Una nueva investigación científica reveló que en Perú, el crecimiento de la pesca artesanal en las últimas décadas ha sido explosivo e insostenible, llevando a diversas poblaciones de peces a la sobreexplotación y a los pescadores hacia la pobreza.
El equipo de investigadores, conformado por biólogos, expertos en pesquerías y una abogada, reunieron información sobre la cantidad y tipo de embarcaciones artesanales que el Perú ha tenido desde 1950 hasta 2018. También levantaron datos sobre la cantidad de recursos marinos que la pesca artesanal en el Perú ha desembarcado durante esas siete décadas, información biológica y datos socio económicos como los precios de los pescados en playa y los salarios de los pescadores.
A través de los resultados publicados en la revista científica frontiersin.org, Santiago De la Puente, investigador principal del estudio, asegura que pudieron comprobar que la flota artesanal “es gigante” y no pequeña como se le ha considerado siempre. “El Estado ha marginado a la pesca artesanal. Siempre la ha visto como algo insignificante, por lo tanto no ha tenido un esfuerzo para regularla”, dice el biólogo.
Como consecuencia del gran crecimiento que ha tenido la flota artesanal, muchos recursos marinos —sobre todo los costeros— han sido sobreexplotados, la eficiencia de la pesca ha disminuido así como los medios de vida de los pescadores, asegura el estudio.
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Explosión de barcos y disminución de recursos
La pesca artesanal tiene en el Perú un importante rol en la seguridad alimentaria, la economía y la cultura ya que todos los pescados y mariscos que consumen los peruanos provienen de ella.
Para saber qué tan grande es y cómo ha variado en el tiempo, los investigadores ordenaron y analizaron miles de datos dispersos y fragmentados en 63 fuentes distintas, provenientes de documentos del Ministerio de la Producción, del Instituto del Mar del Perú, de publicaciones científicas y académicas.
Entre 1950 y 1961, la flota creció 220 barcos cada año, pero durante la década siguiente, entre 1962 y 1971, la flota disminuyó casi con la misma rapidez ya que anualmente se restaron 180 barcos. El crecimiento fue limitado entre 1972 y 1990 ya que cada año se sumaron 70 embarcaciones. Sin embargo, fue a partir de 2006 que la flota creció de manera explosiva: anualmente 1390 embarcaciones más se lanzaron al mar y aunque ese número bajó a partir de 2011, la cantidad de barcos adicionales que cada año salieron a pescar se mantuvo en 640.
En definitiva, se calcula que en 1950 había alrededor de 3600 embarcaciones artesanales, pero para 2018 el número había ascendido a 19 600.
“Eso es un incremento explosivo”, dice Santiago De La Puente. Pero eso no es todo. “La motorización de embarcaciones aumentó sustancialmente”, señala el estudio. Si en 1950 el 5% de los barcos tenía motor, en 2018 el 91% de la flota contaba con este instrumento que permite ir más lejos a pescar. Además, las embarcaciones también crecieron en tamaño ya que si entre 1950 y 1961, solo el 2% de las embarcaciones motorizadas medían más de 10 metros, entre el 2000 y 2018 el 20% de ellas superaban esa medida permitiendo almacenar en sus bodegas mayor cantidad de pescados.
El aumento de embarcaciones, de sus tamaños y de motores generan un mayor esfuerzo pesquero, es decir, que la actividad de pesca se desarrolla con mayor intensidad sobretodo, si se considera que, además, la tecnología también aumentó lo que le permite a los barcos saber con mayor certeza dónde se encuentran los cardúmenes, explica De la Puente.
Según el científico, normalmente un mayor esfuerzo pesquero genera, a su vez, un aumento en las capturas puesto que hay más barcos en el mar pescando con mayor intensidad. Eso fue de hecho lo que ocurrió en un inicio. Sin embargo, a partir de 2014, las capturas cayeron considerablemente y, según asegura De la Puente, ello se debe a que muchos de los recursos fueron pescados en exceso.
Pero, además, el estudio demuestra que en las capturas por unidad de esfuerzo, es decir, la pesca que obtuvieron los hombres de mar cada vez que lanzaron sus líneas de pesca o sus redes, comenzó a disminuir en 2007 justo cuando la flota artesanal creció explosivamente. Si entre 1993 y 2006 las capturas por unidad de esfuerzo iban al alza, en 2007 comenzaron a caer y esa fue la tendencia hasta el 2018.
“En los últimos años esas capturas van en declive y eso se explica por múltiples motivos”, asegura De la Puente. Algunos de ellos son ambientales, precisa. Por ejemplo, cuán concentrada está la pota o cuán cerca o lejos de la costa está el perico, depende en gran medida de cuestiones climatológicas y biológicas. Sin embargo, “en el caso de los recursos tradicionales como el mero (Acanthistius pictus), la corvina (Cilus gilberti), el lenguado (Paralichthys adspersus) o la cojinova (Seriolella violacea), que son la base de la gastronomía nacional, son recursos que están severamente afectados. Son recursos que no están bien y eso lo puede decir cualquier pescador”, señala el científico. La razón, agrega, es “porque se han pescado demasiado”, dice.
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Empobrecimiento de los pescadores
El aumento del esfuerzo pesquero y la consecuente disminución de los recursos ha provocado que hoy un pescador deba invertir más dinero para pescar la misma cantidad, ya que debe ir más lejos y permanecer más tiempo en el mar.
“Por ejemplo, un pescador de cortina antes daba la vuelta y ahí ponía su cortina, sacaba el pescado y regresaba. Resulta que ahora al dar la vuelta ya no encuentra el recurso y tiene que ir más lejos para pescar”, explica el experto en pesquerías y coautor del estudio, Juan Carlos Sueiro. De hecho, el investigador —quien es director de pesquerías de Oceana— agrega que algunos pescadores acostumbrados a ir al mar y regresar el mismo día, ahora se ven obligados a dormir en las embarcaciones o buscar lugares para acampar en la playa, de esta forma pueden volver a salir al día siguiente a primera hora y regresar. “Que tengan que ir más lejos y tener más costos hace que sus ingresos se reduzcan”, señala Sueiro, para quien los más afectados son los que se dedican a pescar los recursos costeros.
De hecho, según el estudio, “los pescadores que utilizan redes de enmalle, líneas de mano, calamares y trampas, que representan aproximadamente el 65% de los pescadores en pequeña escala que trabajaban en 2015, ganaban menos del salario mínimo ese año”.
En el caso de otras pesquerías artesanales como la de la pota o el perico, que se realizan varias millas alejadas de la costa e incluso algunas veces en altamar, es decir, más allá del territorio marítimo peruano, también se han visto afectadas.
“Al armador —es decir, al dueño del barco— le cuesta más o menos 33% más capturar una tonelada de pesca en 2018 de lo que le costaba en 2009”, asegura De la Puente. Sin embargo, precisa que son los pescadores y no el armador los que salen más perjudicados.
“El pescador es como el empleado de la embarcación y el armador es el dueño de la empresa”, explica De la Puente. Cuando una embarcación de estas sale a pescar, el armador invierte para pagar los gastos operativos como la gasolina o el hielo. Al regresar a puerto, “el armador descuenta sus costos del monto total que se ha generado al vender la pesca y ahí divide una fracción, que en general es la mitad de lo que queda, para los pescadores”, explica el biólogo. De ese modo, según el científico, el armador está “amortiguado económicamente”, pero quienes se ven más perjudicados son los pescadores.
“De ahí viene, así como el sueño de la casa propia, el sueño de la embarcación propia. Todos los pescadores artesanales quieren ser armadores porque ser armador es lo que te permite estabilidad financiera”, dice De la Puente. El problema de esto, agrega el biólogo, es que “está fomentando que haya cada vez más esfuerzo pesquero y cada vez menos ingresos a dividir entre todos”.
La comprobación de ese encadenamiento de fenómenos le ha permitido a los investigadores asegurar que “el crecimiento de la flota artesanal en Perú es un crecimiento empobrecedor que afecta negativamente no solo a la sostenibilidad de los recursos marinos sino también a los bolsillos de los pescadores artesanales”, señala el estudio.
Pero además, los científicos precisan que el Ministerio de la Producción (Produce) ha lanzado, entre el 2006 y el 2015, al menos seis Decretos Supremos —estando el del 2015 vigente— en donde se prohíbe el incremento de la flota artesanal. Es decir, “el crecimiento que reportamos no solo es insostenible y empobrecedor, sino también ilegal”, asegura De la Puente.
Mongabay Latam se puso en contacto con el Produce para saber sus impresiones respecto de los resultados de esta investigación; sin embargo hasta la publicación de este artículo el Produce no entregó respuestas a nuestras preguntas.
El reto de regular la pesca artesanal
Para los expertos, la etapa de recolección de datos fue crucial, pues la información fragmentada, dispersa y de difícil acceso que lograron reunir y analizar les permitió reconstruir el panorama de la pesca artesanal a lo largo de los años.
El resultado, agrega Sueiro, les permitió demostrar con cifras y referencias una situación que ya desde hace años los científicos venían observando: cada vez más embarcaciones artesanales salen al mar para capturar un recurso cada vez más escaso y recibir cada vez menos ingresos.
Según De la Puente, existen ejemplos que demuestran que con buena administración pesquera los recursos se pueden recuperar. Tal fue el caso de la pesquería de merluza (Merluccius gayi peruanus) que colapsó en el 2003 y actualmente su stock se está recuperando; o el de la anguila (Ohichthus remiger), que pasó por un período difícil y hoy comienza a estabilizarse.
“Eso ha sido posible porque han habido ordenamientos pesqueros específicos que han sido diseñados para evitar la sobrepesca”, precisa De la Puente, para quien el problema está en que la mayoría de recursos artesanales «no están debidamente regulados”. Es decir, no tienen cuotas y, en algunos casos, no existen vedas ni tallas mínimas.
Las conclusiones del estudio son categóricas: «la pesca artesanal peruana está experimentando una patología peligrosa” y “la flota está reduciendo directamente la eficiencia pesquera y el bienestar de los pescadores». En pocas palabras, el crecimiento del esfuerzo pesquero en el Perú es insostenible.
El artículo original de Michelle Carrere fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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