Maria Plevisani (27), es la hija de en medio de una familia donde reinan las mujeres y la gastronomía. Heredera del buen diente de los chefs Sandra y Ugo Plevisani, ella recuerda su infancia a punta de sabores, postres y travesuras junto a sus tres hermanas: Arianna, Camilla y Vale.
“Mis primeros recuerdos me trasladan a La Trattoria, el primer restaurante de mis papás, en la calle Bonilla. Del colegio iba ahí, almorzaba, y hacía mis tareas”, dice. Aunque puede parecer autómatico que una niña criada por chefs logre deleitarse con cualquier platillo, Maria era diferente. En sus primeros años de vida, no le gustaba comer nada. “Mi papá aún me lo dice. Solo comía arroz con carne molida y McDonalds. Hasta que llegó un viaje a Europa solo de los dos y mi papá se preocupó porque no comía ninguna otra cosa”, comenta entre risas.
A los 6 años, el panorama cambiaría por completo. Un plato ‘mágico’ llegaría a su vida y desde ese momento no lo soltaría nunca más: “una tarde, en el restaurante, mi papá me preparó un plato de spaghetti al pomodoro como ningún otro. Aún recuerdo que tenía un poco de picor, y cómo su sabor cambió mi vida”.
Desde ese momento, el paladar de Maria no haría más que afinarse, entre cartas italianas y postres preparados por su madre, como el cinco leches, el mousse de chocolate y el cheesecake, algunos de sus favoritos hasta hoy.
Aunque su buen diente era innegable de cara a la adolescencia, algo no terminaba de cuadrar en ella mientras crecía en una familia que siempre hacía maravillas en la cocina. “A pesar de que aprendí a apreciarla y amarla, había un problema. No era buena cocinando. Sabía comer, pero no cocinar”.
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¿Y AHORA QUÉ?
En un momento la bautizaron en casa como la “designated cheese grater”, o ralladora de queso designada, en español. “Llegó un momento en que me encantaba serlo. Después de todo, solo rallaba el queso para toda la familia y luego podía ser feliz probando todas las delicias que preparaban”, comenta.
El momento de conectar con la gastronomía llegaría muchos años después, al vivir sola. Como profesional en Finanzas con un trabajo en Nueva York, Maria seguía abrazando su infancia y su hogar a través de la cocina. “Pasaba largas horas frente a la computadora porque pensaba que ese era el camino profesional que debía seguir... luego me di cuenta de que la mejor parte de mis días era cuando llegaba a casa y me preparaba algo para comer”, precisa.
Y resultó que no era tan mala como pensaba. Se enfocaba en un platillo a la vez, subiendo el reto a medida que conquistaba un nuevo insumo o preparación. “Empecé por lo básico, pocos y simples ingredientes en recetas tradicionales que me acompañaron al crecer”. Así, a menudo y mientras domaba ese espacio que le fue lejano por muchos años, recordaba uno de los aprendizajes más valiosos que le dejaron sus padres: “No necesitas nada complicado o elegante para hacer un buen plato de comida, la gente siempre vuelve a los clásicos y el secreto está en los ingredientes y su combinación”, resonaba en su memoria.
El viaje culinario de Maria Plevisani recién comenzaba y poco a poco fue dedicándole más tiempo a eso que la apasionaba y la relajaba luego de sus horarios de oficina.
Cuando por fin decidió ponerle pausa al capítulo de las Finanzas, hace un tiempo, se atrevió a conquistar un nuevo territorio con su curiosidad y amor por la cocina: las redes sociales. De esta manera, ‘millennials’, ‘centennials’ o quien fuera que pasara por su perfil (bautizado como Simplymaricucina en Instagram, y en Tiktok como Maricucina) podría descubrir que la cocina no tiene por qué ser muy compleja o ajena. Ahí, reciben recetas simples pero deliciosas (como spaghetti alle vongole, cinnamon rolls y miso glazed salmon), además de recomendaciones culinarias y ‘spots’ con delicias que uno no puede perderse si visita otros países.
“Este viaje me ha ayudado a empoderar a aquellos que, como yo, también son los ralladores de queso designados en sus casas, para que puedan encontrar alegría a través de una cocina simple y especial”. Aunque aún le quedan muchos otros sueños por cumplir, Maria está satisfecha con lo que viene logrando, a través de sus redes: la mesa siempre está servida, y todos se encuentran invitados. //