En la selva central del Perú nace un café de especialidad con una calificación de 87 puntos en taza. Recientemente, se convirtió en una edición limitada del club de fútbol Werder Bremen. Dicho triunfo, por supuesto, reconoce el cuidado con el que trabajan los pequeños productores de Junín. Su labor ha conquistado a exigentes paladares alemanes.
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6 a.m. Don Timoteo Gutiérrez (58) empieza el día en su plantación de café. La observa, la huele, la palpa. La misión es identificar qué requiere. ¿Poda, abono, sombra, renovación de plantas? El trabajo en el campo es arduo e intenso. Toma 12 horas diarias exactamente. En la época de cosecha demanda más tiempo, pues se recolectan los cerezos maduros -de manera muy selectiva- y se pelan para obtener los granos de café. El anochecer llega sin que Timoteo se dé cuenta.
Pero la tarea no termina. Ni bien amanece, pone los frutos a fermentar. Luego los seca hasta lograr una humedad del 12%. Solo así es posible trasladar la cosecha al centro de acopio de la cooperativa ACPC Pichanaki. Gracias al café, Gutiérrez puede educar a sus cuatro hijos, quienes también apoyan en el campo. “Este empleo me permite cubrir gastos en salud, alimentación y vivienda”, señala.
Timoteo lleva más de 40 años como cafetalero. Su parcela de cinco hectáreas, situada en el centro poblado de Huantinini, ha sufrido plagas y enfermedades como la roya amarilla. Pese a ello, continúa firme en su “noble actividad”. “Provengo de la región Apurímac y de joven migré a la selva central para trabajar como peón en las fincas. Allí aprendí mi labor y me siento orgulloso de ella”, resalta.
Una historia igual de alentadora es la del cajamarquino José Jara (48), quien produce café desde hace más de 20 años. Comenzó como operario en la plantación de sus vecinos y, con sus ganancias, compró una chacra de cinco hectáreas en el centro poblado de San Miguel de Auitki, a más de 1.510 m.s.n.m.
Para José, la caficultura es un trabajo sacrificado que ha permitido el desarrollo de su familia, a pesar de las malas épocas. Debido al impacto económico generado por el coronavirus, por ejemplo, no logra solventar los costos de producción. Afortunadamente, cultiva en su chacra plátanos, yuca, maíz y frejol. Así mantiene y alimenta a su familia. “Continuamos avanzando. Soy socio de la cooperativa hace 15 años y poco a poco estamos recuperando a más clientes”, dice Jara.
CÓMO LLEGARON A ALEMANIA
La aventura empezó en el 2018. Pedro Rodríguez, gerente de ACPC Pichanaki, viajó a Alemania para reunirse con uno de sus clientes: la empresa importadora de café Hacofco. Allí acordaron promover el Mundialito de cafés de calidad, un concurso para encontrar al mejor café de la selva central. La competencia se llevó a cabo en agosto de ese año. Representantes de las compañías Azul Kaffee y Hamburg Coffee Company eligieron a los finalistas: CAC Perené, Río Tambo, Caecos, Narsa, CAC Satipo, Coviriali y ACPC Pichanaki. El ganador fue el café de tipo geisha de esta última asociación. Desde entonces, su vínculo con el mercado alemán hizo posible llevar el laureado café a la Bundesliga.
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