Flor de María Paraná, de 47 años, describe el momento más desolador de su vida como aquel que la convirtió en la lideresa que hoy es. “Fue el día en que todo cambió”, expresa al recordar el 22 de junio del año 2014. Ese domingo vio como unas manchas negras, con un intenso olor a combustible, se deslizaban junto a peces muertos hasta el río Marañón, desde la quebrada de la comunidad nativa de Cuninico, ubicada en el distrito de Urarinas, en Loreto. Sin saberlo, Paraná fue testigo de las primeras evidencias de uno de los mayores derrames de petróleo registrados en los últimos años en la Amazonía peruana.
“Cuando ocurrió el derrame no había qué comer. Todos los pescados y nuestros sembradíos estaban contaminados. Entonces, los hombres fueron a trabajar en la limpieza del petróleo”, rememora Flor de María Paraná. La empresa estatal Petroperú, operadora del Oleoducto Norperuano (ONP), contrató a los hombres de la comunidad para la limpieza del derrame de 2358 barriles de crudo en el kilómetro 42 del Tramo I del ducto. La fuga del crudo trastocó la vida de las aproximadamente 90 familias de la comunidad kukama kukamiria, cuya subsistencia y cosmovisión están íntimamente ligadas al río Marañón.
El contrato temporal con la empresa para la limpieza del derrame condicionó a los hombres a no pronunciarse o reclamar por la situación frente a Petroperú o al gobierno. Las mujeres de Cuninico fueron las que tomaron el espacio para alzar la voz.
La madre indígena
Flor de María Paraná identifica que fue en ese momento cuando se dio un cambio en los roles de las mujeres de la comunidad. Describe con orgullo cómo fueron ellas quienes protestaron cuando se evidenciaron las primeras consecuencias de la contaminación por petróleo: enfermedades respiratorias, infecciones de la piel, diarreas e incluso abortos espontáneos. Fueron las mujeres quienes se organizaron para establecer mesas de diálogo con el Estado.
“Mi mamá me contaba que antes las mujeres no tenían presencia en las reuniones y no eran valoradas. Por ser mujeres no tenían derecho a opinar, ir a alguna reunión o ser autoridades. Solo los hombres salían adelante. Ya no somos las mujeres calladas de antes. Hemos contado nuestra realidad: de cómo sufrimos por el daño a nuestra agua, a nuestra alimentación; porque como mujeres, como madres, hemos padecido por lo que le íbamos a dar de comer a nuestros hijos”, asegura Paraná.
Su liderazgo, que hasta ese momento permanecía latente, se forjó muchos años atrás. Desde los 17 años fue capacitada en la parroquia de Santa Rita de Castilla, una misión católica a una hora de distancia de la comunidad que formó a mujeres y hombres de Cuninico en temas de salud. Ella recuerda que las religiosas fueron decisivas en su vida para reconocer sus derechos como mujer y perfilar su rol político.
Meses después del derrame de petróleo, Flor de María Paraná fue nombrada como la “madre indígena” de Cuninico, cargo que resalta la función de una mujer que lucha por los derechos humanos de su comunidad. La madre indígena tiene el mismo poder de decisión que el apu (líder elegido por la comunidad) o el vice apu. Es decir, en Cuninico la palabra de Flor de María Paraná es ley.
Una muestra de su tenacidad quedó expuesta en Chile en 2016, durante una audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que trataba el caso de Cuninico. Cuando tomó la palabra, Paraná detalló que bebe agua de lluvia debido a la contaminación de sus fuentes de agua, además alertó sobre enfermedades en niños, adultos y la falta de alimentos. En un momento levantó una botella plástica que contenía agua manchada de petróleo ante la vista atónita de los comisionados.
“Este tipo de agua baja por nuestra quebrada. Este es el agua que no podemos tomar. ¿Para qué tenemos agua abundante si no la podemos tomar?”, increpó la lideresa indígena a su audiencia. En aquella cita —en la que también participó el entonces presidente de Petroperú, Germán Velásquez— Flor de María Paraná relató que algunos niños entraron a limpiar el derrame sin ningún tipo de protección. Sin embargo, la contratación de niños fue negada por la empresa Petroperú.
“Los perros no huelen la contaminación, solo la carne”, Paraná se permite ahora bromear cuando recuerda cómo ingresó la botella con agua sin ser detectada por la seguridad del aeropuerto. “Era necesario llevarla para enseñarles qué tipo de agua pasa por nuestro cuerpo”, cuenta ahora la dirigente. Hace memoria y recuerda la cara de indignación de los miembros de la CIDH. Gracias a ello, en el 2017 la organización se pronunció enérgicamente ante el Estado peruano para atender a Cuninico y a otras tres comunidades afectadas por ese derrame.
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Tres voces para todas las voces
La aparición de crudo por los canales de agua y las tierras de los pobladores de Cuninico transformó todo en la comunidad: desde sus sistemas de alimentación, la economía, la salud y la educación. Sin embargo, de todo este quiebre, Flor de María Paraná rescata el coraje de las comuneras. “La valentía de las mujeres de Cuninico ha inspirado a todos, a los que viven aquí como a los que venían de lejos”, dice la madre indígena.
Esa necesidad de hablar y ser representadas llevó a varias mujeres a organizarse y así tener una presencia política más clara frente al Estado. Así nacieron la Organización de Mujeres Indígenas del Marañón (Ordemim), la Organización de Mujeres Nativas del Marañón (Orgamunama) y la Asociación de Mujeres Indígenas (Admic), todas con lideresas de Cuninico.
Agnita Saboya Vásquez, de 38 años, es presidenta de Ordemim, creada en 2017, tres años después del derrame en Cuninico. Saboya confiesa que el motor que impulsó el nacimiento de la organización fue la necesidad de las comunidades afectadas por el petróleo. Gracias a esta organización, las mujeres establecieron una agenda de acciones que deben realizar el Ejecutivo y otras instituciones de gobierno.
“Antes del derrame no íbamos a las reuniones y teníamos miedo de asumir un cargo, teníamos miedo de hablar, éramos discriminadas, vulneradas. ¿Sabes qué nos decían los hombres cuando queríamos hablar? ¡Ve a opinar a tu cocina! Pero, después del derrame, cuando asumió el apu Galo Vásquez (exlíder comunal de Cuninico) nos decía que no tengamos miedo, que íbamos a ser escuchadas. Así nos animamos a asumir un cargo”, cuenta Saboya.
Ella ya había sido presidenta del Vaso de Leche, del Comedor Popular y dirigente del centro educativo de la comunidad. Aunque su tiempo es limitado, por ser madre soltera de cinco hijos, Agnita Saboya organiza sus días entre sus labores domésticas y sus funciones como lideresa. Esto no es algo que tome como un obstáculo. Ella está convencida de que la responsabilidad que tienen las mujeres indígenas en sus comunidades les brinda la privilegiada perspectiva para orientar las demandas urgentes de la población.
“En todas mis reuniones siempre les digo que si hubiera sabido qué consecuencias traería el petróleo para la comunidad, habría actuado mucho mejor. Ahora queremos remediación para tener una vida digna y saludable para nuestros hijos”, dice Agnita Saboya.
La emergencia sanitaria por el COVID-19, que en Perú inició en marzo, la tomó por sorpresa en Iquitos, junto a sus hijos, mientras coordinaba la organización. Pocas semanas después contrajo el virus y tuvo que permanecer en la capital loretana hasta hoy. Si bien aún no se recupera del todo y habla con dificultad, mantiene contacto con más de 100 mujeres de Cuninico, como de las comunidades de San Francisco, Santa Rosa, Alianza y Chanchamayo en Urarinas.
“He tomado la decisión de luchar, defender la necesidad de mi pueblo y los derechos de los niños para que tengan una buena educación y una buena forma de vida. Me cueste lo que me cueste”, sostiene Agnita Saboya.
Sara Vásquez, de 53 años, se convirtió en la primera presidenta de la Organización de Mujeres Nativas del Marañón (Orgamunama), también formada en el 2017. En su opinión, tras el derrame, uno de los cambios más dramáticos en Cuninico fue la pérdida de la seguridad alimentaria. Ella coincide en que la contaminación por petróleo quebró la tradicional subsistencia del pueblo kukama kukamiria con la pesca y sus cultivos. A partir de ahí, las mujeres lograron abrirse un espacio y pudieron ser escuchadas. Incluso, relata, han conseguido que su organización sea parte de las mesas de trabajo con la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y otros ministerios.
“Iniciamos con 50 socias y nos inscribimos en la Superintendencia Nacional de los Registros Públicos (Sunarp). Después de eso, he formado bases de la organización en los caseríos cercanos y ahora hay 500 mujeres de 24 comunidades trabajando en la organización”, cuenta Sara Vásquez y precisa que están trabajando en el sembrío de maíz y arroz, así como en proyectos de desarrollo productivo, con la elaboración de artesanías y tejidos.
Vásquez recuerda que no fue fácil ganar ese espacio, al principio hubo mucha resistencia de los varones de la comunidad. En Cuninico, como en la mayoría de comunidades nativas de la Amazonía, el papel destinado a las mujeres se limita al ámbito doméstico. El machismo, que pretende que el rol de las mujeres se limite a cuidar del hogar, ha empezado a desmontarse con el reclamo de las mujeres a tener los mismos derechos a la participación.
Talita Paraná, de 53 años, es otra de las lideresas y protagonistas en Cuninico. Ella recuerda que, hace 20 años, las religiosas de la parroquia de Santa Rita de Castilla ya les habían advertido sobre el riesgo de vivir cerca al ONP por un posible derrame. Es por eso que, dice, conocía sobre el peligro de la contaminación por crudo. Esa fue una de las razones por las que insistieron en que el Centro Nacional de Salud Ocupacional y Protección del Medio Ambiente para la Salud (Censopas) y la Dirección Regional de Salud de Loreto (Diresa) realizaran los exámenes médicos a la población. En 2016, los estudios confirmaron que un porcentaje de la población de Cuninico presentaba altos niveles de metales pesados como mercurio y el cadmio.
“Desde el derrame aquí hay gente que presenta problemas en la garganta, que están bajos de peso y hemos salido positivos en metales pesados”, lamenta Talita Paraná.
Las mujeres de la comunidad —destaca Talita Paraná— sufrieron otras consecuencias. El aumento del consumo de alcohol entre los hombres provocó más casos de violencia familiar. “No tengo estudios superiores, pero sí tengo la directiva para ayudar a mi pueblo. Quiero que las mujeres tengan confianza en que pueden trabajar igual que los varones, en igual condiciones”, dice Paraná, presidenta de la Asociación de Mujeres Indígenas (Admic) de Cuninico, desde 2018.
Contar sus propias historias
El año pasado, un equipo del departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), liderado por la antropóloga María Eugenia Ulfe, viajó a Cuninico para documentar cómo el Estado se vincula con la comunidad, a partir de la contaminación en sus cuerpos y su entorno producida por el derrame de petróleo. Esa investigación permitió realizar “Nuestras historias desde Cuninico”, un podcast donde mujeres y hombres indígenas relatan, en primera persona, su cotidianidad marcada por el crudo derramado y ahora por la pandemia del COVID-19.
Roxana Vergara, abogada y egresada de la maestría de Antropología de la PUCP y quien ha realizado una tesis sobre las organizaciones de mujeres creadas en Cuninico, es parte de este equipo de investigadoras. Ella describe que, a partir del derrame de 2014, las mujeres de la comunidad lograron consolidar los liderazgos que ya estaban conformándose a nivel del Vaso de Leche, del Comedor Popular, de la Asociación de Padres de Familia y otros cargos en salud que lograron tras la capacitación de la misión de Santa Rita de Castilla.
Gracias a las tres organizaciones se impulsó en estas mujeres un rol más protagónico y la diversificación de sus demandas a proyectos productivos, incidencia para el desarrollo de políticas públicas y también en la presencia en los procesos judiciales, a través del acompañamiento legal con el Instituto de Defensa Legal (IDL) y el Vicariato de Iquitos.
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“Las mujeres empiezan a entrar a organizaciones, van captando la atención y adquiriendo más seguridad y conciencia de los derechos que tienen. Cuando se presentó el derrame, ellas iniciaron los reclamos en la plaza de Cuninico por la alimentación de sus hijos, el agua, el tratamiento de las enfermedades y hasta la seguridad en el trabajo de los hombres. Lo hicieron por muchos meses y hasta confrontaron a los funcionarios de Petroperú”, destaca Vergara.
La especialista explica que con el podcast se busca que ellas y ellos hablen de las necesidades que los aquejan y cómo salen adelante frente a escenarios adversos. En los episodios, las voces se mezclan; ellas suelen iniciar los relatos y los hombres los complementan bajo la propuesta de que la palabra de las mujeres no implica el silencio de ellos. En los tres programas que han producido, hasta el momento, están las voces de Flor de María Paraná, Agnita Saboya, Talita Paraná, Lidia Guerra, Natalia Teagua y Marita Salinas.
La profesora y antropóloga María Eugenia Ulfe sostiene que el interés de su equipo siempre fue trabajar con las mujeres de Cuninico. Esto debido a que son ellas las encargadas del cuidado de la familia, ahora en un entorno contaminado. También tienen el encargo de conseguir el agua, labor que se ha complicado porque ahora deben recorrer tramos más largos por la contaminación de hidrocarburos.
“Es importante rescatar parte de esta historia: la relación de las comunidades con la Iglesia, a través de la parroquia Santa Rita de Castilla; el ingreso de los padres Agustinos en la década de los 70 fue vital para formar promotores. Ahí hay una formación de muchos años que el derrame activa y que produjo estos liderazgos”, indica Ulfe.
La adjunta para el Medio Ambiente, Servicios Públicos y Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo, Alicia Abanto, menciona a Mongabay Latam que los derrames de petróleo agravan lo que ya existe en muchas comunidades indígenas: una profunda desigualdad entre hombres y mujeres. “La falta de agua segura o alimentos que sufren las familias les afecta más a las mujeres. Ellas son las que tienen una mayor carga psicológica, porque tienen arraigado dentro de su rol proveer los alimentos de su familia y no cualquier alimento sino brindar una vida buena a la comunidad”, expresa Abanto.
La funcionaria detalla que, cuando se produce un derrame de petróleo, no solo hay consecuencias ambientales, también se presentan problemas sociales: hay una mayor presencia de personas foráneas en las comunidades indígenas. Esto tiene un impacto social que, incluso, puede generar abuso en el consumo de licor, así como agresiones sexuales contra mujeres y menores de edad. “A las mujeres hay que apoyarlas, acompañarlas y hacer notar la importancia de su voz. Obviamente eso no libera de responsabilidad a los actores que deben contribuir a la reparación, como el Estado y la empresa, pero el rol de la comunidad es clave para recomponerse. Es central que una comunidad le dé la voz a las mujeres para que puedan ejercer su rol de liderazgo”, considera Alicia Abanto.
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Los pendientes legales
Juan Carlos Ruíz Molleda, abogado del IDL y asesor de Cuninico, Nueva Esperanza, Nueva Santa Rosa y San Francisco, comunidades impactadas por el derrame de 2014, explica a Mongabay Latam que, tras una larga batalla judicial, en setiembre de 2019, el Gobierno Regional de (GORE) Loreto aprobó el primer plan de salud que en tres años tiene previsto ejecutar casi 2 530 570 millones de soles (aproximadamente US$700 000), a favor de cuatro comunidades.
“El plan de salud se dio a conocer en la audiencia de seguimiento de ejecución de sentencia, en agosto de 2019, y marca un precedente muy importante. En enero y febrero de este año se iniciaría la ejecución, pero por el inicio de la pandemia la Dirección Regional de Salud Loreto adujo que estaba desbordada. Hace dos o tres semanas nos reunimos y decidimos retomar el tema”, menciona Ruíz.
El abogado detalla que el denominado plan que incluye la vigilancia epidemiológica y vigilancia sanitaria en las comunidades nativas de Cuninico, Nueva Santa Rosa, San Francisco y Nueva Esperanza de la Micro Red de Salud Maypuco hasta el 2021, será totalmente financiado con recursos que provienen del 10% del fondo de canon y sobrecanon petrolero que recibe anualmente el GORE Loreto y que debe ser invertido en las comunidades como se encuentra establecido por ley.
“Debido a que Diresa Loreto dijo que no tenían fondos para ejecutar el plan, el juez ordenó que el dinero saliera de los recursos del canon”, explica Ruiz.
En el caso de Cuninico —apunta el abogado— se dio un punto de inflexión en el discurso de Petroperú . En otros derrames petroleros, la empresa argumentaba que éstos ocurrían como producto de sabotajes. En el caso de Cuninico, la evidencia entregada por el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minas (Osinergmin) llevó a que el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) determinara que existió negligencia, por la falta de mantenimiento de los ductos y, por ello, se le impusiera una sanción administrativa.
En febrero del 2018, una sala civil de la Corte Superior de Justicia de Loreto confirmó la sentencia de la jueza de Nauta y la resolución cautelar emitida por la titular del juzgado Mixto de Nauta en el 2017, que ordenaba al Ministerio de Salud (Minsa) y a la Dirección General de Epidemiología, diseñar e implementar una estrategia de salud pública de emergencia para restablecer un programa de atención médica, vigilancia epidemiológica ambiental y sanitaria en la población para saber cómo ha sido afectada por el derrame de petróleo en un plazo de 30 días.
Durante la audiencia de ejecución de sentencia, el representante del IDL mencionó la intervención de las madres indígenas y mujeres de Cuninico y de las otras comunidades: sus testimonios y el seguimiento al tema, que cada una de ellas mantiene en bien de la comunidad, ha sido unas de las cosas más determinantes para incidir en la justicia en que aún falta cumplir con ellos. “Ahora nos sentimos más fortalecidas no solo como dirigentes, sino como personas”, dice Sara Vásquez de Orgamunama.
En medio del caos del derrame, las mujeres de Cuninico se encontraron con sus derechos, algo que no tendrá vueltas atrás.
El artículo original fue publicado por Francesca García Delgado y Vanessa Romo en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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