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Mariana de Althaus y el peligro de ser la mujer maravilla - 3
Stefanie Pareja

 
Desde los escenarios, la dramaturga y directora de teatro Mariana de Althaus se ha enfrentado a distintos estereotipos que pesan sobre nosotras como el de la mujer que necesita un hombre para sobrevivir o el de la chica que, sin importar sus otras virtudes, debe ser sobre todo bonita. Sin embargo, es en casa donde  Mariana lucha con ella misma para no caer en el lugar común de la mujer moderna: ‘la mujer que lo puede todo’. Esa que hace malabares para que la casa siempre esté limpia y el refrigerador lleno, para criar hijos sanos y con un fuerte autoestima, para alcanzar la independencia financiera y el reconocimiento de sus colegas. Mariana de Althaus no quiere vivir tratando de ser la Mujer Maravilla. Y tal vez esa sea su declaración más feminista: aceptar sin culpa sus limitaciones, exigir cambios y pedir ayuda.
 
Ahora la directora de teatro repone “Ruido”, la historia de una familia limeña que trata de sobrevivir al terrorismo y la crisis económica de los 80. Una obra que, diez años después de su estreno, comprueba su vigencia porque la violencia en las calles, las mentiras de los políticos o las tensiones familiares aún tienen el poder de desconcertarnos tanto como un grito. Con esta puesta en escena que va hasta el 02 de mayo en el Centro Cultural de la Universidad Católica, Mariana de Althaus nos propone el silencio del teatro para pensar y descifrar los reclamos o advertencias de nuestros propios ruidos sin aturdirnos. Sin sentir la necesidad de taparnos los oídos.
 
 
¿Por qué no querer ser la Mujer Maravilla?
El síndrome de la Mujer Maravilla es para mí lo que nos pasa a algunas mujeres independientes, que luchamos contra los estereotipos de género y cuando llegan los hijos tratamos de cuidarlos, asumir la administración de la casa y pretendemos que nuestra carrera no sufra ninguna modificación. Creo que es peligroso, porque por lo general no es posible hacerlo todo bien. Si los roles no se comparten entre papá y mamá, las mujeres terminamos sacrificando algo. Para dejar de ser mujeres maravillas sacrificadas, necesitamos nuevos hombres, convencidos de la urgencia de construir un mundo en el que las mujeres tengamos menos dificultades para desarrollarnos.
 
¿Sientes culpa de no pasar más tiempo con tus hijos?
Es complicadísimo, porque las mujeres tendríamos que exigir que nuestro entorno nos dé mejores condiciones para lidiar con la crianza y el trabajo a la vez. El primer peldaño es repartir las labores de la casa entre padre y madre. Hay mujeres que renuncian a su trabajo por un tiempo para estar con sus hijos y eso es muy válido, pero no todas las carreras permiten ese paréntesis. Además, a veces uno quiere regresar a trabajar porque le apasiona lo que hace y finalmente es nuestro derecho. Lidiar con la culpa como madres es muy difícil. Ahí está la necesidad de que las mujeres hagamos comunidad. Deberíamos crear más lazos, cuidarnos entre nosotras, conversar más y ayudarnos. Todas nos sentimos solas y culpables en nuestras casas cuando deberíamos estar conversando y llorando juntas (risas).
 
 
 

 
¿Cuál crees que es el papel de la mujer en el universo doméstico?
En mis obras siempre hay mujeres que se debaten en la lucha por ser la Mujer Maravilla y la lucha por dejar de ser la mujer abandonada. En el mundo donde he crecido, las mujeres somos protagonistas. Soy hija de una madre separada y la vi ser Mujer Maravilla toda la vida. Yo misma juego a serlo a diario. Es terrible. Estamos redefiniendo los roles, pero no les estamos exigiendo la flexibilidad suficiente a los hombres. Asumimos las responsabilidades del hogar, el cuidado de los niños, queremos ser excelentes profesionales y no podemos hacerlo todo. Yo misma trato de romper ese esquema de la mujer que lo puede todo y al final termino encargándome por completo de la casa, cuando debería ser algo más repartido entre mi pareja y yo. No es fácil. Más que una crítica esto es una autocrítica (risas).
 
¿Cómo mejorar la repartición de tareas?
Tengo la suerte de tener una pareja que es absolutamente feminista. Es muy colaborador, pero ambos venimos de sistemas donde las mujeres gobiernan todo y nos es difícil repartir las tareas del hogar. Yo tiendo a no delegar y él tiende a dejar que las mujeres se ocupen de todo, porque venimos de un mundo que funcionaba así. Pero cuando hablamos, nos ponemos de acuerdo. Lo más importante para que el feminismo siga conquistando logros es que las parejas tengan ese espacio de comunicación. Que el hombre y la mujer digan lo que necesitan. 
 

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