Cuevita con el balón que lo llevará más lejos que a un mundial. (Foto:Reuters)
Cuevita con el balón que lo llevará más lejos que a un mundial. (Foto:Reuters)

Pocos días antes del inicio de , el Sao Paulo publicó un tuit para enorgullecerse de que iba a ser el séptimo jugador extranjero del club que se convertiría en mundialista en toda la historia. Y le mandaba toda la buena vibra.

Todo bonito hasta ahí. No tardaron, sin embargo, en caer los comentarios de los hinchas del Tricolor. Y la mayoría no revelaba precisamente amor por Cuevita: “Que se vaya el peruano vago”, “Muy flojo ese”, “Cueva no nos representa”.

Un tuit parecía discordar: “Que le vaya muy bien en el Mundial...”, pero era solo para rematar sin anestesia: “...a ver si lo venden de una vez a Europa”.

Primero me sorprendí. ¿Por qué tanto encono? ¿Tan malagradecidos podían llegar a ser? Pero dejando de lado la incondicionalidad –es prudente que todos lo hagamos–, pues hay razones.

¿No ha llegado Cueva más de una vez a destiempo a tras una convocatoria a la selección? ¿No ha puesto en riesgo algún partido con una tonta expulsión (la última en mayo contra por la ) o jugado con desgano? ¿No ha puesto mala cara en algún cambio?

Cuevita es un jugador distinto, con muchísimo fútbol en los pies, pero con una cabecita que a veces se desacomoda. Que se le descoloque el pie y falle un penal es lo de menos. ¿Quién de los que se han puesto ante el punto de los doce pasos no ha errado? Pero la cabeza no.
No hay técnico que haya comprendido mejor a Christian que Gareca. Creyó en él apenas tomó la selección, en el 2015, cuando ya impacientaba a los hinchas y dirigentes de Alianza por ciertas actitudes díscolas. Y lo enderezó. Y fue el primero al que besó la noche mágica del 15 de noviembre del 2017.

Hoy todos esperamos que Cuevita se levante del infortunio del sábado y que demuestre tener la cabeza más fuerte del Mundial.

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