El 25 de agosto pasado, un estallido de protestas en el sector de La Pampa, una zona tomada por la minería ilegal ubicada en el área de amortiguamiento de la reserva nacional Tambopata, dejó una persona fallecida y 14 heridas.
Los enfrentamientos entre la policía y los mineros ilegales e informales además de comerciantes se produjeron luego de que fiscales y efectivos de la policía realizaran un operativo de interdicción en la zona de la Pampa, tras lo cual unas 5000 personas que viven directamente de las actividades mineras bloquearon la Carretera Interoceánica y prendieron fuego al ingreso de una Base Militar Temporal Mixta.
En medio de la convulsión, Mongabay Latam conversó con el ecólogo, Varun Swamy, quien justamente se encuentra investigando en La Pampa y en otros sectores del corredor minero de Madre de Dios, si los bosques impactados por la minería pueden recuperarse y en qué medida.
Swamy llegó a Perú hace casi 20 años para realizar la tesis del doctorado en ecología que estaba realizando en Estados Unidos. Siempre había tenido el sueño de conocer la selva amazónica, así es que cuando le propusieron basar su investigación doctoral en la Estación Biológica Cocha Cashu en el Parque Nacional Manu, en la Amazonía peruana, no lo dudó ni por un segundo. “Me obsesioné con este ecosistema tan maravilloso”, dice y desde entonces se ha dedicado a estudiar los bosques primarios de la cuenca de Madre de Dios.
Hasta hace poco sus investigaciones habían estado centradas en estudiar las interacciones entre plantas y animales y los efectos cascada que pueden tener sobre los ecosistemas ciertas perturbaciones humanas, pero siempre en bosques maduros, repletos de biodiversidad.
El año pasado, sin embargo, el paisaje donde Swamy suele trabajar cambió drásticamente. Por primera vez se insertó en el corredor minero de Madre de Dios un lugar que “parece otro planeta. Literalmente son paisajes que se ven extraterrestres”, asegura.
El objetivo del proyecto que Swamy dirige y que es desarrollado por el Centro de Innovación Científica Amazónica (Cincia), una organización basada en Puerto Maldonado cuya misión principal es documentar e investigar el tema de la minería aurífera en Madre de Dios, busca establecer una línea de base para monitorear la regeneración natural del bosque en lugares donde se desarrolló la minería.
Pero, ¿puede haber recuperación? Esa es la gran pregunta que el ecólogo busca responder y que comparte en esta entrevista con Mongabay Latam.
Dice que son paisajes extraterrestres. ¿Cómo se ven?
El paisaje que se está recuperando sería como ver evidencia de nuestro planeta dentro de otro planeta, como islas de la Tierra dentro de Marte.
¿Hace cuánto tiempo están trabajando en la zona?
El año pasado estuvimos casi tres meses realizando trabajo de campo. Estuve dirigiendo un equipo de botánicos y asistentes de campo en varios sitios y ahora retomaremos ese trabajo por dos meses más para completar la base inicial y tener 100 sitios en todo el corredor minero con inventarios de la vegetación que se está regenerando.
Cada sitio es una parcela de 50 metros por 20 metros, es decir, 1000 m² que representa una muestra de la vegetación que está creciendo en un lugar. Queremos saber qué está creciendo ahora en esos sitios, pero también queremos continuar monitoreando las áreas en el largo plazo para tener una perspectiva de cómo se va a ver este paisaje en 100 años más.
Considerando que es una zona peligrosa, ¿cómo eligieron los espacios para minimizar los riesgos?
Estamos trabajando principalmente en concesiones mineras con la cooperación del concesionario o en lugares que han sido abandonados donde los mineros no pueden volver a trabajar de manera ilegal.
¿Entonces no en todos los casos se trata de lugares donde hubo minería ilegal?
Así es. La minería ilegal es minería que se realiza en lugares donde está prohibido, por ejemplo, dentro de un área protegida o en áreas que están zonificadas para otro tipo de actividades, como agrícolas.
Por otro lado, hay lugares donde hay concesiones mineras y ahí sí se puede desarrollar la actividad si es que se cumple con todos los requisitos como la elaboración de Estudios de Impacto Ambiental y el pago de impuestos.
El problema es que hay varios lugares concesionados donde los operadores no siguen las reglas. Esa informalidad es algo que últimamente el Estado está intentando resolver. Hay más esfuerzos y también por parte de algunos mineros que no quieren tener el estigma de ilegales. Esa formalización está creciendo, lento, pero está creciendo y ese es el gran objetivo para que la minería se lleve a cabo de manera responsable.
¿Están monitoreando dentro de áreas protegidas?
No. Había minería ilegal dentro de la Reserva Nacional Tambopata, justo al otro lado del río Malinowski que forma la frontera entre la zona de amortiguamiento y la reserva. Esa parte es conocida como La Pampa, un área enorme totalmente descontrolada, donde la minería ilegal llegó a su punto más alto. Básicamente era una ciudad informal que no tenía leyes, donde las autoridades no tenían alcance hasta que el ejército realizó la operación Mercurio y sacó todo, aunque todavía existen varios bolsillos de actividad ilegal que vuelven a crecer.
Los mineros ilegales habían empezado a invadir la reserva misma y quisimos trabajar en esa zona también, pero empezaron a realizar trabajo de reforestación en esa áreas y lo que estamos buscando nosotros es inventariar sitios donde la regeneración se está dando de manera natural. Es por eso que no estamos trabajando dentro de un área protegida.
¿Hay lugares que se están recuperando?
El año pasado inventariamos lugares donde en 15 años se ha formado un dosel casi completo con árboles que tienen hasta 20 metros de altura y hasta 30 centímetros de diámetro, medidas que se pueden asociar a un bosque casi primario.
Estructuralmente esa zona se está recuperando relativamente rápido, sin embargo, la diversidad de especies todavía es muy limitada. Una cosa es tener un dosel, que es un buen inicio, pero cuando comparamos el número de especies que se encuentran en un área de bosque primario de igual tamaño todavía hay mucha diferencia. Es el día y la noche. La diversidad es muy baja, pero es una etapa muy importante porque el dosel atrae a otros animales arbóreos como monos, aves que traen semillas de otras especies y enriquecen la diversidad.
¿Qué permite esa recuperación?
Los lugares donde estamos viendo una regeneración relativamente rápida es donde el río tiene alcance todavía. Es una zona que llamamos la planicie y se inunda cada cuatro, cinco o seis años. Cada vez que eso pasa es un desastre humano porque hay gente que vive ahí, pero en realidad es algo muy natural. El río hace eso desde el inicio de su existencia y resulta ser muy importante en el proceso de recuperación del bosque porque trae consigo nuevos sedimentos que tienen minerales traídos desde la sierra y que son depositados en estos lugares aumentando la fertilidad de esos suelos. Estamos viendo que eso es muy importante.
Por otro lado, los lugares que están muy atrasados todavía y donde no se encuentra ni un solo árbol, son lugares donde el río no pasa. Estas zonas, que llamamos de tierra firme, tienen suelos muy empobrecidos porque el río no ha inundado esas áreas por cientos de miles de años y entonces naturalmente son áreas con fertilidad muy reducida.
¿Cómo se ven esos lugares?
El caso de La Pampa representa el peor escenario. Es como una ala de deforestación que tiene un ancho de hasta tres o cuatro kilómetros y un largo de hasta 10 u 11 kilómetros.
El uso de agua es muy intensivo en este tipo de minería. La utilizan para lavar el suelo y separar la arena que tiene un poquito de oro. Entonces el resultado de esto es que se transforma un paisaje que originalmente puede tener quebradas o algunas pequeñas lagunas naturales en uno que parece un enorme desierto con lomas de arena acumulada, intercaladas con grandes pozas de agua que pueden tener cientos de metros de diámetro y hasta cinco metros de profundidad.
Es una transformación fundamental del paisaje y es la razón de que la regeneración en este lugar sea tan lenta y tan difícil. No estamos hablando del impacto que provoca, por ejemplo, la agricultura o la industria maderera donde se deforesta un lugar, pero el suelo queda más o menos intacto. En la minería hay una completa alteración de la topografía y el suelo, que es un mega organismo vivo, queda completamente muerto. Esa es una realidad que es muy difícil de transformar.
¿Hay algún futuro, entonces, para los bosques de tierra firme?
Es una buena pregunta. Uno puede imaginar que eventualmente sí, pero el tema es en cuánto al tiempo. El resultado final puede ser bueno, pero si tenemos que esperar mil años para que eso ocurra no es el mejor escenario. Queremos una recuperación más rápida y yo creo, basado en lo que he visto, que estos bosques más impactados en tierra firme necesitan intervención, necesitan varios esfuerzos de remediación para recuperar la topografía original. Se necesita llenar esas pozas, enriquecer el suelo porque han sido demasiado transformados para esperar que puedan recuperarse naturalmente en un tiempo razonable.
Otros lugares donde la escala de la minería es relativamente pequeña, concesiones de 100 hectáreas, por ejemplo, donde no se han dejado estos montículos grandes de sedimento, los bosques pueden recuperarse relativamente rápido si es que no están muy alejados del bosque primario. Eso también es un punto muy importante.
¿Y qué es lo que más hay? ¿Pequeñas áreas no tan intervenidas o lugares devastados como La Pampa?
Fuera de esta zona de La Pampa se puede decir que la actividad es principalmente a escala pequeña y mediana. El problema es que si ves el mapa, La Pampa domina el área total. Lo bueno, esperamos, es que no se volverá a repetir ese nivel de actividad completamente descontrolado e ilegal. Eso esperamos aunque depende bastante del compromiso del Gobierno y del Ejército a seguir teniendo sus bases militares y controlando el acceso.
Lamentablemente una vez que vaciaron La Pampa todos esos mineros empezaron a buscar otras áreas para trabajar ilegalmente. Una nueva frontera de minería ilegal es hoy el río Pariamanu, que es un afluente del río Las Piedras, al norte del río Madre de Dios, un área donde todavía hay poca presencia de las autoridades y que necesita atención y control.
¿Cómo se ve el bosque que está empezando a crecer?
Es como un ecosistema de sabana, áreas con pastizales que no tienen vegetación leñosa todavía, donde coloniza primero una planta que es más como un arbusto y que vive por unos pocos años. Después viene un tipo de pasto gigante que se llama caña brava que tiene un rol muy importante porque prepara el suelo depositando su materia orgánica y luego vienen los primeros árboles.
Eso es lo que estamos viendo en varias partes donde el sustrato es como una lona vacía donde esta regeneración tiene que empezar de cero.
En La Pampa hay lugares donde podemos ver esto, pero solo en ciertas áreas donde no hay estos cerros de sedimento acumulado. Estamos hablando de metros de acumulación de sedimento y cómo puedes imaginar un árbol o una planta no puede acceder al agua cuando está bloqueada de esa manera.
¿Cuántos años tendría que tomar esa área para volver a ser un bosque sano?
Todo depende de la escala a la que se hizo la minería y la alteración del paisaje, esa es la variable principal. En el caso de La Pampa podría decir que quizás nunca. En otros lugares podríamos predecir que en 100 años, algo así. No será igual al bosque primario original, pero va a ser muy parecido.
¿Este estudio demostraría que la resiliencia de la naturaleza tiene un límite?
Sí, exacto. El bosque es bastante resiliente, es impresionante ver cómo en los ambientes más extremos todavía algo está sucediendo. Pero sí, definitivamente hay límites y el factor principal es el tiempo. Cuánto tiempo es razonable esperar para que este bosque se recupere. En Centroamérica especialmente se han encontrado evidencias de que la civilización maya deforestó a escalas bastante grandes alrededor de sus ciudades, pero en menos de mil años en esos lugares el dosel del bosque ha crecido de tal manera que se necesita tecnología para penetrar y encontrar esas estructuras.
Entonces hay resiliencia, pero esta actividad en particular, la minería y la transformación fundamental del suelo, es un tipo de perturbación que no hemos visto antes al menos en la selva amazónica y ahí es donde creo que el ecosistema llega a sus límites de resiliencia y necesita una mano.
Imagen principal: Cerros de sedimento provocados por la actividad minera. Foto: Varun Swamy
El artículo original fue publicado por Michelle Carrere en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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