Durante mucho tiempo la Amazonía ha ayudado a equilibrar el ciclo global del carbono, pero nueva evidencia sugiere que las dinámicas climáticas están cambiando en la selva tropical más grande del mundo. Ahora, según un estudio publicado el 14 de julio en la revista Nature, la Amazonía está emitiendo más carbono del que captura.
“La Amazonía es una fuente de carbono. Sin duda”, le dijo a Mongabay Luciana Gatti, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil y autora principal del estudio. “A estas alturas podemos decir que libera a la atmósfera 300 millones de toneladas de carbono al año. Es un mensaje horrible”.
Durante el periodo de estudio, entre 2010 y 2018, el sureste de esta región, en particular, pasó de ser un sumidero de carbono a una fuente de emisión. Las emisiones fueron altas en 2010 debido a un año seco causado por el fenómeno de El Niño, dice Gatti, quien esperaba que después se volviera a la normalidad. Pero eso nunca sucedió. El motivo: las emisiones resultantes de los incendios.
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En la Amazonía, los bosques a menudo se talan durante las temporadas de lluvia y se queman durante la época seca para dar paso a la agroindustria y en particular a las pasturas para el ganado. Según el estudio, las emisiones generadas por los incendios en el sureste del ecosistema son tres veces más altas que el intercambio neto que se genera en el bioma (NBE por sus siglas en inglés), una medida de la absorción de carbono que hace el bosque, sumado a todas las emisiones producto de la descomposición de materia y fuentes humanas como la quema de combustibles fósiles.
Gatti asegura que sin las emisiones provenientes de las quemas, la Amazonía seguiría siendo un sumidero de carbono. “En otras palabras, ahora la Amazonía es una fuente debido a la quema de biomasa”.
Con un pequeño avión, Gatti y sus colegas midieron el dióxido de carbono (CO2), el monóxido de carbono (CO) y otros gases en cuatro lugares de la Amazonía brasileña. Entre 2010 y 2018 recolectaron muestras de aire desde cerca de las copas de los árboles hasta los 4500 metros sobre el nivel del mar, generando casi 600 perfiles verticales (VP por sus iniciales en inglés) de niveles de CO2.
Su conclusión: la Amazonía oriental está emitiendo más carbono que la Amazonía occidental, y la Amazonía sur es una fuente neta de carbono.
Otros estudios han observado una disminución en la capacidad de absorción de carbono de los bosques, según las mediciones que se han hecho a nivel del suelo. Sin embargo, esta es la primera investigación en utilizar mediciones atmosféricas directas en una amplia región geográfica, recopiladas durante casi una década, al tiempo que tiene en cuenta las concentraciones de los demás gases atmosféricos.
“Gatti y los demás investigadores pudieron establecer diferencias estacionales y regionales en el balance de carbono y atribuirlas a la sequía, los incendios, la deforestación y la degradación forestal”, le aseguró a Mongabay Scott Denning, profesor de Ciencias Atmosféricas en la Universidad Estatal de Colorado, quien no participó en el estudio —pero escribió sobre esto para Nature News & Views—.
Las tasas de deforestación han sido más altas durante el mandato del actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que con cualquier presidente anterior. Y no hay señales de que esto se detenga. En 2020 Brasil perdió 158 hectáreas de bosque por hora, un área equivalente a la mitad del tamaño del Central Park de la ciudad de Nueva York, según un informe de MapBiomas, una red de ONG, universidades y empresas de tecnología que incluye a Google.
En mayo de este año la tala de bosques en la Amazonía brasileña aumentó un 67 % con respecto a mayo de 2020, según DETER, el sistema de seguimiento de deforestación por satélite del INPE. Esto coloca a la deforestación en 2021 al mismo ritmo que la tasa del año pasado.
“Si está pensando en un punto de inflexión [para] la Amazonía [es cuando] esta se convierte en una fuente de carbono. Hoy esta región está en un punto de inflexión”, dice Gatti. “Mi pregunta es: si nos detenemos ahora con los incendios y la deforestación y comenzamos a transitar en el importante proceso de reparación de los bosques, ¿podríamos revertir la tendencia? No lo sé”.
Décadas de deforestación e incendios en la Amazonía, junto con la crisis climática global, han provocado que la estación seca se prolongue y las megasequías sean más comunes, lo que contribuye a un ciclo que degrada los bosques. Estas condiciones de degradación significan que los árboles están muriendo más rápido. A medida que mueren más plantas y árboles, disminuye la capacidad de la Amazonía para absorber carbono de la atmósfera.
“La Amazonía es como una burbuja… si los árboles están intactos, se mantiene la humedad bajo el dosel del bosque”, dijo a Mongabay Ernesto Alvarado, profesor de Ciencias de los Incendios Forestales en la Universidad de Washington, el año pasado. La deforestación, las carreteras y los incendios pueden perforar esta burbuja de humedad. “Abres el dosel, ¿verdad? Es como un montón de agujeros en la burbuja, y ahora la humedad escapa y el bosque se vuelve más seco”.
Los resultados del estudio de Nature tienen implicancias importantes para iniciativas como REDD + que dependen de los bosques para compensar las emisiones de carbono. La Amazonía no es homogénea; diferentes regiones tienen distintos tipos de suelo, humedad y especies de árboles. Y como muestra este estudio, también difieren en su capacidad para absorber o emitir carbono.
Por ejemplo, la Amazonía oriental, principalmente en los estados brasileños de Pará y Mato Grosso, está deforestada en un 30 % y emite 10 veces más carbono que otras regiones. Por lo tanto, Gatti dice que los esquemas que utilizan solo una variable para medir la capacidad de captura de carbono de toda la Amazonía deben ser reexaminados.
“Es posible que los bosques no puedan capturar suficiente carbono para proporcionar un beneficio neto para la mitigación del clima”, le dijo Ruth DeFries a Mongabay en una entrevista en 2020. DeFries es profesora de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia y no participó en el estudio. “[Esto] sugiere que los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero dependen de alternativas para la quema de combustibles fósiles, la fuente más grande y bien cuantificada de gases de efecto invernadero de origen antropogénico”.
“En todo el mundo, las plantas han estado creciendo más rápido de lo que mueren durante décadas, lo que proporciona una reducción de emisiones invaluable”, dijo Scott Denning. “Ahora estamos viendo los límites de ese proceso. Significa que la sociedad tendrá que trabajar más duro para eliminar los combustibles fósiles de la economía mundial, ya que no podremos depender de los bosques tropicales para limpiar nuestros desechos”.
El artículo original fue publicado por Liz Kimbrough en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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