Natalia Parodi: "La cultura de la crítica y la queja"
Natalia Parodi: "La cultura de la crítica y la queja"
Redacción EC

Muchos conocemos, lamentablemente, a alguien que ha sufrido algún accidente de tránsito.

El papá de una amiga querida fue arrollado por una combi que lo dejó por largo tiempo en coma. El nieto de otra murió atropellado por otra combi. Yo cruzo los dedos para que a mi familia nunca le suceda –ni a nadie-, para que este sistema salvaje termine y las calles de Lima no sean un lugar al cual sobrevivir, sino por el que podamos transitar con tranquilidad y sin miedo.

No conozco limeño que no se queje del tráfico. La cantidad de autos que aumenta sin parar, la falta de respeto generalizada a las reglas y señales de tránsito, el transporte público sin regulación efectiva, precario, peligroso, los choques y los cientos de heridos y fallecidos por la jungla de nuestras calles y avenidas. No es novedad hablar sobre el tráfico, pero hasta no resolverlo no podemos cansarnos del tema ni resignarnos. ¿Pero de qué modo lo hacemos?

Se supone que todos queremos que la situación mejore. Sin embargo: ¿Qué sucede cuando alguien intenta modificar este sistema disfuncional? El primer impulso es criticar, poner el ojo y la lupa en las cosas que fallan al inicio de la aplicación de la reforma. Enfocarse en la incomodidad temporal y no en la mejora a futuro. Y no dar chance a valorar la oportunidad que se nos presenta de comenzar a ordenar el caos en el que ahora vivimos.

Me llaman la atención la intolerancia y la falta de apoyo, la actitud visceral y lapidante. ¿Qué significa criticar esta reforma? ¿Queremos que permanezca el sistema de combis asesinas? ¿Y no es acaso mejor empezar y perfeccionarse en el camino, que nunca hacer nada al respecto?

Pero lo que sucede entre autos y combis refleja la actitud con que los limeños día a día enfrentamos el mundo: pensando más en nosotros mismos que en los demás, metiendo el carro, sintiéndonos víctimas y tratando de esconder nuestros errores. Una vez que salimos de casa y pisamos la calle, todos tenemos responsabilidad. De quejarnos y de criticar, pero sobre todo de proponer algo nuevo. De informarnos antes de opinar, de renunciar al chisme, de hacer caso a las evidencias y huir de los prejuicios. Es fácil quedarse con un panorama incompleto, mirando solo lo que nos rodea de manera inmediata. ¿Y qué necesitamos de la prensa? Que además de informar y señalar, recoja propuestas interesantes y se reconozca como gestora partícipe de cambios importantes.

Los seres humanos nos resistimos al cambio. Hubo resistencia y críticas durísimas cuando se creó la Vía Expresa. Igual sucede ahora. Pero crecer implica transformarse, y dejar algunas cosas atrás para poder recibir las nuevas. El transporte no es un concepto. Son los vehículos en los cuales se transportan vidas: la mía, la tuya, mi mamá, tu papá, nuestros hermanos, hijos, nietos. La jungla de miles de combis exaltadas es una ruleta rusa diaria, para usuarios y para peatones. ¿Queremos que nuestra gente se siga viendo expuesta a este peligro?

Necesitamos aprender a ser equipo. Participemos constructivamente. O aprendemos a trabajar juntos o seguiremos compitiendo, envidiando, saboteando y destruyendo en el camino lo que nos rodea. Parece iluso, pero fantaseo con la idea de que cualquier candidato electo cuente con el apoyo de los demás. Que al irse, lo normal sea que el siguiente continúe con las buenas decisiones iniciadas por el anterior. Y que recordemos que esta ciudad que algunos utilizan como campo de batalla o botín, es en realidad nuestro hogar. Donde nacerán y crecerán mis hijos y los tuyos.

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