Andrea Castillo
Si algo procura hacer Inés Temple Arciniega es predicar con el ejemplo. A sus brillantes 55 años y luego de más de dos décadas de arduo trajinar, ha hecho de su nombre una marca. Es presidenta de Lee Hecht Harrison / DBM Perú y de Lee Hecht Harrison Chile, empresas consultoras líderes en outplacement y coaching, y miles de personas la siguen en las redes sociales y leen sus artículos sobre cómo mejorar la empleabilidad. Pero más allá del éxito laboral, ella es una mujer que cuida lo más preciado de su vida, la familia. También apoya causas altruistas. Desde el 2010 integra el directorio de la Liga Peruana contra el Cáncer. ¿Qué la une a esta institución, cómo se inspira para poner siempre buena cara, cómo se ve dentro de diez años; se considera exitosa? Conversamos con ella sobre estas y otras cuestiones, y esto nos contó.
¿Cómo llegas a la Liga contra el Cáncer?
Adolfo ‘Fito’ Dammert me invita a formar parte del directorio entre el 2008 y el 2009. Él mismo había experimentado esta enfermedad y la había vencido. Decidí participar porque tenía unos deseos sinceros de ayudar a una causa que me parecía increíblemente noble e importante, aunque confieso que muy interiormente pensaba: ¡Gracias a Dios que este tema no está en mi familia! Pero me tocó. Meses después, un familiar muy cercano, una de las tres personas a las que más quiero en la vida [su hija Jimena], le diagnostican cáncer de seno.
Nadie desea recibir ese tipo de noticia.
Nuestra vida cambió de pronto y todos nuestros esfuerzos se centraron en ayudar a este familiar, y a nosotros mismos, a vivir esta experiencia devastadora pero también enriquecedora.
Te pone a prueba en muchos aspectos.
Nuestra familia se cerró como un bloque. Nos repartimos las tareas; consultamos a quienes consideramos los mejores médicos en el Perú y tuve la suerte, gracias a Dios, de tener un buen seguro para buscar asistencia fuera del país. Emprendimos esta lucha dificilísima contra la enfermedad y luego de un año, cuando pensamos que todo había pasado y la enfermedad retrocedía, esta regresa nuevamente.
¿Hubo una recaída?
Sentí que me hundía y me aterroricé ante la perspectiva de que estábamos perdiendo la batalla. Eso me deshizo. Pero sucedió algo muy importante que me inspiró a escribir dos artículos, uno de ellos es “Tu cara no me ayuda”. Llevaba varios días de estar tan desesperada, cuando esta persona [Jimena] me dice: “¡Bueno está que me ayudes cambiando de cara!”. Yo le digo: ¿qué?. “Tu cara no me ayuda”, me contesta. “Si tengo que ver todos los días tu cara y si me dice que estás angustiada, significa que voy a morir. Necesito saber que tú estás bien; que tu cara me diga que hay esperanza, entonces me lo voy a creer”.
Eso te hizo reaccionar.
Fue un baldazo de agua fría. Uno se asusta tanto que asumes el tema como un asunto muy personal y se te olvida que la lucha no es tuya sino de esa persona. Mi rol era inspirarla, transmitirle buenas vibras, mucho positivismo y fe. Entonces puse buena cara y enfrentamos el segundo round con más ánimo, aunque hubo momentos muy duros.
¿Qué fue lo peor?
Este familiar pasó una cirugía muy seria y estaba por salir de alta cuando le detectan una infección de causa desconocida. ¡Estábamos en el exterior, solas! Tenía la terrible sensación de que la vida de esa persona sin la cual no puedes vivir se te escapa y no puedes hacer nada. ¡Si te contara las historias de fe que pasamos! Estoy convencida de que Dios hace milagros.
¿Sucedió algo especial?
Gracias al apoyo de varios amigos contactamos con un médico peruano que trabajaba en el hospital y por él se pudo saber que el problema era provocado por hongos. Con el tratamiento adecuado, la situación se resolvió en cuatro horas. Fueron los momentos más difíciles de mi vida pero de los que más he aprendido.
Aprendiste a tener fe ¿No la tenías?
Sabía de los milagros pero nunca había tenido uno. ¡Dios no te deja solo nunca! También aprendí sobre la fuerza del espíritu humano. Esta persona [Jimena] pasó por diversos exámenes, vio a varios médicos, recibió radioterapia y quimioterapia durante dos años y nunca se quejó ni maldijo su suerte. Tenía 26 años y me dio una lección de cómo una persona puede enfrentar con tanta entereza y valor una situación tan crítica. Ahora vive en Australia, trabaja en una compañía, cursa el MBA y hace tres años sale bien de sus chequeos.
Hay quienes dudan, incluso, de su fe.
Para llevar este proceso tomados tres decisiones: primero, no mirar atrás porque entras al juego de las culpas; de por qué no hice esto o lo otro, y al final es un juego perverso porque no puedes cambiar el pasado. Segundo, mirar todo muy positivamente y, tercero, alejarnos de las personas con malas vibras.
¿Quién era ‘mala vibra?
La gente negativa, que se concentra en consolarte por algo que le pides a Dios no pase; gente que te quiere ‘preparar’ para lo que puede venir, quizá con buena intención. Si tienes fe y haces todo lo que los médicos te dicen, consigues lo mejor.
¿Y qué haces por tu salud?
Soy una fanática de la prevención; paso por la mamografía y el chequeo médico anual. Si algo recomiendo a todos es enterarse de cómo está realmente su salud. El miedo no cura, la prevención sí.
¿Cómo te ves de aquí a diez años?
Una de las cosas que aprendí por fuerza debido al cáncer en mi familia fue a delegar más y mejor. Una amiga me dijo: “Aprenderás a saber discernir donde debes estar y quién te necesita más”. Esa necesidad estaba con la familia. Felizmente, en mi equipo de trabajo en LDH Perú y en Chile había gente sumamente talentosa que pudo ayudarme a transitar esos momentos difíciles. Ahora estoy abocada a repartir mis tiempos; voy a hacer más cosas que me apasionan, quizá de una manera distinta, pues soy una ferviente creyente de la flexibilidad y de la organización. Además, la tecnología ayuda a trabajar desde donde puedas y como quieras.
¿Y qué piensas del éxito?
Es una definición personal. Para mi es una familia unida y feliz, con mis hijos [Rafael, Jimena y Lorena] sanos, desarrollados y contentos; con mi pareja [Michael Crow] y nuestra vida juntos, y con mis buenos amigos. Me gusta pensar que de alguna manera he contribuido para que algunas personas eleven su nivel de empleabilidad, que hagan de su carrera su mejor negocio propio y, sobre todo, que las empresas en el Perú traten cada día con más respeto a la gente de la cual quieren prescindir. Esa es mi misión.
¿Quién te inspira?
Admiro a mucha gente, especialmente a los consultores que trabajan en mi oficina. Son personas que vienen de carreras brillantes y ahora ayudan a otras a superar el impacto de desvincularse de una empresa. Algunos, incluso, han tenido cáncer y nunca dejaron de trabajar. Uno de ellos pasaba por su quimioterapia, luego iba a ver el mar para recargarse de energía y al día siguiente estaba aquí, trabajando y ayudando a otros.
¿Crees que reinventarse es más complicado para la mujer peruana?
No es un problema de género sino de espíritu. Las mujeres peruanas tenemos una fortaleza increíble; somos valientes y no abandonamos las batallas jamás; nos hacemos cargo de nosotras y de nuestras familias, liderándolas con la cabeza en alto. No nos victimizamos y somos perfeccionistas.
¿Y tú lo eres?
¡Sí ! (risas) pero estoy tratando de serlo cada vez menos.