Es uno de los espacios comerciales y festivos más importantes de la capital. Llena de simbolismos y un color rojo característico, la calle Capón es guardiana de propuestas gastronómicas y culturales con mucha influencia en la identidad peruana.
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Un imponente arco rojo y verde, resguardado por dos grandes leones de piedra, da la bienvenida. Se dice que su nombre, Capón, viene de ‘capar’, pues en esta calle se solía castrar a los animales de granja, especialmente a los chanchos. Su historia colorida y popular, así como la del Barrio Chino limeño, se remonta al siglo XIX y está conectada con la creación del Mercado Central y la gran inmigración china. Es a partir de 1849 cuando los chinos llegan masivamente con contratos para trabajar en haciendas, ferrocarriles y otras duras labores.
Nos cuenta el historiador Richard Chuhue que una vez que los chinos comenzaron a quedar libres de sus contratos se les hacía difícil regresar a su país porque los pasajes eran demasiado caros. Además, muchos de los inmigrantes habían formado familias con mujeres locales y se quedaban a vivir en el Perú dedicándose al comercio, tomando como punto de reunión el actual Mercado Central: “Inaugurado por el presidente Ramón Castilla, el mercado estaba en el mismo lugar donde lo encontramos hoy, a una cuadra de Abancay. Alrededor, se empiezan a formar desde 1854 y 1855 los inicios del Barrio Chino o la famosa calle Capón como punto central”, afirma Chuhue, autor de “Capón, el barrio chino de Lima” (Municipalidad de Lima, 2016).
Choque de culturas
Con el tiempo los comercios chinos se fueron extendiendo. Se fundaron sociedades que funcionaban como redes de apoyo. La presencia china —de mayoría cantonesa— cobró una fuerte notoriedad, una realidad que los peruanos no siempre tomaron con los mejores ánimos: “La inmigración china recibió mucha resistencia y se los quiso regular. Se decía que eran desordenados, que traían suciedad y delincuencia. Muchos vivían en el callejón Otaiza [en calle Capón] hacinados en duras condiciones”, resalta el historiador. En este callejón se encontraba toda actividad económica, desde fondas, casas de préstamo, verdulerías, el teatro Odeón hasta los mal vistos fumaderos de opio. Las enfermedades como la fiebre amarilla y el cólera afectaron duramente a sus habitantes.
Las páginas de este Diario registraron algunos episodios del choque cultural e intolerancia hacia las costumbres chinas, especialmente a las religiosas como la adoración de sus divinidades o fiestas que celebraban con algarabía, cohetes y vestimentas peculiares, como el Año Nuevo chino festejado a fines de enero o inicios de febrero. “Esta era una reunión vista con extrañeza por los peruanos”. Chuhue relata que según registros de los años 1856 y 1860 en El Comercio, las celebraciones del Año Nuevo chino pasaron de ser privadas a extenderse a las calles, incluso, del Rímac.
La percepción negativa hacia esa comunidad cambió cuando “los chinos comienzan a tener una mejor condición económica en 1920 o 1930. Vienen chinos con grandes casas importadoras, hacen donaciones a Lima como la fuente monumental del Parque de la Exposición”. La influencia de la cocina china —el kion, la cebolla china, el sillao y el fogón —, ayudaron a que emergiera la armonía entre ambas culturas alrededor del Mercado Central y en la calle Capón, pues eran un espacio de reunión popular, incluyendo las fondas del callejón Otaiza hasta su demolición.
Después, las fondas se reubicaron, la cocina china se distribuyó hacia las calles cercanas y nacieron los primeros chifas, entre ellos el Kuong Ton o el antiguo San Joy Lao. Sus precios económicos e irresistible sazón enamoraron de inmediato a los paladares locales, los mismo que siguen llegando masivamente a esta mítica calle con el mismo ímpetu del pasado, para hacer compras y, por supuesto, saborear un rico chifa de buen fogón y sus respectivos bocaditos callejeros. //
Hoy, sábado 10 de febrero, empieza a regir un nuevo año según el calendario chino. Se trata del dragón de madera. Celebrar el Año Nuevo chino ya es una fiesta nacional en el Perú. Los peruanos separan mesas grupales para los banquetes festivos que organizan los chifas del país.
-El color rojo cobra importancia en la cultura china y la celebración del nuevo año, pues se piensa que los demonios le tienen miedo a este color y se usa para espantarlos.
-La comida en abundancia es importante para celebrar el Año Nuevo chino. No debe faltar mucho arroz, tallarines que significan larga vida y todas las carnes para llamar a la prosperidad.
-Como una demostración de afecto, las personas se regalan sobres rojos con dinero dentro, monedas o billetes, para la prosperidad.
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