La pandemia del COVID-19 hizo volver la mirada a nuestro núcleo: el hogar, la dinámica familiar, el apoyo en comunidad. Esto pasó en varias ciudades de la provincia de La Convención, Cusco, principalmente en las dedicadas a la producción de café y cacao. La pandemia –y el duro golpe que significó para su economía– obligó a estas familias a mirar de nuevo técnicas ancestrales como el ayni, con el objetivo de seguir a flote. “Ayni es trabajar en familia, con los vecinos, gente de por aquí. Damos nuestra mano en la siembra y cosecha, nos organizamos para ayudarnos entre todos”, cuenta el caficultor Mariano Asunción Vargas (65), dedicado hace más de 25 años a trabajar la tierra.
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Él, como otros tantos, recolecta café en Echarati, distrito ubicado a un par de horas en auto desde Quillabamba, ciudad del eterno verano cusqueño. Aquí, el ruido de la ciudad es desconocido: solo arrullan pájaros de colores e insectos. Esta mañana, Mariano se encuentra con su suegro, Juan Galiano, de quien heredó gran parte de sus conocimientos. Trabajan juntos desde las 7 de la mañana, en la parcela de café que ya dio su mejor fruto en la temporada de junio y julio. “Lo que ves ahora es la raspa, lo ultimito que queda de granos de café y que usamos para el consumo local o de la familia”, cuenta Juan, quien a sus 78 años dice, orgulloso, haber dedicado más de 50 años a cultivar el también llamado ‘oro verde’.
En la actualidad, más de 2 millones de peruanos viven de ingresos generados por el café. Además, el peruano está entre los mejores cafés del mundo, siendo uno de los últimos galardones el recibido el pasado julio en Italia, durante los Premios Café SPP. Sin embargo, el impacto local es completamente diferente: el peruano promedio apuesta aún por tomar café importado antes que local.
“En la ciudad muchas veces se olvidan qué ocurre antes de que llegue cada alimento a la mesa. Nosotros trabajamos en ayni desde temprano, recolectamos en la mañana y despulpamos los granos por la tarde. Todo rapidito, para que el sabor sea mejor y más valorado”, comparte Adrián Toribio Rojas, cuando surge la inevitable pregunta sobre el valor que se le da al trabajo del agricultor en la ciudad.
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Estos hombres, que cargan con más de medio siglo de vida, luchan también contra el olvido. Están seguros de que su producto ha mejorado con el paso de los años, pero temen que en unos cuantos nadie se haga cargo de sus parcelas. “Tengo seis hijos, pero todos migraron… a Cusco, a Arequipa. Buscan un futuro mejor, no les culpo. En tiempos de cosecha vienen a ayudar, pero lamentablemente no quieren quedarse con mis tierras. El trabajo aquí es duro, y a veces poco valorado. Pero que nadie se haga cargo pone en riesgo la herencia cafetera que tenemos”, comparte el caficultor Hugo Cañari (69), como un llamado urgente a tomar acción para preservar el café del mañana.
EL RETO
Para Norka Peralta Liñán, editora del portal cafelab.pe, los pasos hacia un cambio ya se están dando, pues en los últimos meses los peruanos han aumentado su curiosidad respecto al consumo del producto local, en lugar del importado. Asimismo, cada vez hay más emprendedores preocupados por revalorizar el café peruano, con iniciativas de comercio justo y visibilización.
“Esperar que el peruano consuma lo producido localmente aún es un reto. Y es un reto al que todavía no se ha sumado el Estado, porque si bien ahora hay más apoyo a los agricultores, las iniciativas siguen siendo pequeñas. El consumo de café peruano no puede ser solamente promovido cada cuarto viernes de agosto (su día central), sino a través de medidas sólidas e integrales”, defiende la también periodista.
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En esta línea, la ONG Ayuda en Acción se ha asentado en el lugar para apoyar a la Cooperativa Alto Urubamba (de la cual forman parte la mayoría de caficultores en La Convención) en el mejoramiento de sus procesos. Una incubadora de proyectos los capacita en temas de producción y negocios, fortaleciendo su presencia en el mercado. “Hay zonas bendecidas con café de alto valor. Sin embargo, muchas de estas comunidades necesitan apoyo para comercializar proactivamente, generar mejores ganancias y un impacto social sostenible en el tiempo y en toda su cadena productiva”, resuelve William Campbell, director país de Ayuda en Acción. De nuestro lado, como consumidores, sumar al cambio está a solo un sorbo de diferencia. ¿Apuestas por el oro verde con sabor peruano?. //
A través de La Huella, pequeños productores y artesanos de todos los rincones del Perú ponen a la venta productos orgánicos que promueven el comercio justo, el respeto por el medio ambiente y son elaborados bajo técnicas sostenibles. Algunos de ellos son, por supuesto, el café de Quillabamba, además de miel de abeja de Cajamarca, canastas tejidas con paja toquilla desde Piura y más. Más detalles en www.tiendalahuella.ayudaenaccion.org.pe.
425 mil hectáreas de café se cultivan aproximadamente en el Perú, según cifras de Midagri en el 2021
2 millones de peruanos dependen de los ingresos producidos por el sector cafetelero.
17 regiones del Perú se dedican a la producción de café, en alrededor de 67 provincias y 338 distritos.
3% del mercado mundial de exportaciones es lo que representa el Perú en exportaciones de café, según cifras del International Coffee Organization.
70% del café consumido en Perú es importado, a pesar de contar con uno de los mejores del mundo, según Midagri (2017).
75% de los cafetales se encuentran sobre los 1000 msnm. La altura pronuncia su sabor y excelencia.
Reino Unido es en la actualidad el destino al que más quintales de café se exportan desde la cooperativa Alto Urubamba, en La Convención.