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Kareen Spano, una actriz rebelde con causa - 1

Maritza Noriega

Kareen Spano es de aquellas actrices formadas en escuela, con grandes maestros y en entrenamientos de cuatro horas sin descanso, donde no era extraño que la primera actriz barriera –literalmente– el escenario sin remilgos y donde todos tenían claro que nadie es irremplazable. Ahí aprendió muchísimo, en todo sentido y en una época difícil para su familia, en la que a veces debía elegir entre pagar por imprimir un trabajo para la escuela o pagar por almorzar. Y, lógicamente, ella pagaba por la impresión.

Sus estudios de teatro los siguió en el TUC, el Teatro de la Universidad Católica, que quedaba en el jirón Camaná, en el Centro de Lima. Y su pasión por escribir la hizo crecer en la vida, con sensibilidad e inteligencia, como muestra en su última obra corta que se presenta ahora todos los martes en Lima, en Microteatro Lima, «Asalto rosa».

¿Cómo ha sido la experiencia de escribir para Microteatro Lima?

Genial. Alonso Alegría, que es un maestro y un gran amigo, me invitó a este taller de dramaturgia para actores, junto con Jimena Lindo, Sergio Paris, Claudio Calmet y Diego Lombardi. Nos planteó la idea de escribir una obra de 15 minutos y yo dije: «No. Yo necesito plata, quiero hacer una obra de 60 minutos donde me lleve todos los bolos. Tengo dos hijos y mi esposo es Dj [Dj Panikoo, productor de cumbia electrónica]. Así que no, gracias». A Dios gracias, Sergio Paris me dijo: «¿No te das cuenta de que todos vamos a ganar y tú eres la única que está escribiendo algo que nadie sabe cuándo se va a estrenar?». Tenía toda la razón, acepté la invitación y escribí «Asalto rosa».

¿De qué trata?

Trata de una pareja que asalta un banco. Es una excusa para cuestionarnos acerca de la codicia: ¿Querer tener un seguro médico es codicioso? ¿Tener la seguridad de que no vamos a morir sobre un cerro de basura es codicioso? ¿Querer que mis hijos crezcan en un colegio bonito donde realmente se desarrollen es codicioso? El plan de la chica es asaltar un banco, pero sus fines no son codiciosos. En realidad, merecemos tener otra vida, trabajar cuatro horas en lo que nos gusta, hacer un trabajo comunitario de cuatro horas que también nos guste y llegar a casa felices, no sacrificar nuestra existencia por fines económicos. La obra se estrenó el martes 14 de julio y va hasta mediados de agosto. A fines de agosto voy a hacer mi unipersonal.

Cuéntame sobre el unipersonal.

Es una reposición de una obra que presenté hace seis años a la que le estamos haciendo correcciones con Fernando Castrillón. Yo quería hacer algo que tuviera que ver con una mujer y el Perú, y que yo pudiera representar. Pensando y pensando, quedaron solo Chabuca Granda y… Sara Hellen (risas). Viajamos a Pisco para investigar sobre este personaje, llegamos a su tumba después del terremoto y la escena fue alucinante. Vimos tumbas abiertas, huesos que salían de ellas, tules de los vestidos antiguos, una imagen surrealista, porque en medio de eso estaba la tumba de Sara Hellen intacta y con flores, ahora la gente la venera como una santa, es increíble.

¿Y qué has averiguado sobre ella?

Toda su historia fue creada como un psicosocial en la época de Fujimori, acuérdate de las vírgenes que lloran y las cortinas de humo que se armaban. Se creó el mito de que ella había muerto en Inglaterra y que su marido trajo su cuerpo para enterrarla encadenada y en un ataúd de plomo y que luego volvió a su país. Supuestamente, ella juró despertar después de 80 años para vengarse, así que vinieron periodistas de todo el mundo para ver cómo se levantaba la mujer vampiro. Nuestro productor se contactó con la familia de Sara Hellen en Inglaterra, que no tenía idea de nada de lo que pasaba aquí y que tenía el registro de que ella había llegado viva aquí y había muerto por enfermedad. Tiempo después vi su foto, no tenía pinta de vampiresa ni de Angelina Jolie, sino de dama victoriana, con moño, su camafeo y una cara de ‘acá mando yo y no veo la felicidad desde hace 30 años’.

¿Qué hay de fondo en el montaje?

Yo trato de hacer lo que dice Peter Bruke, que nuestra tarea es lanzar preguntas, no respuestas, generar inquietudes, sueños, imágenes que van a quedar en la retina de las personas, para que sigan haciéndose preguntas y se den respuestas.

Te gusta escribir, tienes un blog, ¿verdad?

Sí, pero no lo sigo mucho y tengo una invitación de La Mula para postear. Mi hija Makarena dice que hay que escribir cada semana para que te sigan y es justamente lo que no hago.

¿A tu hija le gusta el teatro?

Tiene 9 años y le gusta el arte en general, creo que es un mal genético (risas). No, en realidad es una bendición si lo llevas con disciplina y entrega. Desde muy pequeña la llevaba a mis ensayos y a las grabaciones en la radio. La primera vez le pedí que permaneciera silenciosa como un ratón y nunca lo tuve que repetir. Mi hijo Valentino, de 2 años, es diferente. Al hombre le gusta conquistar, domar. A Makarena le interesa la música, escritura y la pintura y me ha pedido permiso para tener un canal en You Tube.

¿Qué piensa hacer en su canal?

Manualidades y otras cosas. Es su primer proyecto de comunicación y está ahorrando para comprarse su cámara de video. Es bueno, el arte forma el espíritu, te obliga a enfrentarte al mundo, te hace conocer a la gente, pensar en quién es tu público, te hace respetar reglas, ponerte límites, experimentar la magia de dar dos pasos y convertirte en un personaje.

Tú escribes bien.

Eso dicen las malas lenguas… (risas). Siempre he escrito, pero dejé de escribir por mucho tiempo, no me salía nada, no me identificaba con lo que escribía. Luego entré en depresión, me costaba esfuerzo hasta levantarme de la cama. Un día fui a la selva para estrenar una obra y tomé ayahuasca. Fue un infierno, purgué todo, mental y espiritualmente, me embargó una sensación de vacío y dolor. Tuve tres imágenes muy concretas y vi una historia pasada de amor, que yo había olvidado conscientemente, había minimizado, pero era lo que no me dejaba dormir. Un día, ya en Lima, sentí cómo mi cerebro se craqueló y se abrió –clac–, entonces se me ocurrió la idea de mi primera obra «Perdidos», llegué a mi casa y la escribí. Y ahora siento que el ejercicio de escribir hace que todo lo malo drene y me libera el alma.

¿Ahí se acabó tu depre?

No (muere de risa). Es que yo soy melancólica, border creo. Mis hijos me han dado una razón para existir, ha sido el más grande regalo de Dios. Yo no quería ser mamá, pensaba que iba a ser insoportable, pero es lo que me da sentido a mí, a mi suegra, a mis viejos. He visto cambiar la vida de mis padres.

¿Tanto así?

Claro. Los dos han hecho bastante de lo que les ha dado la gana en la vida. Mi padre era piloto, mi madre paracaidista y llegar a la tercera edad sin emoción es gris. Pero al nacer la cachorra, les llenó la vida de felicidad y vitalidad.

¿Qué cosas te disgustan?

Me sorprende cómo hay gente que no ve el dolor humano. Somos todos de la misma especie, pero parece que hubiera distintas razas, hay quienes tienen sensibilidad y otros no. El otro día pasaba en bicicleta y vi una chica llorando en el piso, no lo pensé y me detuve para ayudarla. Estaba toda sucia, me dijo que se había tomado 40 pastillas, que su ex novio la había arrastrado en su carro. Luego llegó un amigo de ella, estuvimos largo rato, le dije que ese tipo no vale una cochina lágrima suya. Esa experiencia me dejó hecha leña y luego me puse a pensar por qué me había conmovido tanto y creo que fue porque nadie más se detuvo a ayudarla. Y ese es el mundo donde voy a dejar a mis hijos… demasiada indolencia.

Por eso dices que el mundo está enfermo.

Cómo no va a estar enfermo el mundo. Hace poco un taxista me decía «trabajo desde las 8 hasta las 10 de la noche». Le dije que los gerentes están igual, todo el mundo, y los niños necesitan tiempo, amor. ¿Para qué comprarles tantos zapatos, matarse trabajando para darles un buen colegio, tanto estatus, si les estamos dejando inestabilidad emocional y tristeza? Y eso es irrecuperable, porque lo que sucede en la infancia se queda en tu mundo interior para siempre.

Vas mucho en bicicleta, ¿eres deportista?

Voy en bicicleta porque es una manera sana de movilizarse, porque así no daño el planeta y porque es una forma de ahorrar. Pero parece que no nos hemos dado cuenta de que el planeta tiene clima y lo que hace con el clima es su manera de rascarse, porque ya le estamos dando mucha ‘’lata’.

¿Qué planes tienes para el futuro?

Quiero dictar talleres de teatro en mi casa, quiero llevar mis obras «Katrina Kunetsova y el clítoris gigante», «Sara, el mago y el aprendiz» al teatro y vender funciones en provincia. Puedo ir con mi familia, Makarena ya me asiste y Valentino se quedará con papá, correteando, pisando charcos, viendo palomas, que es lo que le toca a esa edad. Ah, en octubre voy a ir con «Katrina» al festival de Mar de Plata.

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