Para los antiguos mayas, el zopilote rey era un intermediario que surcaba los cielos comunicando a la humanidad con los dioses. Al verlo planear sobre las corrientes de aire, con su envergadura de 1.93 metros, es fácil entender por qué se le pensaba como un ave especial. Y cuando se conoce más sobre esta especie, se entiende que su vuelo no es lo único que la hace magnífica.
Sus ojos blancos, profundos y poderosos hacen mancuerna con su olfato para ubicar una presa desde las alturas y a grandes distancias. Su cabeza, una paleta de tonalidades rojizas, permanece desnuda de plumas para evitar infecciones de las bacterias presentes en la carroña de la que se alimenta. Con sus 80 centímetros de estatura y hasta 14 kilos de peso, se impone ante otros carroñeros sin siquiera empezar una pelea, una de las varias razones por la que lugareños y científicos lo llaman “rey”.
El plumaje gris alrededor de su cuello forma un circuito tan compacto que los aztecas lo llamaron cozcacuahtli: águila de collar. La elegante túnica de plumas blancas con remates negros que lo caracteriza llevó a que el botanista sueco Carlos Linneo lo nombrara Sarcoramphus papa.
Pese a todas estas elocuentes formas de llamarlo, el zopilote rey representa algo aún más importante para el ejido Nuevo Bécal, ubicado la selva maya, en la zona sureste de Campeche: el aprendizaje de que el manejo forestal mejora la calidad de vida de una comunidad y es compatible con la conservación de la vida silvestre y su hábitat.
“Para nosotros, en el ejido, el zopilote rey es una especie emblemática con la que estamos orgullosos de contar y que estamos comprometidos a conservar a pesar de las actividades económicas que impulsamos”, explica Lucio López, ejidatario e ingeniero forestal a cargo del comité de vigilancia en el ejido.
Nuevo Bécal tiene como territorio un macizo forestal de 51 163 hectáreas en el municipio de Calakmul, Campeche. De esta superficie, desde hace más de una década, el ejido conserva 427 hectáreas como santuario del zopilote rey, espacio en el que la comunidad prohibió actividades extractivas como cortar árboles, cazar animales e, incluso, las visitas a esa área son sumamente cuidadas.
En 2007, cuando la comunidad comenzó a plantear la posibilidad de tener un programa para aprovechar la madera de sus terrenos forestales, los ejidatarios miraban las áreas de conservación como un obstáculo para sus planes. El experimento con la reserva del zopilote rey ha roto tabúes y transformado la manera en que entienden el manejo del paisaje, a tal grado que hoy en día el 99 % de la superficie del ejido (50 689 hectáreas) está inscrita como Área Destinada Voluntariamente a la Conservación, lo que la convierte en la mayor registrada en México.
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El artículo original fue publicado por Juan Mayorga en Mongabay Latam Puedes revisarlo aquí.
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