Los ocelotes que habitan la cuenca del Amazonas prefieren el bosque denso y evitan las carreteras y los asentamientos humanos, según el mayor estudio con cámaras trampa sobre este felino difícil de encontrar, publicado en la revista Ecology and Evolution este año.
El ocelote (Leopardus pardalis) es un felino de tamaño mediano con manchas que se encuentra en el sudoeste de Estados Unidos, América Central y del Sur.
Esta especie disminuyó en número gravemente en los sesenta y setenta debido a la caza para el comercio de pieles, pero se ha recuperado desde que se prohibió el comercio y ahora figura en la categoría de Preocupación Menor en la Lista Roja de la UICN. Actualmente, la gran deforestación y la actividad humana en aumento en todo su hábitat amenazan con poner nuevamente a esta criatura elegante en la lista de especies En Peligro de extinción.
Para entender mejor cómo los ocelotes responden a los cambios en su hábitat, Bingxin Wang y un grupo de investigadores de la Unidad de Investigación para la Conservación de la Vida Salvaje de la Universidad de Oxford colaboraron con investigadores brasileños para recopilar imágenes de casi 900 cámaras trampa, junto con datos ambientales de cobertura arbórea, elevación y la proximidad a ríos, rutas y asentamientos humanos en 12 lugares de la cuenca del Amazonas en Brasil, en los estados de Amazonas, Rondônia, Mato Grosso y Pará, así como también el estado de Río de Janeiro.
Los autores utilizaron un modelo estadístico para analizar y entender las elecciones de hábitat de la criatura y se descubrió una preferencia por bosques densos cerca de ríos y una reticencia por carreteras, asentamientos y pendientes.
“Este proyecto muestra cómo diversas organizaciones conservacionistas pueden colaborar para revelar la preferencia de hábitat de una especie importante a la que no se le dio importancia anteriormente”, indicó el investigador conservacionista Cedric Tan, quien supervisó el trabajo. El estudio representa el mayor esfuerzo que se hizo para monitorear cantidades y comportamientos de ocelotes utilizando cámaras trampa: un resultado de 40 000 días de grabaciones entre 2010 y 2017. “A diferencia de felinos más grandes y carismáticos, como el jaguar y el puma, el ocelote recibe menos atención de los investigadores y el público”, señaló Wang.
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Los investigadores descubrieron que los ocelotes mostraban mayor tendencia a ocupar hábitats con coberturas forestales más densas lejos de carreteras y asentamientos humanos —lugares propensos a tener mayor disponibilidad de presas y una presencia menor de personas. Los resultados reflejan los de los estudios de otros felinos salvajes pequeños, como las panteras nebulosas (Neofelis nebulosa), que también prefiere bosques densos y no fragmentados.
Se espera que los carnívoros del bosque sean muy sensibles a la fragmentación forestal y la deforestación debido a su dieta limitada y la necesidad de hábitats extensos. Cuando los depredadores alfa, como los jaguares (Panthera onca), se pierden en un hábitat, los mesopredadores más adaptables como los ocelotes, que forman el siguiente eslabón de la cadena alimentaria, pueden desempeñar un rol incluso más importante en la estabilización del ecosistema al mantener controladas las poblaciones de presas. Por esta razón, además de su carisma y atractivo público, son considerados “especie embajadora” de todo su ecosistema.
Los ocelotes, como muchos otros depredadores de tamaño mediano, son conocidos por su adaptabilidad y en los 12 sitios incluidos en este estudio fueron extremadamente comunes —las cámaras registraron más de 334 avistamientos en los 7 años del estudio. El “ocelote puede sobrevivir en donde haya bosques habitados por presas adecuadas”, explicó Wang. No obstante, advierte que no hay que confiarse sobre la conservación de esta especie embajadora y su hábitat —el estudio no incluyó hábitats deforestados o muy degradados, en donde es probable que los ocelotes hayan sido más perjudicados.
“Aunque los ocelotes sean vistos como especies flexibles y adaptables, los resultados muestran que todavía responden a la presión de las personas”, comentó Guilherm Ferreira, un especialista en cámaras trampas experimentado que estudia poblaciones grandes de mamíferos en el sudeste de Brasil. “Aunque este efecto negativo es intuitivo, es importante mostrarlo de manera empírica”, indicó.
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La adaptabilidad amplia del ocelote puede explicar por qué varias de las características que el equipo midió, como la fragmentación del hábitat y la inclinación de la pendiente, solo tenían efectos muy débiles en el uso del hábitat del ocelote. Los 12 sitios incluidos en el estudio estaban todos ubicados dentro de áreas protegidas o en zonas privadas, que el equipo reconoce que pueden haber limitado la posibilidad de detectar efectos mayores provocados por la deforestación, la fragmentación forestal y la actividad humana.
“Este estudio habría [detectado] un efecto mayor si hubiera más variedad en sus sitios al incluir bosques secundarios […], hábitats fragmentados y potencialmente incluso lugares que hayan sido transformados para la agricultura”, explicó Emily Madsen, bióloga conservacionista y experta en cámaras trampa de la University College London.
Sin embargo, los expertos sostienen que puede haber otras maneras en las que los ocelotes respondan a estas variables sin dejar un hábitat por completo. “Adaptarse a las presiones humanas también puede significar a menudo que los [animales] cambian la manera en que utilizan el hábitat disponible”, afirmó Madsen. Esto puede incluir apegarse a vegetación más espesa en áreas con mayor presencia de personas o volverse considerablemente más nocturnos para evitar actividad humana durante el día, señaló. “Hay aspectos importantes de la ecología y comportamiento de las especies que no pueden revelarse utilizando estudios de cámaras trampas”, añadió Ferreira.
Hay relaciones más débiles y sutiles entre las características del hábitat y el comportamiento de los ocelotes que también pueden ser evidentes en diferentes escalas. El presente estudio consideró características de hábitat en un radio de 500 metros (1640 pies) de cada cámara trampa, pero la evidencia de una variedad de especies muestra que los animales no respondieron a todas las características en la misma escala espacial. Por ejemplo, el comportamiento de los guepardos está influenciado por la presencia de actividades humanas a más de un kilómetro (0.62 millas) de distancia, mientras que responden a características ambientales a una escala mucho menor de hasta 200 metros (656 pies).
Registrado accidentalmente en cámara
Las cámaras trampa no distinguen las imágenes de qué especies registran, por lo que los dispositivos colocados por un propósito pueden ofrecer datos útiles sobre otras especies. Al reunir datos de investigadores de todo Brasil, este estudio pudo obtener ventajas de las cámaras trampa que se colocaron como parte de investigaciones previas de otras especies; una manera económica y relativamente rápida de recolectar datos que puedan ayudar a planificar la conservación. No obstante, reciclar datos de esta forma tiene algunas limitaciones —no puedes elegir dónde o cómo colocar las cámaras trampas, por ejemplo.
Madsen sugirió que esto puede haber limitado el análisis del equipo. Por ejemplo, los autores utilizaron una técnica estadística conocida como modelo de ocupación a fin de entender cómo las variables de hábitat, como densidad arbórea y la proximidad a una carretera influyen en la presencia de ocelotes en un área particular. “Los métodos que nos permiten calcular densidades probablemente serían más informativos” y podrían haber detectado efectos más débiles de las características del hábitat que el modelo de ocupación no halló, planteó Madsen.
“La densidad es más informativa que la ocupación y debería utilizarse como una métrica cuando sea posible”, añadió Ferreira, “El problema es que necesitas más datos para estimar la densidad”. A fin de hacer dichos cálculos, los autores habrían tenido que detectar ocelotes individuales, lo cual es posible, pero solo al utilizar fotos de la mejor calidad —así se limita la capacidad de análisis de estos datos “accidentales” de cámaras trampa.
“Tal vez al utilizar [datos de] densidad los autores obtendrían un panorama más detallado… Sin embargo, al utilizar [datos de] ocupación los autores también pudieron mostrar, por ejemplo, distancia [menor] de hogares que perjudica el uso del hábitat por parte del ocelote”, información que puede ser útil para diseñar recomendaciones de gestión conservacionista para la especie, afirmó Ferreira.
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Este y otros estudios que demuestran el efecto negativo de la actividad humana en la biodiversidad hacen hincapié en la importancia de las áreas protegidas, muchas de las cuales están bajo la amenaza de ser reducidas en tamaño o eliminadas debido a la presión política de los grupos de presión de agronegocios y las políticas del gobierno brasileño actual de Jair Bolsonaro. La aversión de los ocelotes hacia las personas los hace especialmente vulnerables a las reducciones de protección ambiental —las carreteras nuevas que destrozan el bosque también traen más actividad humana a los fragmentos restantes.
Las cámaras trampa pueden ofrecer todavía más información sobre el comportamiento de los ocelotes. Wang aseguró que el equipo espera reanalizar los datos que han reunido al observar a otros depredadores y presas para entender qué tan apropiados son los diferentes tipos de hábitat que se encuentran en toda la comunidad ecológica.
El artículo original de Claire Asher fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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