El señor Swing fue contratado por el Ministerio de Cultura para “actividades motivacionales y otros servicios”.
El señor Swing fue contratado por el Ministerio de Cultura para “actividades motivacionales y otros servicios”.
Jaime Bedoya

La cultura peruana está en falta con Richard Cisneros Carballido, de ahora en adelante el señor . El apelativo es preciso en virtud de su ágil discurrir en las movidas aguas de la prebenda estatal y el amiguismo rentado. Solo una personalidad altamente viscosa como la del señor Swing podría haber sobrevivido cobrando incólume a lo largo de seis gestiones ministeriales sin que le mueva una ceja, a la sazón minuciosamente depilada en nombre del arte.

Filosofía del pollo a la brasa: parte pecho, parte pierna

Ese mundillo está en falta porque el señor Swing ha corroborado el verdadero valor que el Estado le da a la cultura: ninguno. Además, ha confirmado a esta élite el alcance visionario de la disciplina sobre la que ostenta un invisible doctorado Honoris Causa, el mismo que el señor Swing con elegancia camionera suele referenciar al lado de su cuenta interbancaria. El señor Swing es Doctor en Liderazgo Transformador Sapiencial, grado honorífico que comparte con otro humanista como Carlos Villagrán, mejor conocido para la posteridad post Covid como Quico.

Según una auto referencia improbable el señor Swing ha recibido, de parte de sí mismo seguramente, dos discos de oro y un triple disco de platino. Su obra es inclasificable, en el sentido que es difícil imaginarse a alguien tomarse la molestia de clasificarla. A lo sumo y con las disculpas del caso si es que la referencia tocara susceptibilidades, se reconocen en su persona artística dos referentes visibles: las improntas escénicas de Andrés Hurtado Chibolín y de Franceso Petrozzi, sendos adalides de la cultura.

La dureza emocional de la cuarentena nos excusa del trance de reseñar aquí cada una de sus canciones, como por el ejemplo el Cheke Chaka (“a mover la cinturita/mete y saca sin parar”). Pero si caben dos apuntes: el señor Swing generalmente graba sus videos musicales en espacios públicos (Puente de los Suspiros, Plaza de Armas, Parque del Amor, etc). Esto supone convertir en protagonista involuntaria de su obra a la vida misma, traducida en peatones desconcertados que miran a la cámara con cara de ¿qué mierda es esto? Grabar en lugares públicos además astutamente abarata el gasto de producción. La plata del Estado hay que cuidarla.

El camión al final del túnel

Respecto a sus letras el esplendor de lo anecdótico obliga a detenerse en una canción, aquella llamada Ahora si vamos al Mundial (2017). Cabalgando astutamente sobre el fervor deportivo propio de nuestro retorno al mundial el señor Swing compuso un ecolálico himno a la redundancia. Este ha referido en entrevista que al momento de enfrentar su arte poética primero escribía la letra y luego la música, a lo Mc Cartney. El método queda evidenciado en el tema Ahora si vamos al Mundial. En esta canción se repite sesenta y dos veces (62) el verso ¨ahora si¨. Este sacrificio caligráfico no debe pasarse por alto: Alejandro Romualdo apenas repite ocho (8) veces ¨Y no podrán matarlo¨ en su Canto Coral a Túpac Amaru.

Solo queda referirse a su expertise en el Liderazgo Transformador Sapiencial, tema de la conferencia virtual hecha noticia. El señor Swing argumenta en su informe al Ministerio de cultura que esta canalizará a quienes las disfruten de una experiencia de cambio de vida (sic). Este prodigio ha quedado indiscutiblemente demostrado en lo siguiente:

Gracias a esta conferencia su principal mentor y cliente, el señor presidente de la República, se verá requerido a explicar por qué carajo se gasta dinero en los servicios del señor Swing cuando no hay respiradores, camas, ni equipos. Cuando no hay nada salvo criollada, amiguismo y swing. Tremendo cambio de vida presidencial en plena pandemia. //

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