Ecuador es uno de los países latinoamericanos con las tasas más altas de descripción de nuevos anfibios para la ciencia. Solo en 2021 los científicos describieron 11 especies de ranas, además de reportar una especie de rana de cristal que se pensaba que solo habitaba en Colombia. Ecuador alcanzó el año pasado 657 especies de anfibios, siendo el tercer país con mayor cantidad de estos animales y solo superado por Brasil y Colombia. Sin embargo, hay que resaltar que estos dos últimos países tienen una extensión territorial mucho mayor.
A finales del año pasado se describió una rana arborícola en un bosque en buen estado de conservación, muy cerca de Quito, y se reportó que una especie descrita en 2020 también se encontraba en el bosque protector Los Cedros, un área que durante años se ha opuesto al desarrollo de la minería en su interior.
El 2022 promete ser otro gran año para que el país sudamericano sume anfibios a su lista. Ya en el primer mes del año los científicos describieron dos nuevas especies del género Pristimantis en el corredor ecológico Llanganates Sangay, un espacio con gran biodiversidad y que se encuentra en medio de dos de los parques nacionales más importantes de los Andes ecuatorianos: el parque Llanganates y el parque Sangay.
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Dos diminutas ranas que viven muy cerca de Quito
Durante años, varios biólogos han venido estudiando la biodiversidad del corredor ecológico Llanganates Sangay, donde la fundación EcoMinga, con el apoyo de donaciones internacionales, viene protegiendo bosques, especialmente aquellos en las estribaciones amazónicas de los Andes y en las laderas andinas occidentales y húmedas de la región del Chocó, en el noroeste de Ecuador.
Un artículo publicado el pasado 10 de enero de 2022 en la revista ZooKeys mostró los resultados de las investigaciones herpetológicas en dos montañas del corredor donde la fundación EcoMinga protege bosque nuboso en la cuenca alta del río Pastaza. En dicha investigación también se describieron dos nuevas ranas del género Pristimantis encontradas en la zona.
“Hay una fuerte heterogeneidad en el paisaje del corredor Llanganates Sangay, eso se aprecia mucho en el tramo de la cuenca alta del Pastaza, que en línea recta no va más allá de los 32 km, y donde cada uno de los cerros que conforman esta cuenca hídrica, que drena de los Andes a la Amazonía, contiene linajes únicos de anfibios entre montañas que tienen distancias de apenas 5 km, o menos, entre ellas”, asegura Mario Yánez, uno de los autores del estudio científico, herpetólogo e investigador del Instituto Nacional de Biodiversidad de Ecuador (Inabio).
La recién descrita rana Pristimantis maryanneae fue vista y recolectada en la reserva Naturetrek Vizcaya, mientras que Pristimantis burtoniorum fue hallada en la reserva Machay. Estas dos reservas hacen parte de las 10 áreas protegidas privadas que EcoMinga tiene en la cuenca alta del río Pastaza; una región llena de endemismos. Muchas de estas nuevas descripciones de especies son las que han permitido la consecución y gestión de fondos para la conservación y para la formación de guardaparques locales.
Carolina Reyes-Puig, bióloga y coautora del artículo científico, menciona que las dos reservas están cerca una de la otra pero tienen una composición completamente distinta y no tienen especies compartidas. “Hay una topografía bastante accidentada y se favorece la generación de microhábitats que propician una alta tasa de endemismos en micro vertebrados [como las ranas]”, dice la investigadora y asegura que, en el caso de las dos ranas recientemente descritas, a pesar de estar en zonas muy cerca en línea recta, la topografía y la geografía accidentada hace que las áreas estén relativamente aisladas y tengan diversidades únicas.
Pristimantis maryanneae o cutín de Maryanne mide entre 1.76 y 2.11 cm y se caracteriza por no tener tímpano visible externamente. Pristimantis burtoniorum o cutín de los Burton mide entre 1.66 y 2.73 cm y se caracteriza por la coloración roja en las superficies ocultas de las extremidades posteriores, una fila de tubérculos redondeados a lo largo del hocico y un vientre rojo pálido con manchas marrón oscuro.
Los investigadores aseguran que estas dos ranas tienen cierto grado de protección al estar distribuidas entre dos grandes parques nacionales y a que los registros de las poblaciones están dentro de áreas protegidas administradas por la fundación EcoMinga. Sin embargo, los anfibios son muy vulnerables a cambios en la temperatura y por eso ven en el cambio climático una gran amenaza, sobre todo para las especies distribuidas en los Andes. Además, el avance de las actividades humanas siempre será una amenaza.
Es muy probable que en los próximos meses y años Ecuador le siga anunciando al mundo la descripción de nuevas especies de anfibios en el corredor ecológico Llanganates Sangay. “En el momento en que se hizo la expedición [2018] se obtuvieron 13 especies desconocidas hasta el momento para la ciencia, de las cuales solo hemos descrito dos. Hay una rana arborícola muy llamativa de puntos rojos y esperamos que su descripción esté publicada a mediados de este año. Esa especie nos llamó mucho la atención pero todavía nos quedarían faltando 10 especies más por describir en esta zona”, comenta Mario Yánez.
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Ranas y argumentos para evitar la llegada de la minería
A finales de 2021, siete investigadores publicaron un artículo científico en el que reportan una nueva especie de rana del género Noblella y en el que añadieron información para la rana Noblella worleyae, descrita en 2020 y hallada en la reserva Río Manduriacu, en la vertiente del Pacífico de los Andes ecuatorianos.
La nueva rana se llama Noblella mindo en honor a Mindo, un pequeño pueblo conocido por ser un gran epicentro de turismo de aventura y naturaleza muy cerca de Quito, la capital ecuatoriana. A pesar de la intensa actividad humana en la zona, en Mindo también hay varias reservas que protegen sus bosques nubosos y allí se han descrito varias especies de anfibios y reptiles en los últimos años.
“En esta región del noroccidente de la provincia de Pichincha hay remanentes boscosos bien conservados donde todavía es posible encontrar muchas especies de anfibios, aves, mamíferos, mariposas, etc”, comenta Carolina Reyes-Puig, autora principal del estudio.
El género Noblella incluye solo 16 especies, de las cuales 14 se distribuyen en los Andes de Ecuador, Perú y Bolivia, y dos en las tierras bajas amazónicas del sureste de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y oeste de Brasil.
“Las especies andinas del género Noblella muestran un alto nivel de endemismo, con distribuciones muy restringidas. Si bien algunas especies aparentemente pueden sobrevivir en ambientes modificados por humanos, parecen depender de bosques intactos”, dice el estudio.
Los investigadores aseguran que si bien los Andes ecuatorianos han sufrido una grave destrucción y fragmentación del hábitat por la expansión de la deforestación, la agricultura y la minería, aún existen algunas áreas con bosques maduros que no han sido explotados debido a su compleja topografía, difícil acceso, protección privada o conservación para actividades turísticas. “Desafortunadamente, todos estos sitios se encuentran bajo una fuerte presión antrópica, incluidas las concesiones mineras y la expansión de límites agrícolas, entre otros. Estas áreas privilegiadas han demostrado mantener una tasa extremadamente alta diversidad críptica [especies difíciles de diferenciar entre ellas] de pequeños vertebrados y contienen los últimos remanentes de poblaciones de numerosas especies amenazadas”, se lee en el artículo científico.
Es por eso que investigadores como Reyes-Puig llevan trabajando en la zona durante los últimos cinco años y han realizado estudios en la vertiente occidental de los Andes, en las provincias de Imbabura y Pichincha. Gracias a ese esfuerzo encontraron a la rana de hojarasca Noblella Mindo y pudieron comprobar que era nueva para la ciencia gracias a un análisis de características morfológicas, moleculares y osteológicas.
Este hallazgo se ha convertido en una justificación más para los colectivos que se oponen a la minería en el noroccidente de Pichincha y luchan porque se realice una consulta popular para prohibir las actividades mineras, tal como reportó Mongabay Latam hace unos meses. De hecho, el pasado 28 de enero la Corte Constitucional aprobó la pregunta planteada y ahora, quienes promueven la iniciativa, deberán recoger cerca de 200 mil firmas en seis meses para acercarse cada vez más a la realización de la consulta popular en el distrito metropolitano de Quito, incluida la parte urbana y varias de sus parroquias rurales.
Carolina Reyes-Puig y sus colegas también brindaron nueva información sobre Noblella worleyae, otra diminuta rana descrita en 2020 y que hasta el momento se distribuía solamente en la reserva Río Manduriacu. Los científicos reportaron la presencia de este anfibio en diferentes sectores de la reserva Los Cedros, muy cerca del Bosque Protector Los Cedros. Esta evidencia muestra la importancia de la zona para especies endémicas y de distribuciones restringidas, sobre todo en una zona que históricamente ha atraído la atención de las empresas mineras. Hace poco la Corte Constitucional de Ecuador dejó sin efecto el registro ambiental y los permisos de agua de las concesiones mineras Río Magdalena 01 y 02 sobre el Bosque Protector Los Cedros.
“Tener nuevas localidades e información visibiliza las especies y el endemismo que conocemos. Es una ayuda para pensar en planes para el futuro y trabajar en ecología de poblaciones”, dice Reyes-Puig.
Mario Yánez asegura que, al igual que la mayoría de países en la región, el mayor reto que tienen los investigadores en biodiversidad de Ecuador es hacer conservación. “Hay un problema fuerte con el cambio climático y con el requerimiento de agua y al parecer no son suficientes argumentos para que la gente quiera conservar, no sabemos si muchos ecosistemas colapsarán de aquí a 2030 y si llegaremos a describir o a completar las especies de algunas zonas. Hay unas extremadamente remotas como la cordillera del Toisán, a pesar de que es el corazón de la Reserva Cotacachi Cayapas. Estamos a contrarreloj”, concluye.
El artículo original fue publicado por Antonio José Paz Cardona en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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