En la actualidad tan caótica que vivimos, decidimos hacer una pausa para reflexionar sobre el fin de un vínculo sentimental. Y es que en estas situaciones nos solemos preguntar cómo es posible que las cosas se hayan desarrollado de cierta manera, imaginamos miles de escenarios, repasamos cada palabra que dijimos o dejamos de decir e, innegablemente, iniciamos una etapa de duelo. Para poder asimilar cómo el fin de una relación de amor nos afecta internamente, conversamos con Leticia Navarro, psicóloga y psicoterapeuta.
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Todas las emociones son válidas
Seguramente hemos escuchado que cada persona es un universo. Esto también aplica para temas del amor. “Cada persona vive y experimenta una ruptura amorosa, de forma diferente. Dependerá de su historia de vida, etapa de desarrollo, expectativas de la relación, si hay hijos de por medio, etc”. Y es que, como explica Navarro, esta situación nos puede llevar a sentir rabia, ira, ansiedad, tristeza e incluso sumergirnos en una depresión. Asimismo, pueden presentarse sentimientos de falla, culpa, disminución de autoestima y de autoconcepto. Estas emociones podrían derivar en un estado de tristeza continua y prolongada, por el hecho de no cumplir las expectativas de ese “ideal” de uno mismo y del otro.
Ante esto, debemos aprender a reconocer que en los vínculos íntimos y cercanos, no experimentamos únicamente sentimientos puros y llenos de bondad. “Lo cierto, es que amamos y odiamos, pero con el tiempo logramos integrar ambas emociones”, señala la especialista. Es importante cuestionarnos y analizarnos sin inhibir nuestras emociones, sin críticas, ni vergüenza, sino con comprensión y reflexión. “El simple hecho de ponerle un nombre a las emociones, ya nos da una sensación de dominio lo que nos permite pensarlas, darles un significado, procesarlas y asegurarnos que no se desborden”, precisa Navarro. Con frecuencia tendemos a catalogar las emociones como “negativas” cuando en verdad lo que nos generan es disgusto y desazón porque nos comunican algo concreto. En ese sentido, según explica la también psicoterapeuta, es probable que la tristeza sea la emoción más dolorosa de todas, pero indudablemente esta nos invita a la reflexión. También debemos tomar en cuenta que, ante el enojo y el miedo, la creatividad puede disminuir. Esto nos puede impedir encontrar soluciones y provocar que reaccionemos impulsivamente. “Es clave recordar que tenemos derecho a expresar nuestro enojo, pero sin violencia”.
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¿Cómo afrontar una ruptura amorosa?
Leticia Navarro explica que lo primero es aceptar la realidad. En la vida hay que aceptar la realidad cuando nos referimos a una decisión ya tomada. Esa realidad no necesariamente tiene que gustarnos pues siempre existirán realidades muy crudas. Lo que sí tenemos que hacer es aceptarlas, porque como individuos no somos tan omnipotentes para cambiar la realidad, ni mucho menos cambiar al otro. Finalmente, aceptamos nuestra realidad sin resignación, porque nos ponemos a trabajar en nosotros mismos. Nosotros sí podemos cambiar, aunque verdaderamente no se trata de un cambio, sino de desarrollo y crecimiento. Como personas, nos hacemos cargo de nuestras propias emociones, evaluando nuestra nueva realidad con otros ojos, con otra mirada, desde otra perspectiva más tolerante y armoniosa.
“Las crisis no nos gustan, porque nos sacan de nuestra zona de confort, nos llevan a lo desconocido, a vivir nuevas experiencias y formas de relacionarnos”, dice la psicóloga. En las relaciones sentimentales como en la vida misma, siempre nos encontraremos ante diferentes escenarios. Existen relaciones que no se rompen, sino que se transforman. Realmente todo depende de cada persona y su forma de visualizar su situación actual.
Lo segundo, es entender y llevar el proceso del duelo. Cuando terminamos una relación de amor podemos notar que nuestro humor cambia. Si llegamos a sentirnos inactivos o indispuestos tras una ruptura amorosa, debemos recordar que es totalmente válido. “Es válido sentirse triste; una ruptura vincular duele. Hoy por hoy, nos asusta el dolor, pero es parte de la vida”, explica la experta en salud mental. De acuerdo a Navarro, una ruptura amorosa es un duelo. Es importante entender esta situación como el trabajo interno que se requiere para superar una pérdida significativa. Dicha pérdida, puede ser la muerte de un ser querido; también puede ser una ruptura amorosa; la pérdida de un trabajo o de nuestra casa; la pérdida de salud, de la libertad, etc. En esencia, se trata de una pérdida que tiene una representación importante para nosotros, y definitivamente habrá que procesar psíquicamente.
También, es vital tener en cuenta que la vida sigue después de terminar una relación. Es importante esforzarnos para retomar nuestra vida después de un acontecimiento como este. “Venimos a este mundo a aprender a ser felices, con lo que nos toque vivir, pero no se trata de inhibir las emociones y disociar como si nada hubiera pasado. Es importante pensarlo, reflexionarlo, ponerlo en palabras, de lo contrario no hay aprendizaje, ni crecimiento interno”. La especialista en salud mental cita a Vivian Greene indicando que “no se trata de que en la vida no hayan tormentas, se trata de aprender a bailar bajo la lluvia”. Con esta frase propone que nos cuestionemos lo siguiente: ¿Qué voy a hacer con esto que me toca vivir? Por un lado, está la tensión emocional y por otro lado la tensión creativa, es como si fuera una lucha entre el miedo y la motivación. Lo que hagamos con lo que nos toca vivir, es lo que marca la diferencia.
Primeros pasos para sanar un corazón roto
La psicóloga y psicoterapeuta nos brinda cinco consejos que podemos poner en práctica para aligerar el proceso de adaptación que implica el término de una relación sentimental.
- Poner en palabras nuestro dolor, pensando y reflexionando.
- Establecer con nosotros mismos una comunicación emocional y corporal. Si bien nuestras emociones nos comunican algo, también nuestro cuerpo habla. Pensemos en él y reflexionemos. Por ejemplo, ¿qué me comunica este dolor de espalda?
- Entender y aceptar la realidad. No se trata de negar o minimizar, sino de trabajar en uno mismo para resurgir, reinventarnos, crecer y desarrollarnos.
- Confiar: ¡Cree en ti! Si bien no podemos tener la seguridad absoluta de que las cosas no van a cambiar, existe un concepto que se deriva de ella y se llama: confianza. Podemos confiar en que superaremos la pérdida, construyendo nuevas formas más saludables de vincularnos con los otros.
- Buscar ayuda. Ante este tipo de duelos, podemos recorrer el camino en compañía de un profesional que nos brinde ayuda psicoterapéutica. Debido a que, en ocasiones, guardamos expectativas acerca de la relación, las cuales tienen que ver con la valoración de los ideales, activándose un componente exigente y crítico hacia el otro y/o hacia uno mismo.
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