Durante dos años, los biólogos e investigadores peruanos Álvaro García-Olaechea, Zoila Vega y Cindy Hurtado recorrieron el desierto de Sechura (ecosistema árido) y los bosques secos del norte de Perú y el sur de Ecuador (ecosistema semi árido) para conocer a los mamíferos que ahí habitan.
La metodología que utilizaron para descubrir a estos escurridizos habitantes fueron las cámaras trampa. Instalaron en total 279 de estos equipos de monitoreo, entre abril de 2015 y septiembre de 2016, en once lugares de los dos ecosistemas que forman parte de este estudio.
De los once sitios definidos, seis están situados en áreas naturales protegidas y cinco en lugares no protegidos. Además, tres de los puntos de monitoreo están dentro del desierto de Sechura y los ocho restantes en los bosques secos del norte de Perú y sur del Ecuador.
Como parte del estudio también se hicieron entrevistas a personas del lugar para saber qué especies habitan en cada zona, se realizaron jornadas de observación directa y se consideraron también las pistas o huellas dejadas por los animales.
Las imágenes captadas por las cámaras trampa confirmaron la presencia de 20 especies nativas y siete especies exóticas de mamíferos registrados en ambos ecosistemas. Además, hubo registros que muestran un área de distribución mayor para algunas especies como la nutria neotropical (Lontra longicaudis) y el grison mayor (Galictis vittata).
«Contar con información actualizada sobre la diversidad de mamíferos medianos y grandes —excluyendo primates— que habitan en el desierto de Sechura y bosques secos del norte de Perú y sur de Ecuador es importante para proponer actividades de conservación en estos ecosistemas», dijo García-Olaechea, autor principal de la investigación y uno de los fundadores del Centro de Investigación Biodiversidad Sostenible (BioS).
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Una mirada a la biodiversidad en Perú y Ecuador
«Nos emocionó mucho ver animales como el yaguarundi, incluso hay una foto de una hembra con su cría. El yaguarundi (Herpailurus yagouaroundi) es, quizá, el mamífero y felino que menos se ha estudiado», comenta Zoila Vega, de la División de Mastozoología del Centro de Ornitología y Biodiversidad (Corbidi) y una de las fundadoras de BioS.
Vega hace referencia a una de las especies más difíciles de observar en estos ecosistemas que, sin embargo, ha logrado ser registrada durante el estudio. Otras especies que no se ven con facilidad en estos ecosistemas son el margay (Leopardus wiedii), el grisón mayor (Galictis vittata) y el venado colorado (Mazama americana), como se detalla en el artículo Registros dignos de mención y actualización de la riqueza de mamíferos medianos y grandes en ecosistemas áridos y semiáridos del norte de Perú y sur de Ecuador, publicado en el Journal of Arid Environments, de Elsevier.
La investigación también especifica que en el desierto de Sechura se registraron cinco especies nativas y cinco exóticas; mientras que en los bosques secos hubo 20 especies nativas y siete exóticas. Algunas de ellas están presentes en ambos ecosistemas. El zorro de Sechura (Lycalopex sechurae), una especie nativa presente en todas las localidades analizadas, también fue captado por las cámaras trampa.
Perros, gatos, cerdos, vacas, cabras, burros y caballos aparecen en la lista de animales exóticos que viven tanto en las áreas protegidas como fuera de ellas.
«En la Zona Reservada de Illescas y en los Manglares de San Pedro de Vice encontramos poblaciones de perros y gatos asilvestrados», cuenta Vega, aludiendo a aquellas especies de animales que alguna vez fueron domésticos pero se quedaron a vivir dentro de un área protegida y con el tiempo se adaptaron a la vida silvestre.
«Diferentes estudios han concluido que la presencia de mamíferos exóticos influye negativamente en la distribución, en la abundancia, en la ocupación y en los patrones de actividad de los mamíferos nativos», explica García-Olaechea.
Vega, por su parte, añade que la población asentada cerca de las áreas de conservación privada suele criar a su ganado en libertad y que muchas veces este ingresa a las áreas protegidas para alimentarse y luego regresa a sus espacios de crianza. Señala además que hay poblaciones de gatos y perros considerados ferales, es decir, que han ingresado a las áreas protegidas y se han reproducido formando grupos dentro de las ANP.
En cuando al grado de amenaza de las especies registradas en estos ecosistemas, García-Olaechea señala que se tienen cuatro especies categorizadas como Casi Amenazadas, según la Lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN): el gato del desierto (Leopardus colocolo), el margay (Leopardus wiedii), el puma (Puma concolor) y el zorro de Sechura (Lycalopex sechurae).
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Ecosistemas en riesgo
«Tenemos un sentimiento especial por los bosques secos», dice la investigadora Zoila Vega sobre uno de los ecosistemas más frágiles del Perú.
Tanto los bosques secos como el desierto de Sechura figuran entre las ecorregiones clave para la conservación según la lista Global 200, que reúne las ecorregiones globales o biorregiones identificadas como prioritarias para la conservación de la WWF. El desierto de Sechura aparece como Vulnerable debido a la expansión de la agricultura, el desarrollo urbano, y la desertificación; mientras que el bosque seco está en Peligro Crítico debido a que ha perdido por lo menos el 90 % de su distribución original.
Entre las áreas protegidas definidos para la investigación estaban la Zona Reservada de Illescas, la Reserva Ecológica Arenillas, el Santuario Nacional Manglares de Tumbes y el Parque Nacional Cerros de Amotape en Perú; así como la reserva Natural La Ceiba y el Área de Conservación Privada Yacila de Zamba en Ecuador.
Vega señala que en Perú existe una ventaja sobre Ecuador en cuanto a la conservación del ecosistema de bosque seco, puesto que las áreas protegidas han ayudado a cuidar la mayor cantidad de ese ecosistema que está siendo impactado por la expansión urbana y la frontera agrícola.
Renzo Piana, director Ejecutivo de la Sociedad de Conservación del Oso de Anteojos, señala que los bosques secos en Perú son vistos como zonas agrícolas de agroexportación. Y menciona a Ecuador como un referente de lo que podría pasar en un futuro en el Perú.
«El ritmo de deforestación desde la década de 1960 en Ecuador y su relación con las vías de comunicación y la deforestación han sido consecuencia de las políticas del gobierno ecuatoriano para incrementar la actividad agrícola. Eso no ha pasado en la costa peruana, pero esta empezando a suceder en los ríos Piura y Chira, cuyos suelos son muy fértiles», señala Piana.
García-Olaechea también se refiere a la fragilidad de estos ecosistemas. «La biodiversidad se puede perder. Por ejemplo, en los bosques secos de Perú y Ecuador ya no existen jaguares, especie que habitaba en este ecosistema. Pumas sí existen en Perú, pero en los bosques secos de Ecuador son muy escasos», menciona.
El autor principal del estudio también se refiere a los osos de anteojos, que, según cuenta, han quedado relegados a los bosques secos de Lambayeque, mientras que en Piura y Tumbes ya no queda esta especie. «La pérdida de depredadores topes puede generar un efecto negativo en todos los niveles de la cadena alimenticia, generando así un desequilibrio en los ecosistemas y una pérdida de la biodiversidad. Esto implica una reducción de los servicios ambientales, cambios de temperatura extremas, aceleración del cambio climático, entre otros efectos».
El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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