María Inés Ching

Por María Inés Ching. Fotos: Javier García-Rosell

La bautizaron en honor de una brujita que vestía de rojo y aparecía en una tira cómica junto a Gasparín. Fue la niña que aprendió a leer antes de ir al nido, cuando mamá falleció. La menor de cuatro hermanos quiso ser doctora, maestra y educadora especial, antes de decidirse por las Comunicaciones.

Primera llamada: La pequeña Wendy expone en clase para mostrar con orgullo el trabajo en cartulina que hizo con ayuda de papá. Años más tarde, en la universidad, esa vocación de pararse al frente de un grupo la lleva a su primer taller de teatro. Por casualidad se tropezó con el claun y fue una de las fundadoras del grupo Pataclaun, con temporadas en teatro que duraban hasta un año.

Su nombre es Janet Wendy, a la inversa del personaje que protagonizó por años en la exitosa serie de TV Pataclaun, junto a tres ‘fantasmas’. Ahí fue Wendy Janet, la esposa sumisa del hilarante Machín Alberto, interpretado por Carlos Alcántara. Detrás de cámaras, era Wendy, la guionista del éxito televisivo.

Segunda llamada: En el 2000, Wendy Ramos fundó , una escuela que forma «clauns todo terreno», que actúan en teatros, colaboran con hospitales en la recuperación de sus pacientes y promueven el Festival de Belén [Iquitos]. 
Wendy Ramos tiene medio millón de seguidores en Facebook [560 mil], 809 mil en Twitter y más de 15 mil en Instagram. Cuando no lleva una bola roja  sobre la nariz, va con el cabello natural y el rostro lavado. Dice que no se arregla a menos tenga alguna reunión importante o una sesión de fotos. 

Wendy es actriz de obras de teatro y películas taquilleras. Es una mujer de 48 que no usa pantalones -porque se siente rara llevándolos-, pero que los tiene bien puestos cuando decide cambiar de rumbo a su vida.  No bebe cerveza ni gaseosa, pero lleva pasas y galletitas en su cartera. Wendy es capaz de sorprenderse a menudo y con todo el cuerpo: cuando conversa dice «¡guau!» formando una O con los labios y sus ojos verdes parecen salirse de sus órbitas. Cada marca en su rostro es la huella de su sonrisa contagiosa. 

Tercera llamada: Se abre el telón. Wendy Ramos, quien celebra 25 años de vida artística, aparece sin nariz roja para mostrarnos su corazón, su histrionismo y su manera de ver el mundo a través de la alegría.

(Foto: Javier García-Rosell/Viù!)

- ¿Qué se necesita para ser claun?
Tienes que poder pararte y decir «esto es lo mejor que puedo hacer». [...] El claun te obliga a pensar si lo que estás viviendo es realmente lo que quieres, si sientes placer con lo que haces, a mirar y decir «¿qué estoy haciendo?, ¿por qué estoy trabajando en esto que no me gusta?, ¿por qué estoy casada con esta persona que no quiero?». Ahí comienzas o decides: «quiero que sea así», o no. Pero si no paras, no sabes y sigues, sigues. Y de pronto te encuentras viviendo una vida que no era la que soñaste y llega un momento en el que ya cuesta más retroceder. 

- ¿Por qué «Cuerda», tu unipersonal, funciona tan bien?
Tiene muchas lecturas. Creo que las personas nos parecemos mucho en lo profundo, todos tratamos de parecer normales pero tenemos muchas cosas que ocultar, que no queremos que nadie las vea, hay mucho miedo de lo que puedan pensar las demás de nosotros.

- ¿De dónde nace tu sentido del humor?
Me han dicho que mi mamá era muy graciosa, no me acuerdo porque murió cuando yo tenía cuatro años. Y todos en mi casa eran muy graciosos. Mi papá, mis hermanos… Mi mamá trabajaba en el seguro social, como una asistente y mi papá era técnico de la FAP, enseñaba Mantenimiento de helicópteros.

- ¿Quién suplió el rol de tu mamá?
Mis hermanas, sobre todo Sonia, la mayor que fue la que se quedó, Iris viajó. Me acuerdo la sensación de que mi abuela era mi mamá, mi tía, mis hermanas, la profesora...

- ¿Eras estudiosa?
Sí, pero por mi papá. Hacíamos las cartulinas juntos, las exposiciones, los trabajos con todos los libros en la mesa. Yo quería mostrar mi cartulina, me gustaba pararme adelante a hablar, no era un sufrimiento.

- ¿Qué querías ser?
Yo quería ser maestra. Me encantaba enseñar cosas en mi colegio, porque sentía que podía explicarle a la gente cosas que no entendía. Decidí prepararme para Educación Especial hasta que me enteré que en la Unifé eran todas mujeres y dije «no, ya no quiero eso» [reímos] porque era como un colegio otra vez. Dije: «de repente puedo ser restauradora» y postulé a la Católica, a Arqueología. Gracias a Dios no ingresé y mi papá me dijo «vamos a hacerte un test vocacional en la FAP». Me llevaron al psicólogo y me dijo: «Ya. Comunicaciones».

(Foto: Javier García-Rosell/Viù!)

- Ingresaste y ¿qué pasó? 
Era como «¡guau!». Yo veía mucha TV porque era una niña muy sola en casa. Todo el día en un canal porque no había control remoto y para pararse... Veía «La Familia Ingalls», todas las novelas que veía Albina [su nana] y lloraba y sufría. Menos mal que la TV de ese entonces era bien tonta, era muy inocente todo... Estudiar Comunicaciones era entender todo eso que había visto y que veía y era como «¡ah! por eso ponen esta música para que tú te conmuevas y compres lo que están vendiendo». Fue como el detrás de cámaras del mundo. Qué miedo al comienzo y luego me pareció fascinante. Manejar los medios de comunicación es un poder que puede ser usado para el mal y para el bien. Empecé a trabajar y me di cuenta que nadie quería desarrollar, ni enseñar, ni curar....

- ¿En qué trabajaste?
Lo primero fue bonito. Entré a un diario que se llamaba «Última hora», a un suplemento que se llamaba «TV hora», que era sobre entretenimiento y ahí entrevisté a July Naters, a Alberto Ísola, a «Monchi» [Monserrat Brugué] y ahí me alucinaba crítica y escribía y ahora digo «¿con qué derecho?». De ahí me pasaron a Locales y sufrí un poco porque no entendía nada. No aguanté. [...] Entonces empecé a trabajar en el canal 4, en un programa de música que se llamaba Sábado Sensacional y mi trabajo era ir a buscar casetes de 3/4, escogía los videos que iban a salir y decidía en qué orden iban a ir. Ahí conocí a [Carlos] Carlín que trabajaba en Triki Trak y lo ayudaba en su secuencia de juegos. Luego empezó «La Revista Dominical» y me pasaron al departamento de Satélite. Me sentaba ocho horas a ver noticieros. Eso fue bien fuerte. Ahí empecé a perder sensibilidad... hasta que un día hubo un asunto en África que se puso súper feo y había mucha gente muriendo en el camino y entre ellos mismos llevaban a sus muertos. Había una escena de dos flaquiiiitos llevando dos piecitos cubiertos con una telita. [...] Con el sol una de las personas empieza a perder fuerzas y el cuerpito que estaba adentro se resbala y cae al piso. Yo vi eso y me tiré a llorar... y lloré y lloré. Me di cuenta: «estoy viendo esto todo el tiempo, ¿en qué me estoy convirtiendo?». Paré, salí de ese trabajo.

- Fue tu punto de quiebre…
No volví a ver TV, ni noticieros porque decía, «no puedo». En esa época andaba enteradísima de todo lo que pasaba en el mundo, ahora no sé nada, porque me hace daño. 

- ¿Cómo llegas al teatro?
En la universidad, comenzamos a hacer teatro con un grupito de gente y le pedimos a quien dirigía el teatro de la universidad que lo hiciera. Aceptó e hicimos otra obra que se llamaba Los Invasores de Egon Wolff, totalmente fuera de época [...] Nosotros nos sentíamos «¡guau, estamos haciendo t-e-a-t-r-o!».

(Foto: Javier García-Rosell/Viù!)

- ¿Y el claun? 
Pipo Gallo, quien trabajaba en la universidad, nos dijo que tenía una amiga que acaba de venir de Argentina que quería enseñar un taller de claun a un grupo de teatro amateur. [...] Vino July Naters y nos explicó qué cosa era el claun y nadie entendió nada. Era algo maravilloso, pero no teníamos referente de lo que estaba hablando. Empezó el taller y me volví loca. Dije: «¿Qué es esto?». Me di cuenta que esto eran las Comunicaciones para desarrollar, para todo lo que yo quería hacer. Era lindo, verdadero, honesto. El claun no está diciendo nada como un panfleto, levanta preguntas, puede hacer que la gente piense. Esto es lo que yo quería, mi profesión de comunicadora la voy a ejercer gracias a esto. Además, ¡mucha gente viene! No tengo que estar llamándolos para darles mis mensajes. Vienen solos y les encanta. [...] El fenómeno que se creó, era de teatros llenos, de temporadas de un año, la gente revendía entradas afuera... 

- ¿Qué lecciones te quedan de Pataclaun en la TV?
Ninguna parte de nosotros creía que iba a funcionar tan bien y fue todo lo contrario. Yo escribía los guiones, los capítulos que salían en TV nacional, era una gran responsabilidad. Es una hora que la gente está mirando, no puedes hacer contenido vacío, tienes que darle algo. Lo que recuerdo es la experiencia de aprender de este mundo [de la TV] que también es súper interesante, como comunicadora, aprender cómo funciona, cómo se hacen las cosas, el ritmo de los guiones, darme cuenta de que podía escribir guiones. Yo vivo sorprendida...

- ¿Todavía no te la crees?
Yo creo que no y es raro. De verdad me llaman para una cosa y digo «¡oh, para una película! ¿De verdad, a mí?». Yo me imagino que alguien que ha estudiado actuación, que siempre quiso ser actor, se preparó para eso. El día que me llamen para un programa, me desmayo [bromea]. Cuando me llamaron para unas películas para el 2016, así no salgan, no me importa, pensaron en mí para esto.

- ¿Cómo manejas la fama?
A mí me gusta mucho hablar con la gente. En Facebook la gente me escribe y yo les respondo a todos [...] Esta cosa vacía [de fotografiarse] es la que no me convence. Me gustaría poder hablar con la gente más que tomarme una foto, poniendo cara de que nos conocemos, cuando en realidad solo viniste para tomarte una foto y te fuiste. Cuando paso tiempo con alguien y me dice vamos a tomarnos una foto, sí, por favor, yo también quiero tomarme una foto contigo, porque yo te conozco y ya puedo sonreír contigo al costado. [...] Hay maestros que caminan cinco horas para ir a las clases de sus niños. A él le pido un autógrafo, con él me quiero tomar una foto. ¿Quién los aplaude, quién le pone un vestido lindo y lo pasea para que todo el mundo sepa que se saca la madre por los niños? Nadie. 

(Foto: Javier García-Rosell/Viù!)

- ¿Cómo surge Bolaroja?
Bola Roja surge cuando termina Pataclaun y yo me quedo esperando sentada en mi cama que alguien me llame y no. [Sonaba] el grillo. Tomé un taller acá, de Impro, con Gigio Giraldo, un colombiano que vino y después me enteré de otro de Exploración Escénica con unos mexicanos y otro con Eric de Bont, un maestro holandés, en México. Llegué y el tipo me decía:
- «¿Qué haces, ah?».
- «Claun». 
- «Eso no es claun. Lo único que veo es tu cabeza pensando qué decir para que se rían, no estoy viendo tu corazón, no puedo ver tu corazón, ¿puedes dejar de defenderte? Para de pensar. No nos agrades. Párate tú, ¿qué cosa sientes? Quiero ver qué sientes, no qué piensas». [...] ¡Oh, horrible! Llegué y dije voy a hacer un taller para que por lo menos alguien sepa lo que yo he vivido y entonces hice una réplica o algo así del taller que me habían enseñado, fue increíble. Entonces llevé otro taller y otro... estudiaba, venía y enseñaba y se fue mezclando todo, abriendo más puertas. Hasta ahora sigo tomando talleres y sigo enseñando y me encanta, porque mi camino ha sido lograr pararme y decir «esto es lo mejor que puedo hacer».

- ¿Cómo llegas al claun hospitalario?
Empieza casi en paralelo porque cuando hago este taller me entero que existía y me hablaron de [el doctor estadounidense Hunter] «Patch» Adams en la misma conversación, pero nunca había trabajado para niños. Veo sangre y se me baja la presión...

- ¿No te movía?
No. Porque veía eso como algo que me contaron y yo dije «ah qué lindo», de repente un día le doy taller a médicos algo para que hagan algo así, pero no lo relacioné conmigo. Salí y donde miraba había algo de claun hospitalario, «oye que tengo una página de claun hospitalario», «oye que Patch Adams está en Chile», subía al bus y estaba la película de Patch Adams...

- Muchas señales.
Ya demasiado. Le mandé una carta a Patch Adams: «por favor deja de perseguirme, me dan miedo los hospitales, nunca he trabajado con niños, veo heridas y me desmayo, o sea, yo no puedo hacer este trabajo». Su respuesta fueron dos libros autografiados. Y nos empezamos a escribir por correo postal. Por otro lado yo empecé a estudiar claun hospitalario, me fui a España a ver cómo se hacía el trabajo, me comenzó a interesar y hablé con grupos de allá que me contestaban todas las preguntas, llevé mi propuesta al Hospital del Niño, la aceptaron sin saber muy bien... Y fue increíble: el darnos cuenta cómo funcionaba en términos de salud, a la segunda visita era clarísimo que eso estaba funcionando, que los niños se estaban recuperando más rápido, que aumentaba el nivel de comunicación entre los niños y los médicos, que se prestaban mucho mejor a sus tratamientos, que dormían mejor, que los niveles de angustia habían bajado y la comunicación entre los familiares… todo mejoró. Luego vino Patch y empiezan estos viajes fuera de Lima, de ahí deriva el Festival de Belén, entonces creo que comenzó a crecer por amor, por pasión...

- ¿Por qué Belén?
Porque vino Patch y nos fuimos de viaje, tomamos un bus y nos fuimos a Arequipa, Cusco, Abancay y fue increíble, entramos a colegios, hospitales, a todos los sitios, íbamos todo el día. Y cuando terminó ese viaje me dijo ¿y el próximo año adónde vamos? Y me agarró en frío y yo dije «a Iquitos».  Una de las visitas era en Belén y nos sobrepasó a todos. Yo había escuchado hablar de Belén pero no conocía, entonces se nos llenaron los ojos a todos con todo, lo bueno y lo malo: las condiciones en las que vivían, los niveles de pobreza, de violencia, de alcoholismo, de deserción escolar. Hay tantos problemas y al mismo tiempo hay gente con mucha fuerza, con muchas ganas de salir adelante, con gente que juega, que crea y con niños, increíbles, amorosos… Nos quedamos todos muy conmovidos y dijimos ¿por qué no regresamos el próximo año? Y volvimos el siguiente año y fue cerrándose más hacia ahí y son ya 10 años de festival.

- En Buenos Aires ya hay una ley para que haya «Payamédicos» en los hospitales. ¿Aquí podemos hacer algo similar?
Yo creo que sí todos los hospitales deberían tener clauns hospitalarios. El peligro es que yo no sé si los hospitales de acá pueden distinguir a un claun hospitalario y a alguien que no, pero parece. Siempre defenderé el profesionalismo de un claun hospitalario porque es una tarea muy delicada, tiene que ser un claun formado, que pueda manejar situaciones, tiene que saber de bioseguridad. No puedes ir haciendo cosas a la loca y poder contagiar a una persona con un virus de la otra, porque eso puede pasar, con un juguete que lo estás pasando de cama en cama, por ejemplo. Sí, decirles a los hospitales que cuando vayan a tocar puertas, pedirles esto y esto y enséñale esto para que por lo menos no haya peligro.

- ¿Por qué el sobrenombre de «Vaca Descarriada»?
Porque cuando estaba llevando un taller en Canadá, una chica –cuya familia criaba ganado- me dijo: «oye tú eres una vaca descarriada, porque a todas las mandamos para acá y hay una que abandona y se va por allá. Tú eres así». No me acuerdo qué fue lo que hice para que me dijera eso, pero me encantó.

- Danos un consejo.
Ahorita estoy con ese mensaje de la Cenicienta, que el Hada Madrina le dice: «no necesitas mi varita. Tú tienes tu varita». O sea el poder es tuyo. Pero hay que parar a mirar qué es lo que estás haciendo si te lleva a donde tú quieres ir, si sabes dónde quieres ir. [...] Hay muchas cosas que nos han metido en la cabeza que tenemos que ser y hacer y no. En realidad es tu decisión y todo lo que vaya a pasar en tu vida, la única que va a vivir tu vida eres tú, entonces no es necesario. Date cuenta de que tu fiesta es tuya y no es de los invitados. 

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Agradecimientos:

Styling: Úrsula Acuña 
Peinado y maquillaje: José Antonio Rivera y Alexander Casas para R&C Imagen, 995796771, www.facebook.com/rycimagen
Vestuario: Ropa MM- Mirella Martire, 6574452, www.facebook.com/RopaMM; Susan Wagner, 650 8615, www.susanwagnerlima.com
Calzado: Pipa, 966713456, www.facebook.com/Pipa.Official
Locación: Galería Del Barrio, 2519111, www.del-barrio.com

 

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