Por Karina Villalba
Analí Gómez, ‘La Negra’, es una mujer de pocas palabras. Compensa su economía verbal con una amplia y contagiante sonrisa. Admite que le cuesta dar entrevistas y que le disgusta venir a Lima porque hay mucho ruido, caos y contaminación. Ella prefiere estar en el mar, en su playita, relajada junto con su familia y sus amigos.
Analí tiene unos chispeantes ojos negros, una piel eternamente bronceada, es afable, vivaracha y con un contagiante buen humor. Aprendió a nadar a los 4 años de una manera poco convencional, a los 11 se subió por primera vez a una tabla y dos años después, a los 13, ante una angustiante experiencia que no la amilanó, decidió que este deporte, que algunas personas asocian a extrema y permanente diversión de verano, sería su profesión.
A sus 29 años ‘La Negra’ ha conquistado un título mundial y es la reciente campeona de los XI Juegos Panamericanos de Surf que se celebraron a inicios de este mes en Punta Rocas. Es modesta cuando se refiere a la exigencia que demanda ser una competidora de talla mundial, y esquiva cuando habla del entrenamiento que incluye levantarse disciplinadamente en las madrugadas de invierno para vestir un wetsuit, meterse a las frías aguas del mar y buscar una buena ola. Sin embargo, es minuciosa cuando explica los cálculos que hace para encontrar la mejor ola, la concentración que tiene para mantener el equilibrio y ponerse de pie, deslizarse y hacer giros con precisión en una tabla. Porque, contrariamente a lo que algunos piensan, el surf también es un deporte que exige mucho trabajo, esmero y concentración.
Analí no es una mujer de cábalas místicas, es mujer de hechos concretos. Se emociona cuando hablamos de sus triunfos, se le quiebra la voz cuando declara que su mayor temor es defraudar a su familia y sonríe pícara cuando habla del amor y da consejos sobre cómo superar el revolcón de una ola. Pero levanta la voz y se pone seria cuando pide apoyo para el surf.
Analí habla poco, pero brilla como los rayos del sol que caen en el mar de Punta Hermosa.
¿Cuándo y cómo empezaste a surfear?
Mis padres han vivido en Punta Hermosa toda la vida, así que he tenido el privilegio de vivir cerca al mar desde que nací. Como mi padre es pescador mis hermanos y yo estábamos todo el día en la playa. Para que aprendiéramos a nadar, él nos tiraba de su bote de pescar.
(Foto: Javier García-Rosell / Styling Úrsula Acuña)
¿Qué edad tenías?
Me lanzó chiquita, a los cuatro o cinco años, pero con globitos en los brazos. Casi todos mis hermanos han salido como mi padre, pescadores. Somos 11 (cuatro mujeres y siete hombres), yo soy la última. Los que surfeamos somos mi hermano José ‘Jara’, campeón de olas grandes, Ito y yo.
¿No te traumatizaste?
No, porque siempre estuve cerca del mar, siempre estuve en la arena o chapoteando en el agua. Conforme fui creciendo, fui avanzando; en los veranos iba a la playa con la gente que corría bodyboard y tabla.
¿Has sufrido algún percance que te desanimara de practicar este deporte?
A los 13 años me enredé en unas redes de pescar. Estaba surfeando en La Puntilla, me caí y quedé atrapada en la pita; como era invierno no había nadie en Punta Hermosa, solo los surfistas y la gente que vive allí. Después de 20 minutos un amigo que se iba a surfear me vio y empezó a jalarme, pero nada, seguía enredada. Fueron momentos de desesperación, hasta que otro amigo, que también se iba a surfear, nos vio, saltó entre las rocas, se metió al agua y liberó la pita. Gracias a él pude salir. Después de eso, dejé de surfear una semana y estuve un poco muñequeada. Esa fue una prueba que me puso Diosito, a ver si decidía no seguir. Pero es tanta la pasión que uno siente por el surf, que decidí continuar. Para mí, que recién estaba empezando, era imposible dejarlo.
En esta profesión es vital mantener la calma.
Sí, hay que ser más relajado. Pero depende de cómo lleva cada uno el surf.
¿Cómo lo llevas tú, Analí?
El surf es mi profesión, es mi trabajo. A los 9 años ya estaba con mi bodyboard, más metida en el agua, más conectada con el surf; y a los 11 años, cuando me paré en una tabla, empecé a surfear.
¿Qué sentiste al pararte por primera vez sobre una tabla?
No sé, adrenalina. Fue una sensación distinta, de dominio. En esa época había pocas chicas en el surf, pero en la isla vi surfear a Sofía Mulanovich, era nuestra estrella, hasta ahora es nuestro ídolo. Ella ha sido mi inspiración, siempre va a serlo. Es nuestra campeona mundial.
¿Alguna vez te ha revolcado una ola?
Siempre. Todas las veces que entro al mar me revuelca una ola.
(Foto: Javier García-Rosell / Styling Úrsula Acuña)
¿Cómo podemos salir de un revolcón en el mar?
Te revuelcas, pues, suave, te dejas llevar un rato por abajo. En lugar de que te caigan rocas, mil veces mejor es agüita. Si te desesperas, empiezas a alocarte, tomas un poquito de agua y fuiste. La clave está en no desesperarse, hay que entrar con confianza; si te desesperas, el mar se aprovecha. Igual en las remadas, si remas decidida, vas a entrar. Si la dudas, te va a agarrar la ola y vas a sufrir.
Existe una frase que dice “hay que tenerle respeto al mar”. ¿Tú lo respetas?
Claro. Yo creo que por más surfista que seas, todos le tienen respeto al mar, uno nunca sabe lo que pueda pasar allí. Puede ser un golpe de la tabla o con una piedra… Hay que respetarlo.
¿Es real el efecto terapéutico del mar?
¡Uf! Es otra cosa. Una vez que lo pruebas te olvidas de todos tus problemas, es muy relajante.
Acabas de triunfar en los XI Juegos Panamericanos de Surf. ¡Felicitaciones! ¿Cómo te preparas para un torneo de esta envergadura?
Mantengo mi rutina diaria que es meterme al mar tres horas en la mañana y dos horas en la tarde. En verano es más tiempo porque todo el día hay sol y uno quiere estar todo el día en el agua. Pero en promedio, son cinco o seis horas diarias. Para una competencia mundial, mantengo ese ritmo; un mes antes realizamos ejercicios de alto rendimiento con Renato Quesada que es el entrenador de la selección. Este entrenamiento incluye ver videos, ver cómo está surfeando uno y cómo lo hacen los competidores. Son detallitos.
¿Y en qué consiste tu alimentación?
Trato de hacer lo que es necesario para una competencia de este tipo, pero no soy tan estricta, soy un poco más relajada [se ríe]. A mí me gusta comer bien: arroz con pollo, cebiche, chicharrón... ¡tantos platos! Pero antes de una competencia evito las grasas y como más sano y balanceado.
¿En qué categoría participas?
Open Damas. Es una categoría de mayores, de 18 a más. Puedes participar desde los 14 años, pero las chicas de Open son más experimentadas.
¿Cómo manejas la presión previa a una competencia?
Escucho música variada, reggaetón más que nada, me encanta. Salsa también, pero no revienta como para entrar al agua motivada. Yo solo escucho mi musiquita y estoy enfocada hasta que me toca salir, para entrar más confiada.
Has conquistado títulos importantes en este deporte. ¿Qué metas profesionales tienes?
Este año, mi principal meta era entrar a la WCT (World Championship Tour) que reúne a las top del surf en el mundo, 35 chicas nomás [y en el que se compite en 11 pruebas en las mejores olas del mundo. Quien termine con más puntos al final es la campeona del mundo]. Ahorita estoy en el puesto 31 del QS, que son las 100 mejores. Bueno, esa era mi meta, pero ya la edad va avanzando...
¿Hay un límite de edad para surfear?
No, puedes surfear toda tu vida, pero creo que hasta los 35 años puedes hacer tu carrera profesionalmente. Competitivamente hay nuevas generaciones, otros estilos, otras formas.
¿Y tu cuerpo responde?
Sí, el cuerpo está preparado, solo que a veces hace falta un poco de apoyo para concretar todas tus fechas. Hoy, gracias a Conectados de Claro, que trajo un apoyo importante para un grupo de deportistas jóvenes, y también a otras empresas privadas, seguimos trayendo triunfos.
¿Hace falta más apoyo para el surf?
Sí. No tanto para mí sino para las nuevas generaciones que lo necesitan, nos estamos estancando. Nosotros conseguimos triunfos, sin embargo, el Presidente no nos recibió [en Palacio de Gobierno], se fue a ver al Papa a darle una camiseta. El surf es uno de los deportes que más triunfos ha traído al país, pero hay que decirlo: si quieren tener más campeones, hay que invertir y no dejarlo pasar. Aquí hay bastante talento, olvídate, hay mucha gente que puede traer más títulos mundiales, este deporte ha avanzado increíblemente. El surf tiene para rato.
(Foto: Javier García-Rosell / Styling Úrsula Acuña)
¿Cuál es la competencia qué más te ha exigido o la que más has disfrutado?
Todas son reñidas. Es una sensación chévere, distinta, de mucha presión.
¿Te gusta competir?
Sí, aunque a veces te estresas, la emoción en los 20 minutos que estás esperando una buena ola es enorme, ahí adentro todas nos odiamos y afuera nos matamos de risa y somos felices. En realidad, son 20 minutos y a cualesquiera le puede salir la ola. Es todo un “timing” y si se te pasó, perdiste.
¿Es una cuestión de suerte?
Sí, pero uno tiene que buscar la ola, tienes que moverte, no te puedes quedar en un solo lado, porque el mar cambia.
¿Cómo buscas una buena ola, cómo sabes cuál es el momento indicado?
Tienes que mirar el mar antes de entrar, tienes que ver el oleaje, los tumbos y empezar a calcular cada qué tiempo sale una serie, por lo general es cada 10 minutos. Entonces, ya tienes una idea. Tú tienes 20 minutos para entrar y conseguir la ola. Entras, vas remando para donde viene la serie, porque tampoco vas a dejar que te caiga encima, te tienes que mover. Tu serie es solo de 20 minutos (desde que entras al agua), 25 minutos a lo mucho. En ese tiempo tienes que conseguir dos mejores olas, puedes agarrar 10 o 20 olas, pero solo dos buenas son las que valen el puntaje para pasar a la otra serie.
¿Crees que una buena surfista es la más valiente o la mejor preparada?
Es una mezcla de todo. En mi caso ha sido porque toda mi vida he estado en esto, luchando. Lo que he logrado ha sido gracias a la perseverancia y a la dedicación que le puse.
¿Qué parte de tu cuerpo es la que más se ejercita cuando surfeas?
Las piernas, las remadas, los brazos, la espalda, por eso tenemos la espalda más grande [sonríe].
¿Cómo te cuidas?
No soy mucho de cuidarme. Como todo lo que se pone en la mesa, pero moderadamente, no en exceso. Tampoco me voy a dormir después de comer, que son costumbres que te hinchan. Aparte, el deporte me mantiene en forma. Todo lo que como, lo quemo.
¿Y el cabello, la piel?
Me protejo con cremas y bloqueadores solares, pero igual se maltratan bastante con el agua salada y el sol. Así te eches lo que te eches, al toque salen las arrugas.
¿Qué te gusta hacer además del deporte?
Lo que más me gusta es surfear, estar conectada con el mar. También jugar vóley con mis amigas ‘antisurfer’. Esa es la única forma de disfrutar con mis amigas, ir a donde van, fuera del agua, no todo es surfing. Juego bingo también y full novelas.
¿Qué te gustaría lograr más adelante?
Después de que termine todo esto, me gustaría formar mi familia, como todas. Ahorita no se puede porque viajo mucho; por el momento mi vida es el surf.
¿Has sufrido alguna lesión por practicar este deporte?
En mi último viaje a El Salvador me caí y tuve una lesión en la rodilla izquierda (ligamento cruzado). A veces por la edad ya te toca cobrar. Estuve un mes fuera, pero tranquila, no fue nada grave. Fue un tiempo de descanso que seguramente me lo merecía.
¿Ser mujer te da alguna ventaja o desventaja en este deporte?
Ninguna. Todos pelean por igual por la mejor ola, todos quieren una buena ola.
¿Cómo es competir mientras estás menstruando?
Los cólicos y los dolores te tensan, te ponen de mal humor, te desconcentran mil veces, te cambia todo.
¿De qué manera afrontas esa circunstancia?
Como cualquiera, tomo pastillas para calmar el dolor y escucho música. Pero siempre es incómodo.
(Foto: Javier García-Rosell / Styling Úrsula Acuña)
¿Cuál es la ola más alta que has surfeado?
Creo que ha sido una de Pico Alto a la que mi hermano me metió. Medía tres metros, en un día tranquilo, porque Pico Alto tiene una de las olas más grandes del Perú y llegan a medir cinco metros o más. Ahí me metió mi hermano un día para que sintiera la ola, y era otra cosa. Esto no va conmigo [sonreímos]. Es que mi hermano es campeón de olas grandes y él me dijo: «Tú también tienes que meterte porque si no, no eres Gómez».
¿Tuviste miedo?
Sí, porque no es lo que uno normalmente corre. Una ola de tres metros, asusta.
¿Tienes cábalas?
Solo me persigno.
¿Qué te gusta de este mundo de competencia?
Viajar. Gracias a este don que Dios me dio, he podido ir a varios lugares.
¿En qué lugar te gusta más surfear?
Me gusta ir al norte del Perú porque hay solcito y las olas son prácticamente perfectas. Todos los países tienen buenas olas, pero siempre es por épocas, por temporadas. En el Perú todos los días puedes surfear. En otros lugares no tienen esa suerte.
¿Cuál es la frase que más repites o el pensamiento que siempre te acompaña y que te gustaría compartir con nuestras lectoras?
Siempre pienso en no dejar que el miedo destruya mis sueños. A veces el miedo te frustra y te impide hacer lo que más quieres. Esa es la frase que más utilizo y que quiero compartir.