Después de elogiar la belleza de su vestimenta, uno de los niños acotó seriamente: “La danza vale más que el traje”. Era la voz de un pequeño de unos 6 años que brillaba bajo el sol por el dorado de su pechera y montera, elementos de su vestuario como danzante de tijeras.
Se llama Fabricio y junto a nueve niños más comenzaron a bailar sin dejar de tocar sus pesadas tijeras de 1 kilo aproximadamente. El violín del maestro Chimango y el arpa de Lapla de Huaycahuacho los acompañaban.
Están practicando para un espectáculo imperdible. En menos de un mes se subirán a las tablas del Gran Teatro Nacional y representarán la obra “La leyenda del niño Danzaq”, donde se cuenta el origen de la danza de las tijeras. El maestro Andrés ‘Chimango’ Lares no puede estar más orgulloso. No solo está viendo los frutos de su centro cultural, de 30 años de trayectoria, sino también es testigo de cómo sus nietos, Valentina (7) y Andrés (9), están totalmente comprometidos con sus raíces, al formar parte de esta obra y entrenar la danza de sus antepasados.
“Cuando era muy pequeña, Valentina nunca jugaba con muñecas, ni a la cocinita, de frente tuvo su muñeco de los 4 Fantásticos. Ella es de acción”, sostiene el destacado violinista ayacuchano. Una vez que su hermano mayor comenzó en la danza de las tijeras a los 7 años, ella, de 5, quiso competir con él. “Eso me motivó y me dio mucho gusto cuando los llevé a la sierra para su iniciación”. Antes de que Valentina se convirtiera en Illariy (‘La primera luz del amanecer’) y que Andrés se llamase Awkipuma (‘El hijo del puma sagrado’), tuvieron que hacer un duro viaje en compañía de sus maestros mayores. En Ayacucho, caminaron medio día desde el pueblo hacia las huacas y realizaron un ritual en la Catarata Ccacca Paqcha. Pusieron sus ofrendas y pidieron bendición y fortaleza. En conexión con la naturaleza y bajo la mirada de la hoja de coca, los hermanitos Lares cambiaron de nombre.
Dominio y destreza
Ser danzante de tijeras es una ardua tarea que puede comenzar desde la niñez. No todos lo hacen, pero empezar tempranamente da la oportunidad de trabajar valores y el respeto del mayor al menor y del menor al mayor, así como reafirmar la tarea del danzante de tijeras como ente mediador entre la naturaleza y las comunidades andinas, papel que tuvo en la antigüedad: “Eran como sacerdotes andinos que hacían sus ofrendas en las cascadas y huacas sagradas por el bienestar del pueblo. Pedían por buenas cosechas, lluvia y la integración de las comunidades sin rencillas. Eso le enseñamos a los pequeños”, rescata ‘Chimango’.
La destreza física también es una exigencia. A Andrés le gustan los saltos mortales, aunque todavía se están preparando para dominarlos. A Valentina, la arañita. ¿Lo más difícil de ser danzante? Para ellos dos, tener que practicar hasta aprender a tocar las tijeras a la perfección. Valentina está nerviosa porque se acerca el día de la presentación de la obra y todavía no aprende bien a tirar el trompo. Andrés, con cada ensayo, se siente más seguro. “Cuando era más chica —dice Valentina— estaba aprendiendo a tocar el violín y el arpa, pero no me salía, hasta que un profesor me enseñó las tijeras y eso sí me salió”. Ella es una de las pocas mujeres danzantes o ‘warmi danzaq’ del país, número que, afortunadamente y a pesar de los detractores, está aumentando con el paso del tiempo.
De este grupo de 10 niños que conforman el elenco de “La leyenda del niño Danzaq”, dos son mujeres. ‘Chimango’ nos comenta que la participación femenina se remonta a los años 80, una tradición más extendida en Huancavelica que en Ayacucho. Una de las primeras fue Llullukilla. Ahora, Guerrerita es una de las más admiradas por su nieta. A pesar de ser pequeños en edad, llevan el traje con total dominio, así como los movimientos, pasos y el valor de lo que están construyendo: “La mayoría de personas trabaja en otras cosas, por eso estamos haciendo una escuela donde hay puros danzantes”, afirma el pequeño Andrés, sobre la importancia del trabajo y del esfuerzo familiar.
Centro danzaq
Más allá de las competencias de acrobacias y faquirismo ligadas más a las plazas y fiestas costumbristas, en el Centro Cultural Chimango Lares están abocados a las presentaciones en teatros y enseñar la danza de tijeras de una manera didáctica, integrando a los niños y niñas de la capital, hijos de migrantes quechuahablantes o hijos de danzantes que llegan de Huaycán, Los Olivos, la Carretera Central y otras partes de Lima. No solo se enfocan en niños, enseñan a todas las edades. Este trabajo está viendo sus frutos. Hace poco representaron al Perú en España y Francia, mostrando al mundo esta danza Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; y ahora, están preparando con todo al elenco de niños danzaq, unos fuertes guerreros dispuestos a impresionar, tijeras en mano, al ritmo del arpa y el violín. //
-La obra "La leyenda del niño danzaq" es la historia de un pequeño danzante que le enseña a otro su herencia artística a través del juego. Busca recuperar los orígenes de la danza y recuerda juegos antiguos como el trompo y las canicas. Participan niños de 6 a 12 años. Se presentará en el Gran Teatro Nacional, en San Borja, los días 10 y 11 de mayo.
-Está bajo la dirección general de Ana Arce y dirección de escena de Steven Cahua. El profesor de danza es Roberto Saire o ‘Qaqañiti de Puquio’, con 36 años de trayectoria. -Entradas en Teleticket
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