Desde hace treinta años, Andrea Crosta investiga temas de conservación tanto como científico como consultor, pero en el 2015 decidió que había que ir más allá y entrar a las raíces del tráfico de vida silvestre, el cuarto crimen mundial más grande y que mueve unos US$258 mil millones al año, precisa Crosta. Fue así como cofundó Earth League International (ELI), la primera agencia de inteligencia para el planeta, como ellos se identifican. En este breve tiempo han realizado decenas de investigaciones en África, Asia y Latinoamérica, y tienen agentes encubiertos en varios países y el apoyo de exagentes del FBI y de la CIA estadounidense.
Desde hace dos años, además, han tomado un camino difícil y poco conocido: el del tráfico de partes de jaguar en cinco países de Latinoamérica como parte de la Operación Jaguar. ¿Qué han descubierto? Tras sumergirse en este mundo de ilegalidad han logrado establecer que hace falta trabajo de inteligencia para combatir el crimen contra la vida silvestre. “En otros delitos este componente es neurálgico, no puedes ni soñar con hacer una estrategia sin inteligencia”, comenta a Mongabay Latam. Y la inteligencia, señala, no es solo recoger información, sino analizarla los 365 días del año, a lo largo de toda la cadena ilegal de suministro.
Para Crosta, otra estrategia errada de los gobiernos que enfrentan este problema es concentrarse solo en los cazadores furtivos. “Son quienes más atención reciben y son los menos importantes de la cadena de suministro”, agrega. El problema real, precisa el investigador, es el resto de la red de tráfico, sobre todo el que lleva las partes del animal desde el país de origen hasta Asia.
En esta entrevista con Mongabay Latam, el experto italiano revela las formas y comportamientos de los traficantes chinos, algo aún desconocido para la mayoría de gobiernos por la diferencia cultural.
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¿Cómo operan los involucrados en el tráfico de partes de jaguar?
Tenemos definidos actores en la cadena logística de este crimen que van desde los cazadores furtivos, en el país de origen, hasta las cabezas de las mafias, generalmente en el país de destino. En Latinoamérica y en todo el mundo, los actores clave de esta cadena de suministro son sobre todo asiáticos o chinos. A veces están en los países de origen por mucho tiempo, algunos hablan español.
Cuando ingresas a investigar en estas redes te encuentras con otros delitos: tala ilegal, de partes de tiburón, lavado de dinero. Generalmente estos traficantes tienen negocios legales como restaurantes, supermercados en el país de origen o la exportación legal de vida silvestre o de madera, y dentro de estos cargamentos que van a China trafican partes de jaguar o aletas de tiburón.
No todo este consumo se da en grandes dimensiones. Hemos identificado tres tipos de personas dentro de la comunidad que pueden consumir vida silvestre: los locales que quieren comer la carne o quieren tener el colmillo para ellos; los negociantes que van a Sudamérica por otras razones comerciales y al regresar compran partes para llevar a China, y luego los traficantes profesionales.
Un reporte de World Animal Protection de 2018 señaló que en Surinam existía una caza bajo demanda para el tráfico de jaguar. ¿Han observado si esto se extiende al resto de países latinoamericanos?
Las redes de tráfico cambian bastante entre países, a veces trabajan en más de un país haciendo negocios, pero, por ejemplo, la red de tráfico de Surinam es distinta a la de Bolivia. Es importante entender que la matanza del jaguar siempre estuvo ahí, sobre todo por conflicto entre humano y felino, y eso sigue sucediendo. El problema apareció cuando las comunidades locales entendieron que las partes del jaguar tenían otro valor para China.
Los traficantes chinos realizan pedidos. Le dicen al intermediario, generalmente local, que le van a comprar todo el jaguar que pueda encontrar, y ellos dan el mismo aviso a las comunidades. Hoy en día en Surinam, cuando matas un jaguar —ya sea por conflicto o a propósito— el destino es el mercado chino. Lo más importante ya no es la piel, sino los colmillos y los huesos. No quisiera generalizar y decir que esto sucede en todo Latinoamérica, pero sí en muchos países.
¿Cómo trabaja Earth League International (ELI) para poder obtener esta información?
Trabajamos con agentes encubiertos, todos ellos chinos o de países asiáticos. Cuidamos mucho su identidad, muy pocas personas dentro del mismo ELI saben quiénes son. Ellos identifican a los actores más importantes en los países de origen y de destino, se infiltran en estas redes por un tiempo largo, graban videos y fotos.
Cuando llega la segunda parte de nuestro trabajo, que es entregar la información recogida a las autoridades, ellos ya no están más en el país. En esta segunda etapa somos cuidadosos con a quién damos la información y si tendrán los recursos y el interés para abordar el problema. Al mismo tiempo damos esta información a entidades internacionales como la Interpol o agencias estadounidenses, incluso a autoridades chinas. Ellas siempre están pendientes de si sus ciudadanos cometen crímenes.
¿Hay algún país con el que haya podido llegar a esta etapa?
Por ahora estamos trabajando en cinco países, pero con Bolivia ya hemos llegado a esta etapa y hemos encontrado gran interés en ellos. Cuando entramos a esta fase es delicado porque no quieres darle información a alguien corrupto o que no hará nada. Generalmente entregamos mapas del crimen, tanto de los actores locales como de los extranjeros, con información detallada, fotos, teléfonos, direcciones. Es información clave para seguir la investigación a nivel de país.
¿Qué sucede con las entidades chinas en los países de origen? ¿Están interesados en esta información?
Puedo decir que algunos de ellos están involucrados en el tráfico. Hace poco tiempo en África hicimos una operación por tráfico de vida silvestre y un equipo nuestro se dedicó a seguir a todos los traficantes. Uno de ellos entró a la embajada china. Eso sucede.
En China, ¿cómo se venden las partes de jaguar?
Los colmillos se venden sobre todo como joyas, con o sin aplicaciones de metal. Hemos encontrado que esas aplicaciones son puestas en los países de origen, es decir, llegan listas para ser vendidas en China y Hong Kong. Los que las compran lo hacen para la buena suerte. Gran parte del dinero se obtiene por los colmillos del jaguar. Para uso medicinal se usan los huesos, que son vendidos en China como huesos de tigre. El jaguar es el felino que tiene los dientes y huesos más similares al tigre.
En un reportaje reciente de Mongabay Latam sobre Bolivia, señalamos que desde el 2019 no hay incautaciones de partes de jaguar. ¿Por qué evalúan que esto sucede?
No encuentran porque necesitan trabajos de inteligencia. Si no sabes dónde buscar, ¿cómo lo encuentras? Ocho colmillos de jaguar, extraídos de dos ejemplares de felino, los puedes llevar en el bolsillo, en la maleta y son difíciles de detectar. En un container (contenedor) puedes poner hasta cien dientes de jaguar y una caja de huesos. ¿Cómo los encuentras? Por eso necesitas inteligencia, para que vayas al container o a la maleta correcta, sino las incautaciones serán solo cuestión de suerte.
Lo que vemos es que pese a que los protagonistas de este tráfico son asiáticos, los agentes de la ley no los entienden porque no conocen su idioma, no tienen investigadores encubiertos en sus redes. Toda esta parte del problema es un misterio para ellos. Cuando hablas con autoridades latinoamericanas sobre el jaguar, te hablan sobre conservación, sobre los problemas con los locales, pero no sobre los traficantes chinos porque no los conocen.
¿Entonces los países necesitan cambiar el foco de sus investigaciones?
Si solo te enfocas en la parte de la cacería, nunca harás una diferencia y lo seguirás haciendo por el resto de tu vida porque se va un cazador y aparece otro. Hay que enfocarse en la organización criminal china. Cuando tengas al traficante chino y lo arrestes, incluso solo si sabe que estás investigando cerca de él, lo vas a asustar. Ahora están muy cómodos, no tienen miedo.
En México eso sucedió con la totoaba por un tiempo: les dimos información clave para que decomisen un gran cargamento de esta especie y asustó tanto a los traficantes que por un tiempo el valor de la totoaba bajó a cero. Detener a los traficantes chinos es una buena estrategia porque no hay muchos, se asustan con facilidad y si quitas a uno de la cadena, esta se quiebra. Pero para eso hay que invertir tiempo y dinero.
¿Cómo evitar caer en la estigmatización de la comunidad china en estos casos?
En ELI no estigmatizamos a ninguna comunidad, ni a los locales ni a los chinos. En mi opinión, los criminales no tienen nacionalidad. Queremos trabajar de forma neutral, detrás de los que están cometiendo los delitos. Lo que pasa ahora es que se mira solo al cazador furtivo, es un villano fácil de identificar. Pero hay que observar al más grande, a los traficantes y a los funcionarios corruptos.
Pero hay algo más que hemos encontrado en los trabajos de inteligencia: si bien no toda la comunidad está involucrada, créeme, todos los que viven en estas áreas conocen lo que sucede. En medio de las investigaciones, si uno de los agentes encubiertos no conocía cuál era el traficante correcto, preguntaba y cualquiera en la comunidad lo sabía.
¿Qué otra parte de la cadena hay que observar para cortar el tráfico?
La persona que lleva el producto del país de origen al de destino. Los locales no saben cómo sacar el producto fuera del país, en China solo lo reciben y venden. La persona más importante es la que une estos dos espacios, la que además sabe a quién sobornar para no ser detectada. Sin esa persona, la cadena se detiene. En ella nos enfocamos y debería ser el objetivo de cualquier agencia de ley.
El artículo original de Vanessa Romo fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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