(Foto: Getty Images)
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¿Está la cultura del selfie permeando también la ? ¿O es una forma válida de utilizar la propia experiencia?

En inglés le dicen "mesearch" -un juego de palabras que tal vez se podría traducir como "investigayo"- y es un método de investigación cada vez más popular, pero también polémico.

Su nombre oficial es autoetnografía, y se refiere a la práctica de utilizar la propia experiencia personal para abordar cuestiones académicas.

Sus críticos lo descalifican como algo poco científico, lo tildan de narcicismo académico o se burlan diciendo que es así una excusa de los demasiado estudiados para llevar un diario.

Y aseguran que se trata de un fenómeno bastante moderno, una versión snob de la práctica de tomarse selfies, ver reality shows o compartir las propias ideas en esas cámaras de resonancia que son las redes sociales.

La práctica, sin embargo, se ha extendido a muchos campos como la sociología, pedagogía y psicología, se publica en revistas académicas serias y se enseña en universidades de Estados Unidos.

Y el término en realidad se remonta a la década de 1970.

Uno de los primeros estudios, por ejemplo, describe "el fallido auto-tratamiento de un caso de bloqueo a la hora de escribir" de un investigador.

Aunque el hecho de que el artículo fuera publicado sugiere que el académico eventualmente superó el problema.

Espejito, espejito

Mientras que muchas de las investigaciones más cualitativas basan sus teorías en entrevistas a profundidad con un reducido número de personas, el autoetnógrafo solamente utiliza sus propias experiencias y sentimientos para tratar de entender un tema más amplio.

Y los artículos autoetnográficos a menudo están escritos como cuentos, en lugar de en lo que se conoce como "lenguaje académico".

La práctica también rompe con el tradicional método científico que demanda objetividad y distancia por parte de los académicos, y les pide que basen sus teorías en datos o experimentos que puedan ser examinados, verificados y reproducidos.

Así que no sorprende que muchos académicos la vean con sospecha, como sugiere el mismo calificativo de "mesearch", una combinación de las palabras "yo" (me) e "investigación (research).

Y un ejemplo es Vincent F. Hendricks, profesor de filosofía de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca, para quien la autoetnografía no cumple con los criterios necesarios para ser considerada ciencia.

Según Hendricks, los estudios autoetnográficos no pueden pretender tener "falsabilidad, testabilidad, representatividad, extrapolación, predicción y otras condiciones que aseguran una investigación científica fiable ".

Y algunos académicos escépticos han recurrido a Twitter para exponer los que consideran los ejemplos más autoindulgentes y poco científicos de autoetnografía.

Sus últimos blancos incluyen a un investigador que utilizó su experiencia aprendiendo a fabricar vidrio para comprender la coordinación entre ojo y mano, o un académico que describió como subir colinas le ayudó a desarrollar su sentido de identidad.

Otro autoetnógrafo recientemente describió como la victoria de Donald Trump en las elecciones de EE.UU. le quitó el sueño.

Todas, "investigaciones" publicadas en revistas científicas acreditadas.

Nuevas posibilidades

La profesora Carolyn Ellis, de la Universidad del Sur de la Florida, quien es una de las autoetnógrafas más reputadas a nivel mundial, rechaza, sin embargo, las acusaciones de "narcisismo".

"Lo narcisista es dejar de lado la propia experiencia y actuar como si uno lo supiera todo, como si uno pudiera quedarse al lado y no verse afectado por las mismas fuerzas que la gente sobre la que uno escribe", dice.

"Lo narcisista es pensar que 'nosotros', los académicos, solo debemos escribir acerca de 'ellos' y no vernos sujetos al mismo escrutinio", agrega.

Para Ellis, la autoetnografía le ha dado voz a gente de clase trabajadora, minorías étnicas y de orígenes indígenas "que no hubieran podido escribir en la tradicional prosa científica".

Y también argumenta que un enfoque autoetnográfico puede poner de manifiesto cosas que no surgirían con los métodos de investigación tradicionales.

Por ejemplo, la académica ha cuestionado teorías acerca de "estigmas corporales menores" con un relato honesto y personal de por qué nunca le ha gustado su propio ceceo.

Y también dice que la práctica de autoetnografía también puede ayudar a ser un mejor maestro.

Compartir sus propias historias con su clase, cuenta, "crea una atmósfera positiva" que estimula a que los alumnos se abran y aborden "los temas que verdaderamente les importan y preocupan".

Y otros proponente del método dicen que le permite a la gente compartir sus experiencias con mayor profundidad y analizar su significado.

Un ejemplo es la doctora Jill Bolte Taylor, de la Universidad de Harvard, EE.UU., quien hizo observaciones de primera mano sobre el funcionamiento del cerebro y su rehabilitación mientras se recuperaba de un derrame.

Dice que ver cómo su cerebro se deterioraba le dio "un nivel de comprensión del cerebro que la academia no podía enseñarme", por lo que escribió un libro titulado "Comprendiendo mi derrame".

(Foto: HULTON ARCHIVE / BBC
(Foto: HULTON ARCHIVE / BBC

¿Y acaso la revelación sobre la ley de la gravedad que experimentó Isaac Newton cuando una manzana le cayó en la cabeza, y la observación de 'Pienso, luego existo' de Descartes, no podrían acaso ser considerados ejemplos de autoetnografía?

"Habría que preguntarle a ellos, pero yo no tendría problema en clasificar esas observaciones como autoetnográficas", dice la profesora Ellis.

"Auto-indulgente"

El Journal of Loss and Trauma (Revista de pérdidas y traumas) hasta el momento ha publicado casi 100 estudios autoetnográficos y su editor, el profesor John Harvey, dice que la técnica puede ser especialmente útil para el estudio de eventos traumáticos.

Pero también advierte que los estudios autoetnográficos a menudo no logran convencer que la experiencia de una persona es representativa de las de un grupo más amplio.

Por lo pronto, sin embargo, la autonografía no da señales de detenerse, con más y más revistas publicando estudios y más y más universidades ofreciendo cursos sobre el polémico método.

Lo que garantiza más trabajo para la próxima generación de autoetnógrafos, y más trabajo para los cínicos que buscan en esas revistas estudios "auto-indulgentes" de los que burlarse en Twitter.

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