Se reúnen cada lunes por la tarde, religiosamente, en una cochera prestada de Pamplona Alta, San Juan de Miraflores. Solo por unas horas, porque el carro que la ocupa llega por la noche. Como cada semana, las diez mujeres artesanas que integran Pamplona Artex deben coordinar detalles de los pedidos, poner los precios, verificar que las confecciones se encuentren en óptimas condiciones. Ellas son arpilleras, maestras de un arte manual que empezó a difundirse en Lima desde la segunda mitad de los años setenta. Fueron voluntarias chilenas las que llegaron a esta zona, cuando todo era polvo, y les enseñaron la técnica de la arpillería. Este arte nació en el país del sur como una manera de protestar de las mujeres ante la dictadura de Pinochet a través de las imágenes.
La arpillería consiste en usar retazos de diversas telas para recrear paisajes, personajes y estampas cotidianas. Cada una de las integrantes tiene una tarea específica. Se llevan el trabajo a casa donde también colaboran sus hijos, esposos y familiares. Con los retazos —que pueden ser de terciopelo, velur, licra, popelina, pana, terciopelo o cualquier tipo de tela que no se deshilache— arman muñequitos, animalitos, la flora de costa, sierra y selva, hasta recrear preciosas imágenes en movimiento, así como sus cielos, ríos y montañas.
Cada cuadro, como llaman al producto final, es único, no habrá otro idéntico así lo pidan, y pueden ser de diversos tamaños. “El más grande que hemos hecho ha sido un nacimiento de 6 metros de ancho por 3 de alto para el Museo de la Catedral de Lima. Tuvimos que dividirlo y, una vez terminado, unimos sus partes”, nos cuenta Silvia Huamán (51), representante y administradora de Pamplona Artex. El más difícil y el que les demandó más tiempo de investigación fue la representación de distintos países del mundo con su vestimenta, personajes y costumbres.
Las arpilleras pueden recrear cualquier tipo de imagen, incluso algunas no tan santas como la vez que les pidieron playas nudistas y hasta poses eróticas. Ellas lo recuerdan y explotan de risa, pero como profesionales cumplen con lo solicitado. “Chamba es chamba”, nos dicen.
Algunas de las integrantes de Pamplona Artex se dedican de lleno a la arpillería, pues repre - senta un ingreso importante para sostenerse. Otras deben dividir su tiempo con actividades adiciona - les que les generen dinero como la venta de comida y postres.
Cambio social
“Se podría decir que la arpillería peruana nació en Pamplona”, afirma Silvia. “Por eso queremos difundirla, darle el valor que se merece y seguir reuniendo información de los orígenes”. Ella junto a Zoila Calderón (56) se conocen desde que eran muy jóvenes y la arpillería era un arte más difundido en Pamplona.
Zoila nos cuenta que a los 18 años veía a mujeres arpilleras por su zona y ella las imitaba: “Me imaginaba los paisajes de mi pueblo, en Huánuco, sus corralitos y animalitos; así comencé y, de la nada, salieron los pedidos”. En aquellos años, llegaban a reunirse más de 100 mujeres arpilleras para confeccionar las obras. Esto lo vivió Maria Esther de la Cruz (71): “Los viernes llegaba una alemana a recoger los trabajos en un escarabajo [Volkswagen] y lo llenaba todito de nuestra arpillería”. Ahora el panorama es distinto. Nos cuentan que antes de pandemia tenían un local en el Centro de Lima donde vendían sus cuadros, pero lo tuvieron que dejar.
Sin embargo, la lucha por subsistir en este arte colectivo continúa: “Para estar donde estamos, hemos caminado mucho. Nosotras mostramos la identidad del Perú, no estamos por las puras: ¡somos artesanas!”, exclama Zoila reclamando el valor de su trabajo. La vida le ha enseñado que no siempre se puede confiar en la gente, pues han sido estafa - das o nunca les pagaron los pedidos a consignación. Pero nada las detiene. Ahora se toman su tiempo y prefieren no vivir estresadas con las fechas de entrega. Además, con la experiencia, han acelerado los tiempos de producción.
Las integrantes de Pamplona Artex buscan siempre estar en contacto con su comunidad. Realizan talleres gratuitos para la colectividad, y así colaboran con un cambio social, quieren que Pamplona sea vista como un espacio positivo y no como una zona peligrosa. Con la arpillería, estas mujeres van pintando de muchos colores los paisajes grises de la ciudad. //
-La historiadora Sirley Ríos ha realizado una investigación sobre la arpillería peruana y sus orígenes en el libro “Artesanías del Perú. Historia, tradición e innovación”. Se encuentra online.
-En los años ochenta, el grupo Compacto Humano reunió a más de 100 arpilleras de Pamplona Alta, pero se diluyó. En el año 2000 se formó Pamplona Artex.
-Para contactarse con Pamplona Artex y realizar pedidos pueden escribir por WhatsApp al número 973 642 118. Conoce más de su trabajo, cursos y talleres en IG: @pam - plona_artex
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