La buena noticia es que para que la cosa funcione el tamaño no importa. Lee la columna de Luciana Olivares. (Ilustración: Kelly Villarreal / Somos)
La buena noticia es que para que la cosa funcione el tamaño no importa. Lee la columna de Luciana Olivares. (Ilustración: Kelly Villarreal / Somos)
Luciana Olivares

Siempre me he descrito profesionalmente como una celestina. En palabras de mi abuela, como una alcahueta, pero de buenas intenciones. Aún recuerdo uno de esos primeros ‘romances’ cuando trabajaba en un banco. Teníamos como objetivo hacer más vistosa la pronta inauguración de nuestras agencias y por ello convocamos a los mejores grafiteros de la ciudad para que usaran como lienzos esos enormes y feos triplays que cubrían las agencias en construcción. Sus obras de arte pondrían más guapo el barrio. Transformamos una aburrida y predecible inauguración de agencias bancarias en una exposición de arte callejero, reemplazando las biscotelas y el vino de honor por pintura y talento local (incluso logramos algunos titulares en medios de prensa). Fue un win win total: los artistas vendieron sus obras y lograron reconocimiento; el banco alcanzó su objetivo de comunicar y capturar la atención de los vecinos de la zona. Pero además de grafiti tuvimos , pintura, música peruana, cine y hasta circo.

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Como alguna vez conté en esta columna, la gastronomía estuvo presente hasta en cuentas de ahorro que regalaban al cliente la posibilidad de acceder a productos únicos, como las emblemáticas ollas de barro de la recordada Teresa Izquierdo o la primera guía de huariques desarrollada por Gastón. La música fue también una de las relaciones más bonitas que recuerdo. Mas de 600 músicos peruanos –que hasta el día de hoy reclaman más espacio para difundir su obra en las estaciones de radio– pudieron ser escuchados en las más de 300 oficinas del banco, usando el circuito cerrado (siempre destinado al contenido más aburrido del mundo) como la plataforma para dar a conocer su música. Pero no solo eso. Se convirtieron en la atracción principal del app de banca móvil: se podía pagar el recibo de luz escuchando a Laguna Pai. Esta movida desarrollada con la asesoría del gran Pelo Madueño hasta nos permitió llegar a una estación de radio que solo pasaba música de talento peruano y que logró liderar su horario.

La relación con el cine fue toda una película. Lanzamos el primer cine con calle: se podía ver el estreno de Asu mare 2 echado en una mantita y degustando lo mejor de la cocina peruana en carretilla. Incursionamos en el mundo del corto luego de que les pidiéramos a cuatro de los más talentosos directores de cine que reinterpretaran a su estilo los atributos del pisco espirituoso que sorteábamos en una cuenta de ahorro. En términos de pintura, colaboramos con diversos artistas que crearon afiches publicitarios, clases para los hijos de nuestros clientes y hasta diseñaron productos, como el minibar elaborado por Elliot Tupac. Y el circo, a través de una linda alianza con La Tarumba, fue nuestra manera de educar sobre los canales digitales como los cajeros y las apps, pero de una manera divertida, con todos sus personajes.

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Para que funcionen, en todas estas relaciones había un criterio importante: se trataba de un win win. En otras palabras, ambas partes tenían que ganar. No se trataba de un auspicio cortoplacista para salir en la banderola o de una ayuda social. Se trataba de lograr objetivos de negocio y allí estaba el sostén de la relación: ambas partes ganaban. Recordé todo esto porque creo que hoy más que nunca las empresas tienen que activar una suerte de Tinder para vincularse con otras empresas o profesionales y lograr ambos satisfacer sus necesidades. Pero no para un choque y fuga, sino para salir adelante juntos de esta situación. La buena noticia es que para que la cosa funcione el tamaño no importa. Pueden juntarse dos empresas chicas que lo que busquen sea reducir gastos y optimizar equipos, o una marca grande que quizá no tenga ni el sex appeal ni la reputación de la chica. En temas de afinidad, los polos opuestos son más interesantes frente a los ojos de la audiencia, así que la relación entre marcas no implica necesariamente que pertenezcan al mismo rubro; todo lo contrario: el contraste es sexy. Y hasta incluso pueden juntarse empresas o profesionales que compiten, si es que la unión de las partes les hace ganar más (ahorrando esfuerzos).

En estas épocas en las que tienes que replantearte todo, ábrete a la posibilidad de un Tinder empresarial o profesional que te permita encontrar con quién atravesar esta crisis acompañado, ayudando, pero sobre todo ayudándote. Para que la cosa funcione tiene que estar muy claro que no solo es amor al chancho, sino también al chicharrón. //

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