a la inexpugnable isla de Santa Elena, su última morada. A los 47 años murió el libertador Simón Bolívar de una tuberculosis. Francisco Goya, el genio aragonés, se quedó sordo a los 47 años. A la misma edad murieron Fernando Pessoa, Frida Kahlo y Jack Kerouac: el poeta portugués por una cirrosis hepática, la pintora mexicana a causa de una embolia pulmonar y el novelista beat a raíz de una hemorragia interna. Judy Garland, la niña prodigio de Hollywood, decidió quitarse la vida a los 47 años tomando barbitúricos.

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Por otro lado, hay montones de biografías célebres que desmienten la tajante conclusión del académico inglés. Por ejemplo, Marlon Brando tenía 47 cuando grabó la película que le garantizó la inmortalidad, El Padrino. El príncipe Alberto de Mónaco fue entronizado a los 47. ¿Cuántos años creen que tenía Obama cuando juramentó como presidente de Estados Unidos? Eso mismo, 47. Y Nancy Pelosi, única mujer en presidir la Cámara de Representantes de EE. UU., fue elegida por primera vez al Congreso cuando tenía 47 años. A esa edad, Cameron Díaz se convirtió en madre y Jim Carrey, en abuelo. A los 47 la ciclista italiana Alfonsina Estrada, única mujer que compitió en el Giro de Italia mientras fue una prueba exclusivamente masculina, batió el récord mundial femenino de las 12 horas. El pediatra y atleta nicaragüense Otto Aldana completó su primera maratón a los 47 años; en adelante participó en las seis maratones más importantes del mundo. Hasta los 47 años jugó profesionalmente el futbolista colombiano Anthony de Ávila, el popular ‘Pitufo’. Su colega, el peruano Germán Carty, alias ‘Avestruz’, colgó los chimpunes con la misma cantidad de calendarios a cuestas. Mario Vargas Llosa tenía 47 cuando fue designado por el presidente Belaunde como titular de la comisión encargada de investigar la masacre de ocho periodistas en Uchuraccay. Y Blanca Varela, con 47 velas recién apagadas, acababa de publicar uno de sus libros emblemáticos, Valses y otras falsas confesiones. Con 47 años, la gran María Rostworowski trabajaba como misionera en el leprosorio de San Pablo, Loreto, dirigido por el peruano-alemán Maxime Kuczynski, padre de PPK. El incombustible Mick Jagger contrajo nupcias a los 47, en Bali, con la modelo Jerry Hall, su segunda esposa. Se separaron nueve años después; “logré que Mick superara su adicción a las drogas, pero no su adicción a las mujeres”, declararía Hall. También con 47, otro de los Stones, el tecladista Ian Stewart, conocido como el sexto Rolling, murió de un infarto; algunos biógrafos de la banda señalan que había muerto figurativamente antes, exactamente cuando el mánager lo sacó de la formación titular porque era “demasiado feo” y no ayudaba a la imagen del grupo. Alfred Hitchcok dirigió su notable Encadenados con 47 años, y con 47 Woody Allen rodó Comedia sexual de una noche de verano. Ricardo Gareca fue contratado como técnico del América de Cali con 47 años cumplidos. Y a esa edad Yma Súmac era ya una diva que regresaba a los estudios de grabación en Nueva York y se sentaba a conversar con Della Reese en el famoso talk-show de la actriz.

Afirma el profesor Danny Blanchflower que a los 47 “la gente se vuelve más realista” y sincera sus expectativas, y por lo general lo hace con una irreversible cuota de pesimismo. Tal vez sea cierto, pero, ya que cumplo 47 la próxima semana, quiero creer que el científico está profundamente equivocado. //

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