El rugido del jaguar (Panthera onca) sorprende frente a la cámara. El video dura apenas 10 segundos, pero muestra en toda su dimensión a este emblemático animal que habita los bosques de América.
La cámara trampa que permitió captar esta imagen es una de las 75 instaladas en el valle de Mamoni, en Panamá, por el proyecto Kaminando, que lidera una investigación enfocada en estudiar el hábitat y la ecologías del jaguar, así como determinar la densidad de su población en esta zona del istmo de Panamá.
Pero el sonido del jaguar no es lo único que sorprende en las imágenes captadas por estas cámaras. Durante los cuatro años que lleva este monitoreo en los bosques aún conservados de los límites del valle Mamoni, los equipos de video han captado por lo menos dos jaguares melánicos, una variación genética de esta especie que le da una coloración negra.
“Dos jaguares melánicos han sido documentados en Panamá”, dice Kimberly Craighead, presidenta y co-fundadora del proyecto Kaminando, una propuesta que se extiende sobre 22 000 hectáreas que incluyen áreas protegidas Del Valle de Mamoni en Panamá.
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Una aproximación a los jaguares melánicos
“Nuestra hipótesis es que el melanismo ocurre con mayor frecuencia en los bosques húmedos. Hemos seguido a un jaguar hembra melánica por varios años. Creemos que el año pasado tuvo crías, uno de ellos melánico”, señala Craighead, en referencia a estudios que indican que la variación melánica ocurre con mayor frecuencia en lugares húmedos.
Desde que empezaron el proyecto en el 2016, las cámaras trampa han logrado captar 15 individuos de jaguar. Un número importante para Panamá, pues –según indica Craighead– es una zona del país con una baja densidad de esta especie.
La investigadora menciona que el hábitat del jaguar en Panamá está fragmentado y la especie está expuesta a la caza ilegal y al tráfico de partes del felino. “Panamá no es una excepción en las amenazas y la conservación de los grandes felinos”, señala.
Los resultados de la observación a través de las cámaras trampa fueron publicados en un documento elaborado por Craighead y Milton Yacelga, co-fundador de Kaminando. El estudio destacó tres hallazgos. El primero señala que los jaguares melánicos y aquellos no melánicos se desplazaban por el mismo entorno. Incluso, una de las cámaras trampa captó a dos jaguares, y uno de ellos era melánico.
El segundo hallazgo indica que los jaguares no melánicos tienen una mayor actividad diurna, mientras que los melánicos aparecen con mayor frecuencia durante la noche. “La actividad nocturna puede tener relevancia adaptativa en el bosque nuboso”, se lee en el documento.
El tercer hallazgo –según la investigación de Craighead y Yacelga– muestra que los jaguares melánicos no tienen una relación directa con un tipo particular de bosque, en referencia al bosque primario o secundario que hay en la zona de estudio.
Un apunte final de la investigación se inclina hacia el hecho de que esta variación genética esté asociada fuertemente con factores ambientales particulares, como la humedad, densidad del bosque y temperatura, por lo tanto, la distribución del melanismo no sería aleatorio.
José Luis Mena, director de la Iniciativa de especies de Wildlife Conservation Society (WCS) en Perú, recuerda que también se han encontrado jaguares melánicos en Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia y Costa Rica. “Es parte de la variabilidad genética de los jaguares. El melanismo es un rasgo genético recesivo en las poblaciones de jaguar y está presente en varias especies de mamíferos”.
Mena también se refiere al estudio Ecología y evolución del melanismo en los grandes felinos: estudio de caso con leopardos negros y jaguares, publicado en diciembre del 2017 por Lucas Gonsalves da Silva.
Una de las conclusiones de esta investigación es que el melanismo en los jaguares “estaba totalmente ausente de los paisajes abiertos y periódicamente inundados”. En cambio, en los bosques sí se encontró jaguares melánicos con una frecuencia del 10% de la población, según el estudio.
La investigación de Gonsalves da Silva va en la misma dirección que la presentada por Craighead y Yacelga. “Los análisis de los predictores ambientales sugieren un papel relevante para factores como la humedad y la temperatura. Estas observaciones apoyan la hipótesis de que el melanismo en los grandes felinos no es un polimorfismo neutral (influenciado por la selección natural), lo que lleva a una distribución geográfica no aleatoria de este fenotipo de coloración”, se precisa en el paper de Gonsalves da Silva.
Un bosque biodiverso
Gabriel Salazar ha trabajado durante tres años en el proyecto Kaminando. Era uno de los responsables de instalar las cámaras trampa en el Valle de Mamoni. En más de una ocasión ha visto los felinos que habitan estos bosques, pero la escena que más recuerda es cuando una noche, mientras acampaba en el bosque acompañando a un científico, se encontró frente a un jaguar que lo observaba con mucha atención.
“Esa noche estábamos buscando ranitas cuando sentí un ligero ruido. Prendí mi linterna y ahí estaba, un gran jaguar sobre una piedra mirándome fijamente”, dice Gabriel, quien no teme a los felinos silvestres. “Empecé a llamar al profesor –continúa– quería que tome fotos. Él quedó petrificado y me dijo que me aleje, que el jaguar me iba a golpear. Pero yo seguí observándolo, llevaba varios minutos así antes de que el profesor se percatara de lo que sucedía. Si hubiera querido atacarme lo hubiera hecho desde el inicio”, comenta.
Salazar no solo se ha encontrado con jaguares en su recorrido por estos bosques de Panamá, donde ahora es guía de turismo. También ha tenido un encuentro igual de cercano con un puma, al que siguió por unos 50 metros. “Cada vez que yo me detenía, el puma también dejaba de caminar”, dice.
El ahora guía de turismo dice que ha aprendido a convivir con los animales, pues antes de dedicarse a instalar las cámaras trampa tenía miedo a los grandes felinos. “Los abuelos nos decían que los jaguares y pumas nos podían comer, pero cuando empecé a convivir con ellos me di cuenta que era mentira. Ellos no atacan.”
Además de los grandes felinos, Salazar también ha visto osos hormigueros, tapires y puercos de monte. A los jaguares melánicos solo los ha visto en las cámaras trampa. “Una vez pasaron tres jaguares, uno detrás del otro. Había un jaguar hembra adelante y los otros dos iban detrás, uno de ellos era melánico”, recuerda el guía de turismo sobre la imagen que vio en lás cámaras trampa .
“Hemos estudiado la mayor parte del valle de Mamoni, que tiene aproximadamente 11 700 hectáreas. Actualmente hay 75 estaciones de cámara y hasta el momento hemos identificado 15 jaguares, que incluyen animales residentes y migrantes”, señala Craighead.
Las cámaras trampa del proyecto Kaminando han registrado cinco de las seis especies de felinos que se encuentran en Panamá –jaguar, puma, ocelote, margay y yaguarundi– además que se han identificado 31 especies de mamíferos silvestres.
La directora del Kaminando dice que las investigaciones buscan explicar cómo los elementos del paisaje influyen en la ocupación y dispersión de los jaguares, además de determinar la densidad de esta especie. Pero toda esta exuberancia está rodeada por zonas altamente degradadas. “Hay mucha presión de actividad humana en la zona colindante a nuestra área de estudio”, precisa la investigadora.
“Panamá es un país con mucha actividad comercial y muchas carreteras, lo que ha traído como consecuencia la pérdida del hábitat del jaguar”, apunta Mena de WCS y jefe del Departamento de Zoología del Museo de Historia Natural Vera Alleman Haeghebaert de la Universidad Ricardo Palma, en Perú.
El investigador señala que en Panamá existen hasta cuatro subpoblaciones de jaguares, una de ellas en la frontera con Costa Rica. “Panamá es uno de los países con población de jaguar críticamente amenazada”, detalla Mena y agrega que en los países centroamericanos están concentradas poblaciones de jaguar con alto nivel de amenaza, por lo que urge un trabajo transfronterizo.
El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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