Un caldo espeso borbotea en una olla gigante, mientras un pequeño ejército de soldados, con uniforme verde-limón, corta, exprime y pica cebollas, limones, pescados y una infinidad de ingredientes multicolor. En medio de la vorágine que solo conoce quien ha trabajado en la cocina de un restaurante, se mueve plácidamente -a sus 54 años- Carlos Alberto Juscamayta Paucar. Tras verlo por unos minutos, uno se pregunta si el apodo de El Gato, como hace más de tres décadas lo bautizó su clientela victoriana, realmente se debe a sus ojos verdes o responde mas bien a su agilidad felina.
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