Dicen que todos los caminos llevan a Roma. La noche del lunes 9 de marzo, delante de la magnífica Fontana di Trevi -construcción que data del siglo XVIII y que ha sobrevivido a guerras, plagas y mafias de toda índole- se contaban decenas donde antes solía haber miles de turistas. Siempre vigilantes, ansiosos de no perder su sitio para tomarse una foto y lanzar una moneda de espaldas al monumento. La leyenda dice que quienes lo hacen -aunque sean pocos- regresan.
Viajar a Italia esta semana podría considerarse tanto acto de locura como una apuesta contra los pronósticos. Según el parte de Protección Civil del lunes 9 de marzo, los infectados por coronavirus en aquel país ascienden a 7.985 (cifra en aumento) y son 463 los ciudadanos que ya han perdido la vida a causa del COVID-19. Cuando la estudiante peruana Catalina Balarezo, de 24 años, compartió en redes sociales una foto delante de la icónica Fontana aquel mismo lunes, los comentarios no se hicieron esperar. “¡Con cuidado!”. "¿Es cierto que los tienen a todos encerrados en sus casas?”. “Yo te veo de fiesta y acá están pasando unos audios alarmistas”. “Igual a disfrutar que la vida solo es una”. Balarezo tiró su moneda. Horas más tarde, la joven conocía -junto a 5 miembros más de su familia de viaje por Europa, como se encuentran muchos otros peruanos- que el gobierno español había decretado prohibir los vuelos directos desde Italia por el coronavirus. Su regreso a Lima, al igual que el de miles de turistas latinoamericanos, es a través de Madrid o Barcelona.
“Cuando llegamos -lunes 9 de marzo- todo parecía estable”, cuenta la estudiante desde Roma, cuyo viaje fue planificado (y pagado) seis meses atrás. “No hay mucha gente en la calle, los negocios se ven vacíos; restaurantes, farmacias y supermercados cierran a las 6 p.m. En estos últimos, solo permiten ingresar a las personas de 5 en 5 y en los restaurantes hay una norma que indica que solo se pueden sentar 2 personas en una misma mesa. En la noche nos enteramos de la disposición de que se cerraban las salidas hacia España y hoy martes (10 de marzo) nos hemos pasado todo el día buscando cómo volver. Nuestros vuelos de regreso a Lima salen desde Barcelona”, indica. La única manera de volver a España, según les informaron en el Consulado Peruano, es a través de otra ciudad. París, Amsterdam o Atenas son las opciones que -de momento- son viables, pero el precio de los pasajes se ha disparado y no se sabe si otros países cerrarán sus fronteras en los próximos días. Todo va cambiando según pasan las horas.
"Las aerolíneas no dicen nada. Llamas y te dicen que siguen saliendo los vuelos. Puedes comprar los pasajes, pero nada te garantiza que podrás viajar. Estamos a la espera de ver qué pasa”. Otra opción es buscar la salida a través de un tren, y desde ese destino volar a España. “Nos han dicho que tenemos que salir de aquí como sea”, continúa Balarezo. En Lima esperan estudios, labores y familia: una vida que continuar, pero el regreso es incierto (si logran volver a tiempo, deberán estar en casa durante 14 días antes de reincorporarse a sus trabajos). El gasto de la compra de nuevos pasajes, cambio de agenda, hospedaje y comida empieza a ser cada vez más alto y muchos turistas no pueden solventarlos. ¿Qué ocurrirá con ellos en caso deban quedarse en Italia, en cuarentena, hasta el 3 de abril?
La vida en casa
Hace 1 mes y medio, cuando la publicista Mirjana Slavkovic (32) se mudó a Milán junto a su esposo -ambos peruanos- pocos podrían haber vaticinado cuál sería su destino. Cuando surgió y se expandió el brote de coronavirus Slavkovic intentó manejar las cosas con calma y normalidad, principalmente para no alarmar a sus padres en Lima. Siguió realizando sus actividades cotidianas como siempre lo había hecho, siguiendo los cuidados sugeridos. Eso, hasta esta semana, cuando se dispuso la cuarentena a nivel nacional en Italia. Se han cerrado escuelas y universidades, suspendido los eventos deportivos y prohibido las concentraciones públicas.
“Antes de la cuarentena la gente podía ir y venir. En mi trabajo pusieron el reglamento de que no podíamos tener reuniones, traer gente a la oficina, ni viajar. Todo seguía con relativa normalidad, pero con mucha tensión”, explica Mirjana. “Cuando dispusieron la cuarentena, el domingo pasado, nos levantamos temprano y fuimos temprano al supermercado. Hay una regla que dice que no puedes estar a menos de un metro de distancia de otra persona. También cuotas para las compras. Ese mismo domingo me llegó un correo del trabajo, diciendo que si bien la disposición del gobierno no contempla oficinas, por precaución nos pedían trabajar a todos desde casa. Nos han dicho que será una semana, pero creemos que serán al menos dos".
Slavkovic, su esposo, y 60 millones de italianos no solo subsisten en el aislamiento (“la gente que vive sola la está pasando mal", cuenta), sino también con la incertidumbre. “Entendemos que es lo que hay que hacer para sentirnos protegidos y que esto no se siga expandiendo”, finaliza. "Pero, después del 3 de abril, ¿qué va a pasar con el país?”